Nadie nace sabiendo, ni el saber es excusa para dejar de aprender. Todo el mundo puede hacer sus pinitos en los deportes de naturaleza y aventura. Estos son algunos de los mejores lugares de España para empezar a surcar olas, subir montañas, aventurarse por el vértigo de las vías ferratas o practicar la escalada en roca.
Piragüismo
El río asturiano Sella es célebre por su multitudinario descenso en canoas, kayaks y otras embarcaciones, pero también es un recorrido ideal para hacer unos primeros pinitos con los remos o simplemente para pasar una jornada tranquila en un ambiente espectacular. Comenzando en Arriondas, se pueden recorrer 15 kilómetros muy tranquilos.
Otro de los clásicos para iniciarse en el remo en canoas está en el corazón de Castilla, en Segovia. Son las hoces del Duratón, uno de los paisajes icónicos de esta comunidad. Remar las aguas tranquilas del río es muy sencillo, especialmente en los tramos donde, rodeado de inmensas paredes, uno puede jugar con los ecos y las sombras y observar de cerca a los buitres leonados que anidan por allí. Uno de los recorridos más habituales (y que se puede hacer por libre) comienza en San Miguel de Bernuy y se estira hasta el embalse de Las Vencías a través de aguas mansas y delicadas.
El kayak es también una buena forma de conocer las soledades de las marismas del río Piedras, en la provincia de Huelva. Discurriendo hasta casi su escape al Atlántico, su ría ha permanecido sorprendentemente al margen de la urbanización. La propuesta consiste en transitar por las tranquilas aguas del cauce del río —hay que conocer con anterioridad la evolución de las mareas— a su paso por esta suerte de laberinto de marisma, con playas, pinares y retamares. Por supuesto, hay que prestar atención los atardeceres de esta Costa de la Luz, delicia de fotógrafos y poetas.
Los miles de kilómetros en España de costas de mares, lagos, embalses y ríos suman miles de posibilidades para practicar el kayak. Por ejemplo, en el estuario del río Ulla, sobre todo en sus últimos kilómetros, en los alrededores de la localidad gallega de Padrón, donde el río se muestra más tranquilo y abierto. Es una especie de resumen de todos los encantos de la zona y una experiencia para compartir en familia, en un entorno rural mágico y sosegado.
Las grutas marinas son otra posibilidad. Como la Cova d’en Gispert, en Begur, en la Costa Brava, una estrecha cavidad que se adentra 150 metros en el acantilado con bóvedas de hasta 20 metros de altura. Se trata de uno de esos secretos que guarda el litoral de Girona, capaz de despertar la latente emoción de la exploración en los más intrépidos.
Vías ferratas
Una vía ferrata es un recorrido preparado para desplazarse por paredes rocosas y acantilados de imposible acceso por otros medios. Gracias a grapas metálicas encastradas, escalones y salientes excavados o aprovechados en la propia roca se puede acceder a parajes de belleza increíble con seguridad. Los amantes de los deportes de montaña y de las emociones fuertes tienen un reto en estas vías preparadas para desafiar el vértigo de las alturas.
Una de las más impresionantes, y a la vez más sencillas, está en la hoz de Priego, un paisaje moldeado por el río Escabas entre las villas de Cañamares y Priego, en la provincia de Cuenca. Es apta incluso para niños, siempre que no tengan vértigo: un amplio trazado horizontal, con pasarelas y puentes y sin apenas pasos de dificultad.
En Valencia se encuentra la ferrata de El Chorrico: las espléndidas paredes del barranco de Castellet, que caen a pico sobre el pantano de Tous, sirven de lienzo para una vía sencilla, pero muy entretenida. Es una de las más populares en el Levante, ideal para iniciar a los más pequeños en este fascinante mundo vertical.
La vía ferrata de Los Llanos, en Camaleño, es corta y explosiva. Situada cerca de Potes, constituye uno de los mejores recorridos de Cantabria, donde, además de adrenalina, se obtiene una panorámica impactante de los collados y cimas orientales de los Picos de Europa, que parecen dientes de viejos colosos. Casi 200 metros de pura verticalidad que dan acceso a la cumbre de la peña de la Cotera de la Cruz.
