Sus esqueletos de piedra resisten al paso del tiempo creando románticas imágenes que sugieren historias envueltas en el misterio. Son los monasterios y conventos abandonados que encontramos dispersos por toda España, pero muy especialmente por Castilla y León. Proponemos una ruta siguiendo la estela de estos edificios que en otros tiempos fueron centros de poder y misticismo, y que hoy apenas se mantienen en pie, un viaje que nos llevará a descubrir las ruinas del antiguo monasterio de San Antón en Castrojeriz, en pleno Camino de Santiago; a contemplar cómo la naturaleza devora el monasterio de San Jerónimo de Guisando con el telón de fondo de la sierra de Gredos; a disfrutar del majestuoso esqueleto de San Pedro de Arlanza, en Burgos, o a descubrir la magia que envuelve el monasterio de Granja de Moreruela en la Moraña zamorana.
Abadía de San Antón, Castrojeriz (Burgos)
El Camino de Santiago sigue más vivo que nunca, pero aquí y allá surgen al paso los restos de conventos, monasterios, hospederías y hospitales que antaño guiaban a los caminantes. Un buen ejemplo es el antiguo convento de San Antón en Castrojeriz, que los peregrinos encuentran unos kilómetros antes de llegar a este pueblo burgalés. Construido en el siglo XIV, estuvo regido por los monjes antonianos para atender a los caminantes enfermos. Todavía hoy pasar por debajo del arco del antiguo atrio del convento tiene un significado especial. Es como una puerta al pasado de la que solo quedan las viejas columnas y los muros, el techo hace mucho que desapareció. Un enorme rosetón desafía al tiempo y en el exterior se pueden ver las alacenas que durante siglos emplearon los monjes para dejar a los caminantes pan y vino.
A pesar del estado de ruina, este antiguo hospital de peregrinos es la puerta de entrada al pueblo por la calle Real, donde se pueden ver las iglesias de Santo Domingo y de San Juan, la colegiata de Nuestra Señora del Manzano y las ruinas del castillo.
Si dejamos el vehículo en Castrojeriz y desde el alto de Mostelares continuamos a pie un poco más allá de la cima, disfrutaremos de la vista emblemática de los campos de Castilla y su mar de cereal, que se extiende hasta donde alcanza la vista.
San Pedro de Arlanza, Hortigüela (Burgos)
Este monasterio benedictino rodeado por el río Arlanza, en Hortigüela, un pequeño pueblo de Burgos, se puede calificar rotundamente como una bellísima ruina. Los libros hablan de él como “la cuna de Castilla”, pues su historia es larga y se remonta al conde Fernán González, el legendario noble castellano al que se atribuyen los orígenes del hasta entonces inexistente reino de Castilla. También la fundación de San Pedro de Arlanza (aunque otros documentos apuntan a que fue su tío, el conde Gonzalo Téllez, quien auspició hacia el año 912 su fundación), donde fue enterrado junto con su esposa Sancha. Después de la desamortización del XIX, los sepulcros fueron trasladados a Covarrubias y el cenobio quedó abandonado.
Aunque lo veamos derrumbado y apenas con cuatro muros en pie, fue uno de los centros monásticos más importantes del primero condado y luego reino de Castilla. Los restos más antiguos que se conservan corresponden a la iglesia y datan de 1080. También se pueden ver la torre del siglo XII y parte del claustro y de la sala capitular. Como en tantos otros casos, muchos de sus tesoros fueron expoliados o vendidos, como los fragmentos de su bello conjunto de frescos —un bestiario de animales fantásticos como sirenas, grifos, dragones hoy repartido por el Museu Nacional d’Art de Catalunya (Barcelona) y The MET Cloisters (Nueva York)—, o la portada románica que se exhibe en el Museo Arqueológico Nacional (MAN) de Madrid.
Santa María de Rioseco, Villarcayo (Burgos)
Antes de llegar a Villarcayo, en el escondido valle de Manzanedo, el desfiladero de los Hocinos conduce a una cueva sorprendente. Estamos en Las Merindades de Burgos, tierra de monasterios e iglesias medievales. Pero la cueva de la Mosquita guarda, además, un monasterio muy especial: una ermita rupestre de los siglos VIII y IV en el pequeño pueblo de Incinillas. Cerca de allí sobreviven las majestuosas ruinas de lo que fue un próspero y monumental monasterio: Santa María de Rioseco. En sus buenos tiempos contó con más de un centenar de monjes blancos de la orden del Císter y todo tipo de dependencias, entre las que estaban la hospedería y el hospital, además de granjas, molinos, batanes y ventas. Los monjes crearon en Rioseco una explotación agrícola modélica e introdujeron muchos nuevos cultivos en el valle.
