El nombre de Guillermo Söhnlein ha resonado en los últimos días desde la desaparición del sumergible Titan, que ofrece una expedición turística a los restos del Titanic y cuyo último viaje terminó en la implosión que le costó la vida a cinco tripulantes.
Söhnlein cofundó OceanGate, la empresa que operaba los viajes del sumergible al fondo del Océano Atlántico. La compañía privada nació en 2009, de la mano de su otro fundador Stockton Rush, quien iba a bordo del Titan en el momento de la implosión.
Según su perfil de Facebook, Söhnlein nació en Buenos Aires en 1966 y emigró a Estados Unidos en 1972. Se radicó en San José, California, en donde estudió economía y derecho.
El argentinoestadounidense se retiró de Ocean Gate en 2013 por motivos no especificados, de acuerdo con su perfil de LinkedIn, en el que se describe como “consultor independiente y emprendedor social, centrado en la innovación, los negocios internacionales y la exploración y asentamiento sostenible de entornos extremos”.
Actualmente es CEO de Fortivo Music y Humans2Venus, empresa privada enfocada en establecer presencia humana permanente en Venus.
ESTO DIJO SOBRE LA TRAGEDIA DEL TITAN
Söhnlein rechazó hoy algunas críticas sobre la seguridad de la compañía al considerar que esas personas no disponen de “toda la información” para poder opinar.
En declaraciones a la emisora británica BBC Radio 4, Söhnlein, estadounidense de origen argentino, que, dijo que aquellos que comentan sobre asuntos relativos a las condiciones de seguridad del sumergible siniestrado Titán no están “totalmente informados”.
“Las personas no hacen más que equiparar certificación con seguridad e ignoran los 14 años de desarrollo del sumergible Titán”, lamentó.
Según él, “cualquier experto que sopese esto, incluyendo a (el director James) Cameron, también admitirá que no estaban cuando se diseñó el sumergible, durante el proceso de ingeniería del sumergible, durante la construcción del sumergible y, con seguridad, tampoco cuando se llevó a cabo el riguroso programa de pruebas al que se sometió el sumergible”.
Söhnlein consideró que lo ocurrido había supuesto “una trágica pérdida para la comunidad de exploración oceánica” si bien apuntó que cualquiera que trabaje en el océano “conoce el riesgo de operar bajo tal presión y sabe que en un momento determinado corre el riesgo de sufrir una implosión de este tipo”.
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