POWAY, California — Minutos después de que el atacante huyó del tiroteo en el que mató a una mujer dentro de una sinagoga del sur de California, el rabino Yisroel Goldstein envolvió su mano ensangrentada en un manto de oración y se dirigió a su aterrorizada congregación con la promesa de mantenerse firme frente a otro atentado letal en un templo.
“Somos una nación judía que mantendrá su confianza. No permitiremos que nadie nos hunda. Estos actos de terrorismo no nos hundirán”, le dijo Goldstein a su congregación después de los disparos en Chabad, de Poway, según recuerda.
Una de las feligresas, Lori Kaye, de 60 años, murió en el tiroteo, en el que también resultaron heridos Goldstein, Noya Dahan de 8 años y su tío de 34, Almog Peretz, señalaron las autoridades. Horas después de que los tres fueran dados de alta de los hospitales, Goldstein describió el calvario durante una conferencia de prensa frente a la sinagoga al norte de San Diego.
Goldstein dijo que se estaba preparando para una ceremonia en el último día de la Pascua judía cuando vio frente a él a un joven con anteojos oscuros y un fusil.
“No podía verle los ojos. No podía verle el alma”, dijo el rabino. Alzó las manos para protegerse y perdió uno de los dedos de un balazo.
Y entonces, relata Goldstein, “milagrosamente el arma se atascó”.
El ataque del sábado ocurrió exactamente seis meses después de un tiroteo dentro de una sinagoga de Pittsburgh.
John T. Earnest, de 19 años, se entregó a la policía tras ingresar a la sinagoga y disparar contra las cerca de 100 personas que oraban en el interior.
Earnest, con quien las autoridades no habían tenido contacto antes, podría enfrentar el cargo de crimen de odio, además del de homicidio una vez que sea imputado, informó William Gore, jefe de policía del condado San Diego. El sospechoso permanece detenido sin derecho a fianza y se desconoce si cuenta con un abogado.
La policía inspeccionó la casa de Earnest y señaló que también se le investiga con relación a un incendio provocado en una mezquita en la localidad de Escondido, California, el 24 de marzo.
La víctima de 8 años dijo que apenas había terminado de rezar y estaba por salir a jugar con otros niños cuando comenzaron los disparos. Su tío los sacó a ella y a otros niños del lugar, relató Dahan.
La sangre corría de su pierna, pero los doctores le dijeron que no necesitaría cirugía, comentó.
“Estaba muy, muy asustada”, señaló. “No vi a mi papá. Pensé que había muerto”.
Su padre, Israel Dahan, de 32 años, dijo que se escudó detrás de una mesa plegable tan pronto vio al hombre armado. Después se apresuró a poner a salvo a dos de sus otros hijos.