Como para tantos otros monasterios españoles, el siglo XIX significó el final: tras la guerra de la independencia y las desamortizaciones, llegaron la desidia, el olvido y el expolio. Desde 2010, el colectivo Salvemos Rioseco trabaja para consolidar los restos del edificio, dar a conocer su importancia patrimonial y realizar visitas guiadas en horarios concertados.
Santa María de los Valles, Torresandino (Burgos)
Hace más de 200 años que nadie habita el convento de Santa María de los Valles, en la Ribera del Duero, en Burgos. Es tan poco conocido que sus ruinas son difíciles de encontrar, porque hay que acceder por caminos no asfaltados y vías pecuarias. Durante años se han ido desmantelando sus muros para construir casas. Sigue siendo de propiedad privada y los muros que aún quedan en pie sirven a menudo de corral para ganado.
En sus orígenes fue un convento carmelita, fundado en el siglo XIII en torno a unas pequeñas cuevas al borde del páramo, pero la iglesia actual, de estilo gótico, es del siglo XIV. Una vez más, la desamortización del siglo XIX fue la causante de su abandono y del reparto de su patrimonio entre diferentes iglesias de la provincia. Hoy solo quedan los muros de la iglesia, la sacristía y restos de las bodegas el refectorio.
San Jerónimo de Guisando, El Tiemblo (Ávila)
Cuatro grandes toros de granito se alzan en el cerro de Guisando, en el término municipal de El Tiemblo (Ávila), en las estribaciones de la sierra de Gredos. Son los famosos berracos de piedra de origen vetón, datados entre los siglos IV y III antes de Cristo, donde se firmó en 1468 el tratado entre el rey Enrique IV y su hermana Isabel (futura Isabel la Católica) que la reconocía como heredera al trono de Castilla. Antigua ruta de paso entre Ávila y Madrid, por ella merodeaban los bandidos que acechaban a los viajeros para desvalijarlos. Para evitarlo, los Jerónimos instalaron aquí un monasterio, en un entorno magnífico, a pocos kilómetros del lugar donde todavía hoy pacen los toros de piedra.
Declarado bien de interés cultural (BIC), el cenobio fue en sus orígenes una modesta ermita rupestre hasta que en el siglo XIII Juana Fernández, aya de la princesa Leonor de Castilla, cedió a los monjes los terrenos donde construyeron su primer monasterio, al que dos siglos más tarde se añadiría la renacentista ermita de San Miguel. Tras la desamortización de Mendizábal (1836-1837) pasó a manos privadas. A finales del siglo XIX se le añadieron unos jardines de estilo romántico, a la moda de la época. Hoy se pueden visitar, previa reserva, los jardines, la iglesia, el claustro y, si las condiciones meteorológicas lo permiten, las cuevas (eremitorio) y la ermita de San Miguel.
Convento Agustino de Extramuros, Madrigal de las Altas Torres (Ávila)
En su día fue llamado “el Escorial de Castilla”, por su estilo herreriano y por el tamaño enorme de la construcción. Fue un monasterio muy importante en el que se escribieron páginas de la historia de España, como la muerte de Fray Luis de León en 1591, y entre sus muros se impartieron clases de Filosofía, Humanidades, Leyes y Teología. El edificio está fuera del recinto amurallado de Madrigal de las Altas Torres, y aunque en su día fue un convento de tamaño inmenso y de incalculable valor, hoy solo quedan en pie algunos de sus muros que han logrado resistir al abandono.
Desde entonces, el edificio ha sido utilizado como granero, establo, silo y cantera de piedra para otras construcciones. Hoy solo se conserva en parte la iglesia, la fachada principal y el claustro, que es lo mejor conservado y llamativo del conjunto. Sus ruinas están consolidadas, y se puede visitar gratuitamente lo que queda en pie.
Santa María de la Sierra, Collado Hermoso (Segovia)
Cuando uno va por la carretera segoviana entre Torrecaballeros y Pedraza puede observar a lo lejos, entre el bosque de pinares y de robles, las ruinas de un monasterio que a la distancia parece blanco y envuelto en magia, con un rosetón hueco contemplando el panorama desde lo alto. Es lo que queda del monasterio cisterciense de Santa María de la Sierra, en Collado Hermoso, a solo 20 kilómetros de la ciudad de Segovia. Parece ser que ya existía a principios del siglo XII, aunque el templo definitivo fue levantado entre 1220 y 1270 bajo la orden del Císter.