En Canarias la primera vía ferrata que se equipó en el archipiélago es conocida como de la Primera Luna. Está en los elegantes riscos volcánicos que forma la montaña de las Tabaibas, antiguo puesto de vigilancia en las alturas de Gran Canaria. Son cerca de 250 metros de itinerario, con pasos atléticos y aéreos, aunque aptos para todos. Aquí uno puede poner a prueba su vértigo entre algunos de los caprichos geológicos más hermosos de la isla.
Correr por el monte
Una primera propuesta para iniciarse en el absorbente mundo del senderismo y los trail runs (carreras campo a través) lleva a la sierra de San Mamede, en Galicia, un paraje poco conocido pero fascinante. Zona de montaña agreste e intrincada, salpicada de aldeas y leyendas, es un hábitat en excelente estado de conservación con singularidades como el abedular de Montederramo. Partiendo de Campo do Casar, hay que buscar este tesoro natural y ascender a la cumbre de San Mamede, todo en poco más de 10 kilómetros.
Dando un salto al centro de la Península, el puerto de la Fuenfría es posiblemente el paso de montaña más célebre de la sierra de Guadarrama, donde convergen naturaleza, ciencia, deporte y literatura. Una de las rutas más populares es el llamado Camino Schmid o Camino Schmidt, que puede tomarse desde el puerto de Navacerrada para recorrer veredas cargadas de historia y mitos entre pinares y prados de montaña.
También en el centro peninsular, el hayedo de Tejera Negra, en Guadalajara, es visitable todo el año, pero sería una pena no acercarse en otoño hasta este entorno inspirador, tornadizo, cautivado por las sombras de la sierra de Ayllón. Se puede seguir la cabecera del río Lillas a través de unos pocos kilómetros, sin desniveles destacables, para sumergirse luego en una de las reservas forestales más singulares de España.
Otro lugar de peregrinación habitual de corredores, montañeros y esquiadores es el pico de San Lorenzo, el punto más alto de La Rioja, con sus esbeltos 2.271 metros, adonde muchos llegan desde la estación de esquí de Valdezcaray, ubicada en su cara norte. Desde su aparcamiento se puede emprender una ruta directa y atrevida hasta la cumbre, ganando gran desnivel en una corta distancia, que no tiene mucho que envidiar a la mayoría de las competiciones de kilómetro vertical. Eso sí, en invierno la cosa se pone bastante técnica.
Barranquismo
El Pirineo aragonés se ha convertido en un centro de peregrinación para los que quieren lanzarse por primera vez a practicar el barranquismo. Concretamente en el valle del Tena encontramos una de las opciones más populares para hacerlo, el barranco de El Gorgol, situado en un privilegiado entorno. De carácter iniciático, ofrece una buena sucesión de escollos a salvar a través de saltos y toboganes. El itinerario culmina con un largo rápel, ideal para curarse definitivamente del vértigo.
La garganta de las Gloces, en la sierra oscense de Guara, otra meca del barranquismo, discurre por una fisura estrecha y profunda, como si la naturaleza ya hubiera pensado en nuestras ambiciones deportivas.
Aunque probablemente el paisaje más identificado con los bautismos de barranquismo en España está en el entorno del Pirineo catalán. Como ejemplo, el barranco de Berrós, en la comarca de Pallars Sobirà (Lleida): ni riesgos ni grandes alardes técnicos se necesitan en este cañón que destaca por las risas que arrancan su sucesión de toboganes, con un caudal constante, ideal para acercarse a este deporte sin jugarse el pellejo. Una experiencia emocionante.
El barranco de Canaletas es otro de los más divertidos de Cataluña, una opción ideal para perder el miedo a esta disciplina. Se encuentra cerca del pueblo de Horta de Sant Joan, en la comarca catalana de Terra Alta (Tarragona). Aquí hay que estar dispuesto a mojarse, porque se trata de un barranco muy acuático, orlado de sifones, toboganes, cuevas y saltos.
