Las 15 valientes –más Alexia Putellas, la Mejor Jugadora del Mundo, quien se ha sumado a la causa– que han decidido poner su nombre a las peticiones de cambios en la gestión de la selección femenina no están pidiendo más dinero, ni mejores condiciones, ni siquiera los mismos recursos que sus compañeros de selección. Todo eso, que ya se ha logrado en otros países, es una lucha que aún les queda muy lejos. Están pidiendo que las traten como a profesionales, tanto a nivel personal –“no vamos a tolerar el tono de infantilización de la RFEF”, dicen en su comunicado– como a nivel deportivo, reiterando una mayor exigencia en la dinámica y preparación del equipo. Es decir, piden un trabajo más profesional para llegar al Mundial en excelentes condiciones y con opciones de ganar títulos. Como las tienen en el Barça, sin ir más lejos.
Que unas futbolistas que han ganado la Champions y los mayores galardones individuales no se sientan en buenas manos y tengan que autogestionarse es un problema muy grave. Quizás la RFEF, en lugar de amenazarlas con no volver a jugar si no piden perdón, debería escucharlas y resolver, con urgencia y discreción, una crisis alarmante. Y no tratarlo como un “capricho”.