Si por algo llaman la atención estas ruinas es por el admirable trabajo de consolidación que se hizo hace años. Elena Goded Rambaud, bióloga experta en tintes y tejidos, adquirió (y rescató del abandono) la ruinosa abadía, que estaba en manos privadas, para dar forma al proyecto Ábbatte, una pequeña firma que crea objetos textiles de alta calidad hechos a mano utilizando fibras y tintes naturales. Gracias a su restauración, hoy podemos apreciar las tres naves, los cinco tramos, y los arranques de las bóvedas de cañón apuntadas que las cubrían. En la fachada principal hay una portada con arquivoltas apuntadas decoradas y encima un gran rosetón cegado, todo dentro de un gran arco apuntado. Además de visitas guiadas, en este lugar se organizan seminarios, cursos y conferencias en torno al textil, la moda y el color.
Convento de la Hoz, Sebúlcor (Segovia)
Cuesta llegar hasta las remotas ruinas de Nuestra Señora de Los Ángeles, el convento de la Hoz fundado en el año 1231 por la orden franciscana en el meandro más pronunciado de los cañones del río Duratón, cerca de Sebúlcor. Lo más sencillo es acercarse hasta allí en canoa, en las rutas guiadas por el parque natural de la Hoces del Duratón que organizan varias empresas de la localidad. También se puede acceder a pie, pero fuera de la época de cría de los buitres leonados, que va de enero a julio, y siempre que el caudal del Duratón sea bajo y permita caminar por su orilla (antes de la visita hay que consultar en el centro de visitantes del parque, ya que existen fechas y zonas de acceso restringido). Otra opción es contemplarlo, con su aire romántico y misterioso, desde la cresta rocosa sobre la que se asienta el monasterio benedictino, una vista maravillosa, aunque hay que arrimarse con cuidado al borde, sobre todo si se va con niños.
Iglesia rupestre de Olleros de Pisuerga (Palencia)
Desde fuera es difícil imaginar lo que vamos a encontrar bajo tierra. Una torre con espadaña nos avisa de la ubicación del eremitorio rupestre de los santos Justo y Pastor en Olleros de Pisuerga, una pedanía de Aguilar de Campoo dentro del geoparque de Las Loras, en Palencia. De estilo románico, se cree que sus dos naves cubiertas con bóvedas de cañón y sus dos ábsides semicirculares fueron excavados a pico en la roca madre entre los siglos IX y XIII.
Todo el monasterio está dentro de la montaña, excepto la torre del campanario, que se deja ver a unos metros de la iglesia. Con la puerta orientada hacia el oeste, el sol penetra en su interior cada 21 de junio, en el solsticio de verano, iluminando el altar. Por los alrededores del pueblo se ubican otros eremitorios rupestres, como el Santa María de Mave, y una necrópolis antropomorfa del siglo VIII.
Desde Olleros, cruzando el río Pisuerga, podremos aprovechar para caminar hasta el cañón de la Horadada, que toma su nombre de una abertura o túnel natural por el que hay que abrirse paso a través de los cortados, y el paraje protegido de Las Tuerces, una meseta caliza con espectaculares formaciones rocosas.
Santa Cruz de la Zarza, Ribas de Campos (Palencia)
En la vega del río Carrión, en plena Tierra de Campos, encontramos otro de esos templos en ruinas que en su día tuvieron una intensa vida monacal: Santa Cruz de Ribas, también conocido como Santa Cruz de la Zarza. Es un antiguo cenobio de la orden premonstratense, situado entre Ribas de Campos y Monzón de Campos, en Palencia. Fue fundado en el siglo XII y estuvo funcionando hasta el XVIII, cuando su final se precipitó con un gran incendio, una inundación y la desamortización de Espartero en 1841. Desde entonces el edificio ha ido languideciendo, aunque la iglesia y sala capitular se conservan en buen estado. Actualmente está en obras de rehabilitación. Información sobre visitas: 609 47 86 34.
Monasterio de San Salvador, Nogal de las Huertas (Palencia)
Muy cerca de Carrión de los Condes, el monasterio románico más antiguo de Palencia es otra de esas ruinas románticas que sigue contándonos muchos siglos de historia. Fue fundado en el año 1063 y es clave en la aparición del estilo de Cluny en España. De su parte más antigua solo se conserva la cabecera cuadrada, y de la ampliación del siglo XIII apenas quedan sus arcos apuntados y la portada meridional con arquivoltas, lo más reconocible de la iglesia. En el siglo XIX fue abandonado, pasó a manos particulares y se fue deteriorando poco a poco. En 2004 se iniciaron obras de restauración, aunque el edificio continúa en mal estado y falta mucho para que los vecinos consigan ver consolidado este valioso monumento.
