Rusia es el segundo mayor exportador de petróleo del mundo y, por mucho, el primer suministrador de gas de Europa. Parte de esa energía pasa por gasoductos que están en Ucrania. Hasta ahora, la guerra no ha cambiado esto y el gas se sigue llegando a los países europeos al mismo ritmo. Pero Putin tiene el poder de abrir o cerrar ese grifo. ¿Qué puede pasar?
En el vídeo que acompaña a esta noticia, Ignacio Fariza, redactor de la sección de Economía de EL PAÍS especializado en energía, plantea los tres escenarios posibles. El primero, el que más posibilidades tiene de cumplirse, al menos a corto plazo, es que las bombas no causen daño en los tubos que cruzan Ucrania y Putin no cierre el grifo. En un segundo escenario, Moscú podría recortar drásticamente la cantidad de gas que fluye por los gasoductos hacia el oeste. Si esto pasase, las cosas se complicarían en la UE, siempre con la amenaza de cortes de suministro en Europa central que son muy dependientes del gas ruso. En el tercer escenario, Putin cierra totalmente el grifo a Unión Europea y se enfoca en China para vender el gas sobrante. Es, de largo, el más peligroso para Europa, porque se quedaría sin suministro y, a la vez, Moscú podría paliar el golpe económico con una nueva fuente de entrada de divisas.
¿De qué depende que se cumpla cada uno de los escenarios posibles? ¿Cuál es el poder de Rusia para cambiar las reglas del juego? ¿Qué consecuencias tendría en Europa cada una de las opciones posibles? Todas estas preguntas se responden en el vídeo.
Por último, ¿cómo afectaría un cambio en el suministro a España? Pase lo que pase, incluso en el caso de corte drástico del grifo ruso, el suministro está garantizado. ¿Por qué? Porque la dependencia del gas en España no depende realmente de Rusia, sino que se podría aumentar la regasificación en la red de puertos adaptados para recibir combustible por barco desde terceros países.
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