El lateral uruguayo Lucas
Olaza confía en hacer “una buena temporada” con el Celta
de
Vigo para cumplir su “sueño” de continuar en el fútbol español, al que regresó el pasado mes de enero, cedido por Boca Juniors, tras un breve paso por el filial celeste, con el que disputó 24 partidos la temporada 2014-15 en Segunda División B.
“El Celta me abrió las puertas de jugar en el fútbol europeo, que es lo que sueña cualquier niño de Uruguay. Por eso le estoy tan agradecido. Yo quiero seguir jugando acá, me siento muy bien en España, pero no sé qué va a pasar en el futuro. De mí solo depende trabajar y hacerlo lo mejor posible”, declaró a Efe el defensa.
El charrúa, que finaliza su cesión en junio de 2020, llegó en el pasado mercado invernal al Celta para suplir la baja de Júnior Alonso –se marchó traspasado a Boca- y pelearle la titularidad a David Juncá, quien hasta entonces lo había jugado todo.
Tardó dos meses en entrar en una convocatoria –fue descartado en sus siete primeros partidos como celeste, primero por Miguel Cardoso y después por Fran Escribá-, pero una lesión muscular de su compañero le abrió las puertas de la titularidad ante el Villarreal, en un duelo que acabaría siendo clave para la continuidad del equipo en Primera.
“El fútbol es así. El inicio no fue fácil, pero supe esperar mi momento. Y cuando llegó mi oportunidad lo hice lo mejor posible. En cada entrenamiento siempre doy lo máximo, trabajo para ayudar a crecer al equipo”, afirmó Olaza, un fijo desde entonces en el once del Celta.
El lateral reconoce que haber jugado en Boca es “una de las cosas más lindas” que le ha pasado en su carrera profesional: “El ambiente que se vive en cada partido es una locura, da igual el día o el horario. Eso fue lo que más me sorprendió. De afuera uno conoce a ese club, pero cuando estás dentro te das cuenta de la dimensión que tiene ese”.
De familia “muy humilde”, Olaza agradece a sus padres el “sacrificio” que hicieron cuando era un niño para que él pudiera seguir jugando al fútbol. “Cuando uno es chico no se da cuenta, pero ahora sé que lo que mis padres hicieron por mí. A mí me tocaba tomar dos colectivos para ir a entrenar, pero ese es el sacrificio que cualquier futbolista haría allí. Ellos, sin embargo, cambiaban turnos para llevarme, daba igual el día o la hora. Siempre me dieron su apoyo”, recuerda.
A pesar de tener menos de cuatro millones de habitantes, Uruguay siempre se ha caracterizado por ser un país de buenos futbolistas. Él lo achaca a la “humildad” y al “trabajo”.
“Allá todo lo ganamos con mucho sacrificio, allá todo cuesta el doble. Hay mucha humildad, mucho trabajo. A pesar de ser un país pequeño, salimos muchos futbolistas por esa garra, por ese trabajo que le metemos”, consideró.
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