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Raíces, la cocina inconformista de Carlos Maldonado

Puntuación: 7
Pan 6,5
Bodega 7
Café 7
Ambiente 6,5
Aseos 7
Servicio 7
Cocina 7
Postres 7

A Carlos Maldonado le bastan dos únicos menús para dejar en evidencia el inconformismo que preside su cocina. A través de pequeños bocados, censura a su ciudad por el mal estado del río Tajo que la atraviesa, rinde tributo a recuerdos de su infancia y alude a vínculos gastrogeográficos, como el que une a Talavera de la Reina con Puebla (México), hermanadas por la cerámica. Sus platos se sustentan en relatos y metáforas que han ido ganando en técnica y conocimientos. Desde sus inicios, ha trabajado para ganarse a sus comensales a través de la despensa y los sabores manchegos. Entre el momento en el que se alzó con el triunfo en MasterChef 3 en 2015, su paso posterior por el programa Cocineros al volante con su cocina gamberra, la inauguración de su restaurante Raíces en 2017 y la estrella que recibió de la guía Michelin 2021, ha demostrado unas dotes para el oficio que pocos le reconocían. En su cocina hay perseverancia, técnicas y desmesura, una complejidad que en ocasiones abruma.

Rabo de vaca guisado de forma tradicional con tendones guisados en su propia leche cruda y crujiente de pastos en homenaje a la ganadería de la zona.

Con el título Hechos de Barro encabeza su menú largo, fiel a una fusión que entiende irrenunciable. Del pisto con huevo de codorniz a la ensaladilla de arroz fermentado con sardina ahumada. Y de su versión de la tortilla de patata con trufa a las crestas de gallo en escabeche de mejillones. En todos los casos, bocados mini para los que se vale de técnicas distintas. Su homenaje al cordero talaverano lo resume en tres bocados: cremoso de sesos, katsu sando de cordero con mermelada ahumada y alubias con mollejas, el mejor de los tres platos. Sigue la anguila glaseada, un plato-protesta que presenta rodeada de supuestos plásticos en alusión a la degradación del río. Resulta acertado el bacalao con callos y asadillo manchego; no convence la lubina, ostra y gin tonic al azafrán, demasiado barroco, y entusiasma el rabo de vaca con sus tendones y ñoquis de queso manchego. El punto final lo aporta el lomo de gamo, donde la generosidad se transforma en exceso: bien tratada la caza e innecesaria la presencia del arroz que lo acompaña.

Con los postres, que sirve en pequeños bocados, igual que al comienzo, se prodiga en miniaturas y filigranas. De lo salado a lo dulce con el único reproche del exceso de azúcar: magnífica la piñonada y notables el flan de leche de oveja con ­toffe y su versión de la piña colada. Roberto García, que dirige la sala con desenvoltura, gestiona una bodega bien pertrechada. Todo parece indicar que Maldonado no ha dicho aún la última palabra.

Raíces

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