Por fin tenemos oposición


Isabel Díaz Ayuso ha sido durante mucho tiempo una presidenta en busca de oposición. Al que por rango le correspondía tal desafío, el socialista Ángel Gabilondo, era un estudioso de Hegel, gran filósofo de la dialéctica, que es justo lo contrario del navajeo dialéctico que impera en la política madrileña. Durante lo peor de la pandemia, emergió la figura batalladora de Mónica García, premiada en las urnas por su entusiasmo, aunque no en la medida suficiente para eclipsar a Ayuso. Ante el vacío, la presidenta dio con una oposición a su medida en el Gobierno de Sánchez, que se prestó al combate hasta que cayó en la cuenta -sin tiempo ya para remediarlo- de que se había dejado atrapar en un anzuelo diestramente lanzado desde la Puerta del Sol.

Y así teníamos a la victoriosa Díaz Ayuso, convertida en un gran icono de la derecha en medio continente, pero sin una oposición a la altura frente a la que mostrar sus extraordinarias dotes para el pugilato. Ella, que ha hecho de la pelea el motor de su carrera, no acababa de cruzarse con un verdadero contrincante a quien retar. Hasta que el fuego amigo ha acudido en su socorro para proporcionarle uno de auténtica envergadura. Y no, no es aquel comunismo que con tanta determinación aplastó en el mayo de la libertad. Ayuso ha hallado por fin una oposición y no está en otro lugar que en su propio partido.

Los genovólogos siguen preguntándose por qué la dirección del PP ha decidido alistarse en una batalla contra su refulgente estrella madrileña. En Génova niegan que sea por miedo a Ayuso, sin ofrecer otras razones plausibles de su resistencia a ceder el liderazgo del PP regional a quien es la líder indiscutible. Tal vez algún día se aclare el misterio. De momento, queda la evidencia de que han regalado a Ayuso otra apasionante contienda para seguir agrandando su mito.

Como la izquierda madrileña está muy atareada en sus visitas al psicoanalista, ese vacío de la oposición afligía asimismo al gobierno de la capital. Por razones igualmente inescrutables para el común de los mortales, el carmenismo se ha roto con estrépito. Y el escuálido PSOE local acaba de firmar el finiquito de quien fue su candidato en las elecciones. Sin adversarios que temer en el horizonte, el gobierno de Madrid se ha apuntado a la innovadora fórmula de hacerse la oposición a sí mismo, con el alcalde y su vicealcaldesa entrando en el cuerpo a cuerpo. Tampoco aquí importan mucho las razones: los dos coinciden en que Madrid se merece unos Juegos Olímpicos y en que esa es una inmejorable excusa para zurrarse en público sin cortapisas.

Aunque todo esto puede resultar muy extraño, hay que asumir que la política de hoy se mueve así, siempre a la búsqueda de cualquier cosa con que distraerse de la tediosa tarea de gobernar.

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