Christian soñaba con estudiar para forjarse un futuro y ayudar a su familia. Pero lo que más le entusiasmaba era la danza folclórica que practicaba desde que era niño… Uno de sus restos óseos fue hallado en una barranca de Cocula.
Uno de los restos óseos del normalista Christian Alfonso Rodríguez Telumbre fue hallado en una barranca de Cocula, Guerrero.
“Este no fue tirado ni encontrado en el basurero de Cocula ni en el río (San Juan), una versión que sostuvo la anterior administración”, afirmó el martes el titular de la Unidad para el caso Ayotzinapa de la FGR, Omar Gómez Trejo.
Christian era el único hijo varón de Clemente Rodríguez y Luz María Telumbre; tiene tres hermanas con las que creció en el barrio de Santiago en Tixtla, Guerrero.
Su familia fue informada antes del hallazgo en la barranca de la carnicería, en Cocula, levantado en noviembre del año pasado según la FGR.
Cuando desapareció el 26 de septiembre del 2014 tenía 19 años.
Alto, moreno y ojos negros, Christian soñaba con estudiar para forjarse un futuro y ayudar a su familia. Pero lo que más le entusiasmaba era la danza folclórica que practicaba desde que era niño. Bailaba en el grupo de danza folclórica Xochiquetzal.
De la preparatoria salió con un promedio de 8.74 y esperaba convertirse en veterinario o en maestro de educación especial, pero la Escuela Normal Rural era su única opción porque su familia no podía solventar los gastos de una carrera universitaria.
Le decían Clark por sus anteojos negros similares a los del protagonista de Superman, Clark Kent. Sus amigos de la preparatoria 29 le llamaban “Soncho” o “Sonchito” y en la escuela normal rural de Ayotzinapa lo conocían como “Hugo” ya que le gusta usar playeras de la marca Hugo Boss.
Todos estos datos se desprenden del texto sobre Rodríguez Telumbre escrito por la periodista Patricia Sotelo Vilchis, del cual compartimos un fragmento:
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El Superman bailador*
¿Qué harías si Christian apareciera?
A Lucía le brillan los ojos y en un instante se tapa su rostro con sus delgadas manos y sólo atina a decir, sin reparar en el peso de su expresión ni en la ironía de su significado: “¡Me muero!”
Lucía Vázquez es la novia que Christian Alfonso Rodríguez Telumbre aún no conoce, la que nunca ha visto. Pero ella, sin darse cuenta, ha ido incubando un sentimiento parecido a ansiedad, a las ganas de verlo, a pesar de que nunca lo ha mirado a los ojos ni escuchado su voz.
Sus destinos se cruzaron justo en la ausencia de él después del 26 de septiembre, cuando Christian y otros 42 estudiantes de la normal “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa desaparecieron en Iguala.
Movida por la indignación, Lucía (cuyo nombre real omito a petición suya) se incorporó a las protestas y marchas en reclamo del regreso con vida de los jóvenes desaparecidos. En la caravana que hicieron los padres de los estudiantes por el sur del país, a dos meses de no tenerlos, conoció a Mayra, una chica de tez morena, cabello negro, dientes desordenados y mirada esquiva que por su juventud —25 años— desentonaba entre los padres adoloridos.
El primer contacto se dio en el comedor de una de las Normales del estado de Morelos. Lucía, siete años menor, se sentó junto a ella y descubrió que era tía de Christian y que para buscarlo había renunciado a su trabajo en una farmacia de Cuernavaca.
Desde ese momento Lucía y Mayra forjaron una amistad que trascendió las marchas y mítines. Comenzó a frecuentarla y conoció a la familia de Christian. Se ganó el cariño de las tres hermanas del joven desaparecido y de sus padres, Clemente y Luz María, quienes acabaron por considerarla parte de la familia.
Entre broma y broma comenzó a surgir la idea de que Lucía podría convertirse en la novia de Christian y a tres meses de su desaparición las hermanas le decían: “Ahora que regrese Christian a ver si quieres ser su novia”.
—Si él quiere pues sí— contestaba Lucía consciente, todavía, de que era un juego. Así fue hasta que a ella también comenzó a moverla, a emocionarla, la esperanza de su regreso.
* Texto perteneciente a la campaña Marchando con letras