Todo lo que aquí van a leer es invención del autor, o sea, mío. Y como en todas las historias de ficción, hay en ella algo que es profundamente verdadero. Es, el otro jueves.
Sigo con el disgusto, sí. En el momento en el que escribo estas líneas desconozco lo que el Athletic hizo ayer en el Benito Villamarín. Casi que me da igual. Y que se me entienda.
Me da igual de cara a lo que a continuación quiero exponer. Porque que quede claro una cosa: yo no doy por terminada la temporada. La ambición por buscar los puestos europeos puede ser el primer paso que dar de cara a la próxima temporada. Pero no me enrollo más con este asunto que será para el final de la temporada.
Que digo que sí, que sigo con el disgusto en el cuerpo. Dos finales, dos derrotas. Dos finales y mucha impotencia. Y eso que a la entrada de La Cartuja tuve la misma señal en forma de canción que en el día de la final de la Supercopa en enero: estaba sonando el ‘Dramas y comedias’ de Fangoria.
Una canción que me recuerda a mi hija, Candela. Pero esta vez, el drama se impuso a la comedia. Y no al revés. Y de qué manera, además.
Mi llegada al campo estuvo marcada por la polémica. Ni en la Supercopa, ni en la final contra la Real Sociedad hacía falta un carnet de prensa para acceder a las taquillas de las acreditaciones. Lo había dejado en el hotel. Pues el sábado, sí que hacía falta. Bueno, hasta las siete de la tarde.
La Policía Nacional no me dejó pasar ni a mí ni a unos cuantos periodistas por esta circunstancia hasta esa hora. No entendí nada. Mucha policía y poca acreditación. Depresión, depresión. Eso me vino a la cabeza.
En Radio Bilbao teníamos asignado el pupitre 44. No le di importancia hasta que el resultado final de la final fue el que fue. Demasiado cuatro.
El cuatro rojiblanco fue el único que estuvo cerca de marcar en la portería de Ter Stegen a lo largo de todo el encuentro. Un remate de Iñigo Martínez fue lo más peligroso que hizo el Athletic. Otro final desaparecido, otro final avasallado, otra final en el que el Barcelona fue mejor, mucho mejor. Ni balón, ni patadas, nada de nada.
Del ‘Beti Zurekin’ al ‘Bizi Ametza’, del ‘Toquero lehendakari, al tócala otra vez Búfalo. Las previas las gana el Athletic por goleada. Las finales, por desgracia, las pierde y por goleada.
He llegado a pensar si veré algún día al Athletic ganar una Copa. De verdad. Y no lo digo en plan negativo, ni mucho menos, lo hago en plan reflexivo.
Ahora que el entorno rojjiblanco se encuentra en ese modo tengo que decir que no tengo respuesta a lo de si veré ganar al Athletic un título de Copa. Lo que sí tengo claro es que prefiero ver al equipo rojiblanco llegar a finales, aunque no las gane. Aunque el ganar sea lo que casi seguro me quitaría el disgusto. No sé.
Se acabaron los recuerdos. La semana que viene continuamos con el serial de los dorsales. Será cosa del otro jueves.
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