El consejo de administración de Twitter ha decidido finalmente vender la compañía a Elon Musk, el hombre más rico del mundo y presidente ejecutivo de Tesla, en una operación valorada en 44.000 millones de dólares (unos 41.000 millones de euros). En Twitter, la red de la conversación, la personalidad del nuevo dueño ha provocado un enorme debate y varias tendencias globales. Hay quien cree que Musk llevará a la compañía a nuevas metas, hay quien piensa que la única alternativa es huir para siempre de Twitter y hay pocos que no se pronuncian.
Pero es probable que el futuro sea algo más templado.
El discurso del propio Musk sobre Twitter es que lo compra para mejorarlo, no por dinero ni por influencia. El análisis más concreto de su compra lo hizo el 14 de abril, en una charla TED, el mismo día en que se hizo pública su oferta. Su tesis es que Twitter necesita más claridad en las normas, más transparencia en los algoritmos y más libertad en el discurso. Los detalles que ofreció, sin embargo, fueron escasos.
Su intención última, siempre según sus palabras, es salvar la democracia: “Es muy importante que haya un escenario inclusivo para la libertad de expresión”, dijo. “Twitter se ha convertido en una especie de plaza pública de facto, por lo que es realmente importante que la gente crea y perciba que puede hablar libremente dentro de los límites de la ley”, explicó. Este recurso es indispensable tanto para “el funcionamiento de la democracia en EE UU como en muchos otros países”, añadió.
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Para que haya menos dudas y más transparencia, el algoritmo de Twitter debe estar colgado en GitHub, la plataforma de código abierto, y otros programadores deben poder hacer comentarios y sugerencias, “como ocurre con Linux y Signal”, recomendó Musk. También los usuarios deben ser perfectamente conscientes de por qué se toman decisiones: cualquier acción de por qué se promueve o no un tuit “debe ser evidente, de modo que no haya manipulación tras bambalinas, ya sea algorítmica o manual”, explicó el nuevo propietario de Twitter.
I hope that even my worst critics remain on Twitter, because that is what free speech means
— Elon Musk (@elonmusk) April 25, 2022
Sobre la libertad de expresión admitió ser “absolutista” y dijo que gritar “fuego” en un teatro lleno “debería ser un crimen”. El multimillonario sudafricano intentó aportar su visión sobre el debate en torno a los límites de la libertad de expresión con esta frase: “Una buena señal de libertad de expresión es que alguien que no te gusta pueda decir algo que no te gusta. Si eso es así, tenemos libertad de expresión”, dijo.
Tras estas declaraciones, varios periodistas han puesto de relieve las contradicciones de Musk en este asunto, al recordar numerosos ejemplos en los que el empresario intentó acallar o limitar el discurso de alguien que no le gustaba, como cuando llamó “pedófilo” a un submarinista de una cueva tailandesa, cuando persiguió y espió a un ex empleado por hablar con la prensa o cuando bloqueó una cuenta de un joven de Florida que publicaba en Twitter todos los vuelos de Musk.
No clue if Musk will make Twitter worse, but anyone who believes Musk cares about protecting speech please hmu I have some exciting bridges I’d like to sell you! pic.twitter.com/p7XfnOhOYE
— Lincoln Michel (@TheLincoln) April 25, 2022
Y llegados a este punto, es cuando se plantea el debate real sobre qué implica que la persona más rica del mundo pueda hacer lo que quiera con una de las plataformas más potentes de comunicación. Esta compra no es Jeff Bezos adquiriendo el Washington Post o Rupert Murdoch, el Wall Street Journal. Cuando le preguntaron al propio Musk qué le parecía que la persona más rica comprara Twitter, su respuesta fue reírse de Mark Zuckerberg: “Tiene Facebook, Instagram y WhatsApp con una estructura que permitiría a Mark Zuckerberg XIV seguir siendo el propietario. No ocurrirá eso con Twitter”, dijo.
Antes de valorar cómo llevaría a cabo la adquisición, dijo que esta no la hacía por dinero: “Mi intuición es que tener una plataforma que tiene la confianza de todos, inclusiva, es extremadamente importante para el futuro de la civilización. No me importa el dinero”, aseguró. Una cosa es que no le importe el dinero y la otra que no perciba maneras de hacer explotar los beneficios de Twitter, además de controlar una herramienta que le ha dado muchos réditos. Sus tuits sobre Tesla, SpaceX e incluso la criptomoneda dogecoin le han hecho más rico.
El acceso permanente a una plataforma así, y que mantenga su influencia, le es indispensable. Pocos entienden la importancia de captar la atención como Musk. Twitter tiene diez veces menos usuarios que Facebook, YouTube o Instagram, pero su peso no es proporcionalmente inferior.
En la charla TED. Musk también se refirió a las suspensiones permanentes de perfiles en Twitter: “No sé si tengo todas las respuestas, pero creo que sería mejor ser reacios a eliminar cosas y ser cautelosos con las prohibiciones permanentes. Creo que las suspensiones temporales son mejores que las prohibiciones permanentes”. El suspendido más célebre de Twitter es Donald Trump. Su hipotética vuelta a Twitter en 2022 sería para preparar y proyectar al mundo su posible candidatura a presidente en 2024. De hecho, en el Partido Republicano ven la llegada de Musk a Twitter con buenos ojos.
Es probable que el dueño de Tesla devuelva el control de su cuenta a Trump, como muestra de libertad de expresión, pero en ese caso está claro que le haría un favor al republicano, que el hipotético futuro presidente de EE UU podría devolverle con su poder en Washington a favor de Tesla, de SpaceX o aliviándole sus problemas con la Comisión de Mercado y Valores. Igual que con Trump, otros gobiernos podrían aspirar a usar Twitter con más libertad o sin etiquetas como “medio de comunicación estatal”. Si es algo, como en China, que puede perjudicar los intereses de Tesla, el conflicto de intereses sería evidente. Las sospechas sobre las decisiones de Twitter serán atribuidas a Musk, para lo bueno y para lo malo. Es probable que ya lo tenga bien pensado.
En su charla, Musk dijo que no editará “tuits personalmente” para explicar por qué un tuit cumple o no las leyes de un país, que es el criterio que se impuso. Pero será difícil dudar que las decisiones relevantes no pasen por sus manos.
Dentro de Twitter, empresa acostumbrada a los jaleos públicos, el ambiente era de mayor tensión que en otras ocasiones. Aparte de todo el debate público sobre Musk, una de sus famas bien ganadas es impulsar a sus empresas hacia la excelencia a cambio de una férrea organización empresarial. Es famosa su leyenda sobre cómo dormía en la planta de Tesla en los días más difíciles de la empresa. En la sede de Twitter en San Francisco, el shock puede ser especialmente notorio.
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