En esta nueva vida que ha empezado esta temporada para la Real, gracias a la maravillosa arquitectura de su nuevo estadio, a veces uno tiene la sensación de que en más de una ocasión más que a un partido de fútbol asiste a un concierto de rock. Desde que en los prolegómenos del partido sonó el mítico ‘Kitzgrill Bop’ de los Ramones, con su no menos mítico estribillo ‘Hey Ho, Let’s Go’, hasta que el DJ eligió, en consonancia a la matinal, el ‘Euritan Dantzan’ de Gatibu, la música mandó a todo trapo en esos tiempos muertos que ofrece el encuentro, para que nadie baje la guardia.
Del resto, ya se encarga un equipo al que, evidentemente, no le pueden acompañar con una banda sonora que no sea rock and roll clásico, del bueno. Con una actuación plena de electricidad, desarboló al Betis. Le remontó en apenas 24 minutos de estampida. Le hizo tres goles en 45 minutos de juego real. Y le pudo marcar dos o tres más en las claras ocasiones de las que disfrutaron Portu y Merino al filo del descanso y Oyarzabal nada más comenzar la segunda parte.
Sí, está totalmente confirmado. Los Ramones y Gatibu, pero tranquilamente podrían ser AC/DC o Guns N’ Roses, como han sonado otras tardes, son los perfectos teloneros para este equipo configurado para no dar un sólo paso atrás. Así, ni siquiera encajar un gol a los 12 minutos después de venir de perder el último encuentro en casa generó la mínima duda en una tropa configurada para avanzar como si no hubiera un mañana. Dicho y hecho. En el 12 perdían, en el 36’ ya ganaban y en el 57’ ya habían sentenciado el partido ante un Betis que en ningún momento pudo emparejar la energía exhibida por la Real, a pesar de manejar una propuesta, a priori, similar.
La forma de entender el juego de este equipo quedó ayer oficialmente declarada, si es que aún hacía falta hacerlo. Posicionamiento avanzadísimo sobre el campo del equipo, presión voraz tras la pérdida para atacar rápido y verticalidad indisimulada a la mayor velocidad posible en busca de la portería rival. Sin término medio. Irrebatible propuesta si atendemos a los números, con tres de los cuatro partidos jugados en casa ganados (la pasada temporada hubo que esperar hasta febrero para cantar el tercer triunfo en casa) y cuarta posición en la tabla, en puestos de Champions League.
No se permitió el lujo el equipo, siquiera, de descansar con el balón cuando ya había ganado la guerra y tenía al adversario rendido pese a que introdujo cambios en busca de un empate en el que no creyó nunca. Con la tropa fundida, los Odegaard, Zaldua, Sangalli o Merino seguían yendo hacia adelante con una determinación admirable porque su única vocación es esa. Porque Imanol tiene claro que la obligación de su equipo es emocionar a su gente. Aunque haya momentos en los que, con el partido ganado, tampoco esté de más pensar en que dentro de siete días espera otra batalla en Vigo.
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