Portugal no esperaba caer en esta nueva crisis

Una mujer camina con una tabla de surf por una calle de Lisboa, este viernes.
Una mujer camina con una tabla de surf por una calle de Lisboa, este viernes.PEDRO NUNES (Reuters)

El peluquero de la bocacalle que da a la Praça da Alegria, en el centro más bonito de Lisboa, no tiene más de 40 años y dice que está cansado de votaciones, de políticos y de debates. Es viernes. Han pasado solo unas horas desde que el presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, anunciara el jueves por la noche que disolverá la Asamblea de la República y convocará elecciones anticipadas para el 30 de enero amparándose en la falta de entendimiento de la izquierda para aprobar el presupuesto del año que viene. El peluquero recuerda eso, mueve la cabeza como si quisiera decir: “Hay que ver estos”. Luego, aunque manifiesta estar harto de política, se lanza con entusiasmo a dar su propia teoría con intención de discutir con el cliente: “Yo no pensaba que fuera a pasar esto. Portugal no es un país de radicales. Y yo le digo que los socialistas acabarán pactando tras las elecciones, esta vez con el centroderecha. Hoy por hoy, no hay otra…”.

El mismo Rebelo de Sousa, del partido de centroderecha PSD (Partido Social Demócrata), admitió que la población no se merecía esta crisis política sobrevenida. Según explicó en su discurso, “el ciudadano común y corriente no lo entiende”. Y añadió: “Ya tiene bastante con la crisis sanitaria, con la económica y la social”. Varios expertos y analistas políticos coinciden en que no es el mejor momento para convocar elecciones. Portugal, abonado a las crisis económicas desde 2008, veía cómo el fondo de recuperación europeo y el fin de la pandemia le permitían mirar al futuro con menos fatalismo y resignación que de costumbre. En 2013, por ejemplo, el país vivía una oleada inusitada de recortes y austeridad ordenada desde Europa. Un ejemplo: a todos los funcionarios que ganaban más de 600 euros se les bajó el sueldo. Por entonces, el paro escalaba hasta un 17% y el crecimiento del PIB rozaba el cero absoluto. Hoy, el desempleo casi no supera el 6% y las previsiones de crecimiento para el año que viene sobrepasan el 4%. En las calles de Lisboa vuelven a pasear los turistas extranjeros, ausentes durante la pandemia, los restaurantes y las tascas se llenan de nuevo de clientes y flota en el aire un ambiente, si no de euforia, por lo menos de optimismo. A ello ha contribuido el disciplinado pueblo portugués, que acumula el porcentaje de vacunación mayor de Europa, el 87%.

Por eso, la economista y analista política Maria João Marques considera que el hecho de adelantar elecciones “es inoportuno e irresponsable”. “La aplicación de los fondos europeos podría retrasarse por falta de un presupuesto, y la incertidumbre política repercutirá en la recuperación económica: habrá inversiones que se aplacen a la espera de lo que pase, y esta Navidad, que se esperaba más o menos normal —en comparación con la anterior, celebrada en pandemia— no será como esperábamos, sino más débil”. Y añade lo que constituye una tendencia nacional: “En Portugal se llevan a cabo un número absurdo de elecciones. Es muy raro que se termine la legislatura. Y eso ocurre desde hace 40 años”.

No solo el adelanto electoral, según los expertos, es inconveniente. También ha resultado inesperado para casi todos. Muy pocos lo hubieran previsto unas semanas atrás, según sostiene el profesor de Ciencia Política de la Universidad de Lisboa António Costa Pinto: “Ha sido una sorpresa para la población en general. Y para el presidente. Y para la derecha, que acusaba a la izquierda de escenificar la división, de hacer teatro. Y para los votantes de izquierda no solo es una sorpresa, sino una sorpresa muy desagradable”.

El previsible desánimo o enfado del votante de izquierdas ante esta votación puede hacer que crezca lo que también constituye otra tendencia nacional: el gran nivel de abstención, que supera el 40%. El profesor de Ciencia Política de Lisboa Pedro Magalhães sostiene que antes de alcanzar consideraciones generales como las que hizo Rebelo de Sousa sobre “el ciudadano común y corriente” hay que hacer y mirar los estudios. “El ciudadano común y corriente no existe, y aún es pronto para saber qué es lo que piensan los portugueses sobre las elecciones”, afirma. Para explicar la alta abstención prefiere buscar razones históricas de fondo: “El bajo nivel de educación, que va estrechamente ligado a la participación electoral; la existencia de grandes territorios despoblados donde, por la ley electoral, siempre salen las mismas opciones, con lo que muchos acaban desanimados; y, tercero, la falta de empuje y de implicación de los partidos en las campañas electorales, que parecen no buscar de verdad al ciudadano”.

Nadie sabe lo que va a pasar el 30 de enero. Hay sondeos que aventuran una victoria del Partido Socialista (PS) del primer ministro, António Costa, pero sin mayoría absoluta. Con lo que habrá que pactar, como bien pronostica el peluquero de la Praça da Alegria. La politóloga del Instituto de Ciências Sociais da Universidade de Lisboa Marina Costa Lobo tampoco se atreve a dar un resultado. Vaticina, eso sí, que la campaña que comenzará después de las Navidades, será decisiva.

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