La Real tuvo un tratamiento de grande en Ceuta. El equipo txuri urdin apenas permaneció durante 27 horas en la ciudad autónoma del norte de África, pero fueron de los más intensas. La acogida del club anfitrión y de los habitantes de la propia localidad fue espectacular y el viaje, que tenía pinta de odisea cuando el sorteo deparó este singular emparejamiento, fue cómodo y agradable, gracias asimismo a la pericia y el buen hacer de los responsables de organizarlo, porque, entre otras cosas, hubo que pasar en dos ocasiones la complicada frontera del Tarajal.
El resultado lo cambia todo y la Real ganó con contundencia merced a 10 minutos de inspiración de la segunda parte en la que pasó el rodillo. El Ceuta se lo llegó a creer antes de que en ese minuto 55 Luca
Sangalli abriera el marcador. De hecho, el Alfonso
Murube, que estaba a rebosar, se lanzó al grito de ‘¡Manos arriba, esto es un atraco!’, tras el mano a mano de Cristo con Remiro, en el que el delantero simuló de una manera demasiado sobreactuada un penalti que no fue. La parroquia se fue relajando y entregando a la resignación según fueron cayendo los goles.
La bienvenida a Isak
Fue al final cuando se desató la locura. Antes de empezar, primaba la calma bajo el imponente sol ceutí. De hecho, el encargado de megafonía tuvo una peculiar forma de dar la bienvenida a la Real: “Isak, qué emoción: te tengo en el Comunio y ahora te veo en directo”. Guevara se lo tradujo y el sueco respondió con un gesto de complicidad al del micrófono.
Cuando el árbitro pitó el final del encuentro, decenas de aficionados invadieron el campo. Muchos jugadores realistas acudieron raudos al vestuario, pero otros, los más alejados del túnel, ubicado en uno de los fondos, fueron abordados por los hinchas, que querían firmas, fotos, prendas, lo que fuera. Barrenetxea, con una amabilidad y una paciencia extremas, atendía uno a uno, sonriendo para cada instantánea, firmando a cada joven, hasta que se vio rodeado por casi un centenar de personas. Alguien le advirtió de que el avión no le iba a esperar y tuvo que acudir a la caseta custodiado por los agentes de seguridad, que le hicieron pasillo para despejarle el camino.
En los vestuarios tampoco cesó la agitación. Muchos jugadores del Ceuta querían el souvenir de su partido contra un equipo de Primera, nada menos que la Real, y pidieron las camisetas verdes de los realistas. Pero por allí no sólo comparecían los futbolistas ceutíes. Empleados y hasta miembros de la seguridad también querían un recuerdo y pidieron hasta los gallumbos de los futbolistas realistas.
Aspersores a pleno rendimiento
La gran preocupación era la hierba artificial, que condicionó el juego, pero no impidió la correcta circulación del balón. Por la presión que ejerció la Real o no, los aspersores del campo funcionaron a pleno rendimiento tanto antes de empezar como en el descanso.
El viaje de vuelta fue como la seda. Con la avanzadilla de la policía, cortaron la circulación hasta en las rotondas, para que pasara sin obstáculos y sin necesidad de pararse el autocar con los jugadores. En la frontera, apenas 10 minutos de espera para enseñar los pasaportes. Y en el aeropuerto, el avión ya estaba esperando para transportarles hasta Pamplona en medio de un clima de relax y silencio.
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