Santa María de Moreruela, La Moraña (Zamora)
A solo 50 kilómetros de la ciudad de Zamora, en Tierra de Campos, está el paraíso ornitológico de las lagunas de Villafáfila. Es una zona poco conocida y visitada que, además de sus atractivos para el turismo de aves, tiene diversos tesoros artísticos y paisajísticos. Es aquí, muy cerca de la laguna, donde se encuentra uno de los primeros monasterios cistercienses edificados en la península Ibérica (data del siglo XII): es el de Santa María de Moreruela, unas ruinas que asombraron a grandes escritores como Miguel de Unamuno.
Nada más entrar en lo que queda en pie de lo que fue un edificio grandioso se percibe una sensación sobrecogedora. La grandiosa cabecera de la iglesia y el tamaño de las bases de los pilares de la nave central indican la magnitud que tuvo. Siguiendo el ejemplo de Cluny, este templo medieval mezcla el románico y el gótico con maestría. Llama la atención la cantidad de marcas de cantero grabadas en los muros de piedra, y aún resisten algunos restos de policromía, aunque el conjunto fue siempre de gran sobriedad, siguiendo la norma cisterciense.
Su época de mayor esplendor fue el siglo XIII, cuando los monjes contaban con más de 50 propiedades repartidas entre Salamanca y Portugal, además de salinas en la zona de las lagunas de Villafáfila, aceñas, molinos, derechos sobre algunas villas e incluso explotaciones mineras en la sierra de la Culebra. El monasterio no es el único edificio en ruinas de la zona: hay palacios y castillos, y también pueblos vacíos repartidos por una de las regiones españolas más afectadas por la despoblación.
San Juan de Duero (Soria)
La falta de techumbre le da un aire aún más onírico y misterioso. Su abandono desde el siglo XVIII no ha impedido que se conserve su preciosa arquería y su sencilla iglesia, que también destaca por los singulares templetes adosados a los muros de su cabecera.
Monasterio de La Armedilla, Cogeces del Monte (Valladolid)
Emplazado en la zona oriental de Valladolid, sus orígenes se remontan al siglo XII, cuando era poco más que una ermita dependiente de los monjes cistercienses de Santa María y San Juan de Sacramenia (Segovia). En 1402 pasó a manos de los jerónimos, que durante los siglos XV y XVI edificaron un claustro con tres alturas con las dependencias monacales, una gran iglesia gótico renacentista con portada plateresca e incluso un palacio que servía como residencia temporal de los duques de Alburquerque, señores de Cuéllar.
A partir del siglo XIX, la historia se repite: desamortización y abandono, dispersión de su patrimonio por todo el mundo y destrucción progresiva de los edificios. Pero en las últimas décadas la situación del edificio movilizó al pueblo y en 2017 se creó la Asociación de Amigos del Monasterio de La Armedilla. Su labor ha conseguido sacar el templo de la Lista Roja de Patrimonio gracias a las obras que han consolidado su estructura. Aunque todavía queda mucho por hacer, hoy es más sencillo y seguro visitarlo.
Santa María de Sandoval, Villaverde de Sandoval (León)
El Camino de Santiago está salpicado de monumentos que conservan todo su esplendor junto con otros que han quedado en el olvido y la ruina, como Santa María de Sandoval, que fue en otro tiempo uno de los monasterios cistercienses más importantes del norte peninsular. Se alza en la localidad leonesa de Villaverde de Sandoval y mantiene en muy buen estado su iglesia (todavía sigue abierta al culto), aunque el resto del complejo, como el claustro renacentista, o bien ha desaparecido o está en estado de ruina.
Gracias a que la iglesia todavía se mantiene abierta hoy podemos contemplar los diferentes estilos artísticos del edificio, desde el románico de los ábsides y capiteles de la iglesia hasta el gótico tardío de su prolongación. Durante el siglo XX el lugar fue expoliado y es fácil ver algunos capiteles y columnas en otros edificios del pueblo, incluso en pequeñas viviendas o almacenes para herramientas. Afortunadamente, en los últimos años se han hecho trabajos de rehabilitación y en 2021 se anunció su salida de Lista Roja de Patrimonio.
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