Si damos un salto hasta Andalucía podremos probar las delicias del barranquismo en la sima del Diablo, un cañón angosto y sombrío en el municipio malagueño de Júzcar, una de esas fantásticas villas blancas de la serranía de Ronda. Aunque antes pocos se aventuraban por ella, hoy es buscada por aquellos que gustan derrochar adrenalina, descendiendo a través de diversos rápeles (no aptos para taquicárdicos) que muestran la capacidad del agua de labrar formas imposibles en el terreno.
Olas para principiantes
En el litoral español no faltan los lugares donde iniciarse en el surf. Algunos de los más populares están en el País Vasco, por ejemplo, en las playas de Atxabiribil y Arrietara, en Sopela (Bizkaia), donde se pueden tomar unas clases que servirán para perder el miedo a tragar agua salada.
Un paraíso surfista en Canarias es la isla de Fuerteventura. Se puede acudir a alguna de las escuelas de Corralejo, por ejemplo.
Las playas andaluzas del Atlántico, con buen tiempo y olas increíbles, también son perfectas para iniciarse en este deporte. Muy cerca de Conil de la Frontera se encuentra El Palmar, con uno de los mejores arenales de España para aprender a surfear. Además de un animado ambiente local, sus temperaturas suaves atraen a surfistas todo el año, tanto por sus encrespadas olas como por el ambiente de sus chiringuitos, sobre todo en verano.
Pero tal vez sea Somo el lugar emblemático para aprender a cabalgar las olas. En esta playa de Cantabria que se estira a lo largo de cuatro kilómetros hay varias de escuelas de surf, lo que hace que esté muy concurrida en temporada alta, lo que también forma parte de su atractivo.
Alta montaña
Nada como los Pirineos para iniciarse en el montañismo. El pico de Alba (3.118 metros) se yergue en el flanco occidental del macizo de la Maladeta, cuna del pirineísmo más clásico. Aunque cuenta con una pala de nieve importante y algún paso expuesto en la cresta, esta cumbre escarpada y vertiginosa ofrece una ascensión corta pero sostenida, perfecta para poner a prueba nuestros conocimientos alpinos.
Muchos montañeros de la Comunidad de Madrid suelen iniciarse en el alpinismo en La Maliciosa. La cara sur de esta montaña de la sierra de Guadarrama está llena de pasos, crestas, espolones y hasta cascadas de hielo en invierno para quienes buscan retos comprometidos y técnicos. No obstante, también cuenta con un par de rutas al alcance de cualquier montañero.
El pico Ocejón, en la provincia de Guadalajara, es un dosmil situado en la vertiente sur de la sierra de Ayllón. Popular entre los senderistas, cuenta con varias rutas sencillas y bien señalizadas que conducen a la cima. Desde la cumbre, a 2.049 metros, se tiene una vista soberbia de todo el macizo, y, si los cielos despejados lo permiten, también una rara panorámica de las ciudades de Guadalajara y Madrid.
Otra opción es la sierra de Gredos, al sur de la provincia de Ávila. En pleno macizo se alza el pico de La Covacha, un vértice monumental de 2.300 metros, ideal para demostrar la pericia con el equipo de alta montaña y la forma y resistencia física del alpinista. Se trata de una montaña aislada que exige una larga aproximación a sus vertientes, aunque después ofrece un desnivel bastante asumible por su cara norte, donde también hay opciones para montañeros experimentados.
En Cataluña está la Pica d’Estats, la cota más alta del Pirineo catalán (3.143 metros), justo en la frontera con Francia, entre la comarca del Pallars Sobirà y el departamento francés de Ariège: un territorio salpicado de circos glaciares, lagos de montaña y morrenas intimidantes. El refugio de Vallferrera puede servir de base de operaciones. Además de esta cumbre, que puede alcanzarse por una arista sencilla, se pueden recorrer durante varios días los confines del macizo francés de Montcalm. Otra montaña emblemática de Cataluña es el pico de Sant Jeroni, la cima más alta del macizo de Montserrat (Barcelona). Sus 1.236 metros se alcanzan por un espectacular paisaje rocoso sin escollos reseñables.
Esquí de travesía y raquetas de nieve
Los esquiadores de montaña de la zona centro tienen como rito anual la ascensión a Peñalara, la montaña más alta del Guadarrama. Sus lagunas glaciares y frondosos pinares componen uno de los paisajes más atractivos del parque nacional. Subir por la loma de Dos Hermanas no precisa de especial destreza, más allá de los conocimientos básicos con las tablas. Se debe tener en cuenta, eso sí, que estas alturas suelen estar sometidas a los caprichos meteorológicos.
