Rahm, entre teléfonos y guardaespaldas


El poderoso circuito estadounidense sugirió hace tiempo a los mejores golfistas del mundo una idea para hacer más atractivas las retransmisiones de los torneos. Las grandes cadenas televisivas pensaron que sería interesante escuchar lo que dicen los jugadores durante una ronda oficial, cómo se lamentan al fallar un golpe, qué hablan con los caddies, cómo discuten la preparación de un golpe, y que lo ideal sería que llevaran un micrófono en la camiseta. Las estrellas se negaron. Ninguno quería que se hicieran públicos los improperios que a veces salen de la boca de un golfista frustrado. Ya hay bastante, pensaron, con los micrófonos de ambiente, que en el vacío de público de la pandemia han escuchado más de lo habitual —Justin Thomas, por ejemplo, perdió el patrocinio de Ralph Lauren el pasado enero porque después de fallar un golpe sencillo se llamó a sí mismo faggot, que puede traducirse como “maricón”—.

Sin llegar a esa invasión de la intimidad, el circuito europeo ha explotado una fórmula más original. Se trata de entrevistar al golfista durante el mismo juego, normalmente en un par cinco en el trayecto desde el golpe de salida hasta el segundo impacto. En esos centenares de metros que el golfista recorre andando a buen paso, un reportero camina en paralelo al jugador con un micrófono de palo largo (hay que guardar cierta distancia de seguridad) y le suelta algunas preguntas. Al invento se sometió este viernes Jon Rahm, durante la segunda jornada del Open de España, que finalizó con 12 bajo par, segundo clasificado a un golpe del holandés Wil Besseling (-13).

Mientras Rahm marcaba el ritmo, resoplando, con dos grandes hileras de aficionados a sus costados por detrás de las cuerdas (en toda la jornada acudieron 9.765 personas), habló de sus sensaciones al arrastrar de nuevo una riada de miles de aficionados tras sus pasos: “Es impresionante. He visto mi cara por todos lados en Madrid. Me reconocen por la calle, y ahora estoy entendiendo que esto es parte de ser quien soy”. Es decir, el número uno del mundo, el ganador del US Open. “He ganado muchos torneos nacionales amateurs, y por eso ganar el Open de España es muy especial, porque el trofeo es igual pero más grande”. Y, preguntado sobre qué fue lo primero que comió cuando llegó a España, no dudó: “Jamón. Aunque lo que me ponga mi madre en el plato bien está”.

Antes y después de esa entrevista a la carrera, Rahm apretó los dientes en un inicio de ronda que no fue tan fulgurante como el del día anterior. Si el jueves partió con seis golpes descontados en los primeros ocho hoyos (salió desde el 10), este viernes rebajó en uno la tarjeta en ese tramo (salida desde el uno), con más problemas para coger las calles y menos afilado con el golpe a green. Puede que influido también por jugar en el turno de la tarde, cuando el campo está más pisado. “No he sentido que haya jugado mal”, expresó Rahm, “es verdad que no he tenido el mejor feeling, pero el resultado no ha sido malo”, expresó sobre su vuelta de 67 golpes, cuatro bajo par. Sí perdió varias calles de salida, como en el hoyo cuatro, cuando se fue al barro, y en el 13, a un camino de cemento desde el que pudo dropar. De ahí metió la bola entre los árboles para aterrizar en el green entre aplausos. Un toque de imaginación, de manos de seda.

Fue una de las tantísimas veces en que los aficionados sacaron a pasear los móviles para captar el instante del golpe. Y ahí Rahm, blindado durante la vuelta por cuatro guardaespaldas, sí llamó la atención. El número uno explicó después de la vuelta que entendía la enorme expectación que genera, pero que en varias ocasiones se había sentido distraído por el ruido de los teléfonos al hacer una foto, recibir un mensaje o incluso alguna llamada. Situaciones muy poco comunes en otros países, pero algo más frecuentes en un torneo como este en el que Rahm ha desatado la locura.

9.765 personas

En 1995, cuando Severiano Ballesteros logró su tercera y última victoria en el Open de España (antes venció en 1981 y 1985), el Club de Campo Villa de Madrid registró unos 40.000 seguidores durante todo el torneo. Eran los últimos coletazos del genio cántabro, a quien en el fervor popular ha sustituido ahora Jon Rahm con el carisma y la energía de sus 26 años.

En el Open de 2018, celebrado en el Centro Nacional de Golf, unos 50.000 aficionados presenciaron la primera victoria en el campeonato nacional de Rahm. Al año siguiente, ya en el Club de Campo, y pagando entrada, fueron 30.000 personas en total los que vieron en directo cómo el vasco defendía el título.

En dos días en esta edición, la afluencia ha llegado casi a los 20.000, lo que hace suponer que durante el fin de semana se superarán con creces los mayores registros de un torneo en España. El jueves entraron 8.542 aficionados, y este viernes fueron 9.765 los que pagaron la entrada. “Se nota que la gente tiene ganas”, comentó Rahm.

Clasificación del Open de España.

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