Siendo la vigente Balón de Oro, Ada Hegerberg renunció a jugar el Mundial de Francia de 2019 con Noruega por la discriminación que se vivía entonces entre las selecciones masculina y la femenina. En su país, que había sido pionero en poner fin a la brecha salarial, todavía había diferencias en materia de recursos, tratamiento y visibilidad entre hombres y mujeres, por lo que Ada tomó una decisión “difícil pero bien pensada”, tal como ella misma la calificó. En el cénit de su carrera, con apenas 23 años, decidió decir adiós a su mayor sueño por una causa que estaba por encima de sus aspiraciones personales.
Ni qué decir tiene que su ausencia fue un golpe muy severo para la FIFA, una bofetada en toda regla en una época donde el término ‘equality’ se paseaba como orgulloso lema en el máximo organismo del fútbol mundial.
Ada nos enseñó a ver el mundo con otra mirada. Por ello es inevitable plantearse si se hubiera atrevido a llevar el brazalete ‘One Love‘ -‘Un solo amor’- sobre una bandera arco iris en este Mundial o cómo habrá reaccionado al cínico discurso del “hoy me siento qatarí, hoy me siento gay….hoy me siento mujer” del propio Infantino. Seguramente hubiera desafiado al poder, como ya hizo en su día. Su gesto de renuncia al Mundial cobra especial relevancia hoy, cuando necesitamos referentes para afrontar unas normas tan injustas como absurdas.