En Cantabria podremos iniciarnos en el foqueo (esquí de travesía) en La Padiona (2.319 metros), una ruta clásica de los Picos de Europa. La ascensión transcurre en gran parte por un precioso canal que da acceso a la cara norte, por la que se accede a la cima.
A caballo entre León y Cantabria, la del pico Coriscao (2.234) es otra popular ascensión que parte del puerto leonés de San Glorio y se puede completar en media jornada. El sendero que va desde Torre de Babia hasta a la laguna de Las Verdes, en la comarca leonesa de Babia, brinda en invierno un escenario impoluto de alta montaña que se puede recorrer con esquís o raquetas.
El pico de Salabardar o Rasos del Dalt, la cumbre más alta de los llamados Rasos de Peguera, en la comarca barcelonesa del Alt Berguedà, es un reto para los amantes de las grandes rutas con raquetas de nieve. La travesía transcurre por bosques de coníferas y un paisaje de belleza áspera y aspecto ártico que culmina a 2.077 metros de altitud.
Bicicleta de montaña
En Navarra, el hayedo de Urbasa es otro escenario perfecto para probar la bicicleta de montaña. Hay que pedalear unos 20 kilómetros para coronar los puertos de la sierra de Urbasa, llenos de leyendas y bosques de fagáceas. Otra de las travesías en BTT populares en Navarra es la que rodea el valle de Aranguren. Son una treintena de kilómetros sin desnivel destacable, con buena parte del firme bien acondicionado por una vía verde y atravesando varias fuentes y merenderos.
En Valencia, el Camí Natural de l’Antic Trenet sigue a lo largo de 20 kilómetros el trazado del primer ferrocarril de vía estrecha que se inauguró en España, en 1864, que unía las estaciones de Carcaixent y Dénia.
En Andalucía está la sierra de Cazorla, que es un territorio magnífico (y duro) para recorrer en BTT. Esta ruta larga, que requiere cierto esfuerzo, transcurre durante 60 kilómetros por senderos endiablados, pasarelas de madera y cascadas hasta el nacimiento del río Guadalquivir.
Escalada en roca
Subir paredes verticales parece una hazaña casi imposible para quien no lo ha intentado nunca, pero todo es cuestión de empezar guiados por buenos profesionales. Para ello, en la Comunidad de Madrid está La Pedriza, en la vertiente sur de la sierra de Guadarrama: un laberinto de placas, agujas y enormes bloques de granito donde muchos se han iniciado en la escalada en roca y el bouldering (en grandes bolos de piedra).
Además de un pueblo precioso, Siurana (Tarragona) es asimismo una meca de escaladores, tanto principiantes como expertos. El concejo asturiano de Quirós también es un fabuloso punto de reunión para los escaladores y alpinistas, perfecto para dar los primeros pasos en la escalada deportiva con itinerarios de corte clásico que, dicho sea de paso, darían para toda una vida de exploración vertical en esos paredones embrujados de la sierra de Caranga.
Para escaladores expertos
Rodellar, en pleno corazón de la sierra de Guara (Huesca), es otra de las zonas más visitadas para los aficionados a la escalada, tanto por la calidad y cantidad de sus vías como por su amable caliza, sus chorreras meteóricas, sus bóvedas improbables y su río encañonado donde rebota el eco de unas paredes siempre bulliciosas. Y una vez iniciados en los secretos de la escalada, se pueden abordar rutas de mayor dificultad como las del madrileño Pico de la Miel, en La Cabrera (1.384 metros) y su vía Espolón Manolín, que asciende a la cima en vertical a través de 200 metros fisuras y repisas, placas y diedros: todo un abanico de oportunidades para la escalada vertical.
Otros dos lugares para avanzar mirando siempre hacia arriba: el peñón de Ifach, en la alicantina localidad de Calpe, y los Mallos de Riglos y sus soberbios pináculos de arenisca roja, en la comarca aragonesa del Somontano (Huesca).
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