Presos unidos contra el ‘efecto Illa’


Constituyen uno de los elementos más emotivos, si no el que más, de una campaña que la covid ha convertido en fría y telemática. Pero los presos del juicio del procés, condenados por delitos de sedición y malversación de fondos, también son un arma del independentismo para contrarrestar el llamado “efecto Illa”, que sitúa al PSC como tercero en discordia en la carrera a la Generalitat. Ayer los encarcelados, que gozan de tercer grado penitenciario desde el pasado viernes, leyeron un manifiesto para escenificar una unidad soberanista que renquea y mucho desde que hace un año el president Quim Torra diese por acabada la legislatura por deslealtades entre los socios. En un intento de exhibir un proyecto conjunto, el texto leído ayer aboga por “un Gobierno de la Generalitat que defienda un proyecto de país inclusivo, al servicio de la reconstrucción social y la liberación nacional”. “Y para avanzar hacia ese horizonte común es insoslayable seguir construyendo una estrategia compartida”.

El documento fue auspiciado por Òmnium, única entidad bajo cuyo paraguas se reúnen sin reticencias ERC y Junts per Catalunya. Cada preso y presa del juicio del procés leyó un párrafo del manifiesto que pide la amnistía, “el retorno de los exiliados” y el derecho de autodeterminación. Con todo, los asistentes y los organizadores tuvieron mucho cuidado en no pisar las líneas rojas impuestas por la Junta Electoral Provincial de Barcelona y no convertir el encuentro —que fue presentado como una rueda de prensa— en un homenaje “a los presos políticos y exiliados”, en lenguaje de la propia Junta en el fallo en que vetaba esa posibilidad explícitamente.

La concesión del tercer grado penitenciario a los líderes independentistas presos los ha convertido en un activo político para sus respectivos partidos, Esquerra Republicana y Junts per Catalunya. Lo que —no es baladí— les permite cohesionar a un electorado no muy motivado en tiempo de pandemia y que ha presenciado las discrepancias continuadas entre los socios de la Generalitat. De ahí que el acto de ayer quisiera resucitar la esperanza en una unidad que tanto unos como otros dan por enterrada debido al choque de estrategias de los dos grandes partidos soberanistas.

Ambas organizaciones proponen en público un Ejecutivo conjunto. Lo hacen tanto en actos de campaña como en el manifiesto leído ayer. Pero, tal y como reconocen dirigentes de ERC y de Junts en privado, es difícil casar la independencia exprés que proponen los de Carles Puigdemont con la “vía ancha” que sugiere en sus carteles electorales el partido de Oriol Junqueras. Es verdad que Esquerra Republicana no renuncia a la Declaración Unilateral de Independencia (DUI) que defiende Junts pasado el umbral del 50% de los votos para los partidos secesionistas. Pero los republicanos ponen muchas condiciones —como una mayoría aplastante de la sociedad favorable a la independencia—, lo que la hace casi inviable.

Ayer tocaba escenificar unidad, como sucedió el pasado viernes. Aquel día, sobre las diez y media de la mañana lucieron concordia al dejar la cárcel de Lledoners tanto los republicanos Oriol Junqueras y Raül Romeva como el dirigente de Òmnium Jordi Cuixart, pasando por los miembros de Junts per Catalunya Jordi Sànchez, Josep Rull, Jordi Turull y Joaquim Forn. Todos ellos parecían conjurados para aprovechar cada minuto de libertad, como sintetizó Turull. Un poco antes de las nueve de la mañana, la republicana Dolors Bassa, exconsejera, dejaba la prisión de Puig de les Basses. No sería hasta el sábado cuando la también republicana Carme Forcadell podría gozar del tercer grado penitenciario.

La espada de Damocles que pesa sobre todos ellos es el recurso de la fiscalía. Otra arma política para esta campaña. Si el asunto se resuelve con rapidez —algo no muy probable, puesto que estamos ante un recurso de alzada y no de apelación, que tendría carácter suspensivo de la medida— y se revoca el tercer grado en plena campaña, los partidos independentistas se volcarán en presentar a sus líderes como “víctimas de la represión”. Al contrario, si continúan con el tercer grado, su presencia se normalizará y es probable que con el paso de los días las formaciones secesionistas pasen de las elipsis al terreno de lo concreto. Junqueras ya ha bajado en algunas de sus intervenciones a hablar de la corrupción, uno de los talones de Aquiles de Junts, heredero mayoritario de la Convergència del caso 3%. Mientras, Puigdemont pide el voto para su formación y expresamente no para ERC, porque Junts son “los que plantan cara”.

Junqueras es el gran activo de esta campaña de Esquerra. Si como diputado solía dirigirse sin papeles al hemiciclo del Parlament, en los actos electorales su presencia y el tono de homilía que emplea en sus reflexiones dan más vitalidad política a unos mítines en los que el candidato, Pere Aragonès, aporta una visión más tecnocrática y previsible. De hecho, son muchos quienes opinan que el líder republicano preso en Lledoners salva buena parte de los actos electorales de su partido. Lo importante en esta carrera electoral es llegar el primero y asegurarse la hegemonía del independentismo. Quien obtenga más diputados podrá elegir alianzas. En este sentido, la aportación de Junqueras a la campaña de ERC es fundamental, piensan desde el partido republicano.

No sucede lo mismo en Junts per Catalunya, donde sobran tablas. Laura Borràs sabe cómo contentar a su electorado y tiene buen dominio de las palabras. Es de lo que se trata. La volatilidad ideológica del partido de Puigdemont es compatible con su propuesta de “independencia mágica”, según definición del dirigente de la CUP Carles Riera. La falta de concreción en muchos terrenos es compatible con la dureza terminológica de los dirigentes de la formación, lo que permite una comunión perfecta con su electorado. Entre los presos independentistas cuentan con el apoyo de Jordi Turull, un exconvergente histórico. Turull, el pasado fin de semana, llamó al secesionismo a reaccionar en las urnas con su voto para “evitar la castración química” de las instituciones catalanas.

Lo que se dirime en esta campaña —y los presos, sobre todo en el caso de ERC, pueden contribuir a ello— es la hegemonía del independentismo. Quien llegue primero a la plaza de Sant Jaume será quien decida. Mientras tanto, Salvador Illa se ha convertido en el enemigo a batir. No sea que en el fragor de la batalla entre secesionistas un tercero en discordia se les anticipe.


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