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Respuestas educativas para una pandemia



Alicia López, Antonio Moreira, Ricardo Mairal y Xavier Prats.Desde hace algunos años los gurús de la educación venían prediciendo que las clases magistrales morirían, que el profesor se convertiría en una guía del aprendizaje y no en una mera enciclopedia de datos, que la tecnología desempeñaría un papel primordial. El futuro ha llegado impulsado por una pandemia y urge acometer cambios en la educación que garanticen la continuidad de la enseñanza a todos los niveles y para todos los estudiantes. El congreso Virtual Educa Connect, que se clausura este jueves, ha reunido a expertos internacionales en la materia para analizar el estado de la enseñanza y compartir su conocimiento para orientar nuevos planes educativos. Cuatro de esos profesionales proponen algunas medidas a EL PAÍS.Xavier Prats, exdirector general de Educación y Cultura en la Comisión Europea y consejero de Tech for all, red global de asociaciones dedicadas a la educación“Ningún sistema será de calidad superior a la calidad de sus maestros”. Así resume Prats la cuestión de la educación. Hay que ocuparse de los maestros. “Si algo hemos visto en la pandemia es la importancia de los profesores, no para enseñar matemáticas, sino para asegurarse de que los niños no se sienten solos y que no desconectan de la clase”.Más allá de un salario, “que también”, lo que para Prats es “ocuparse” de los educadores tiene que ver con otorgarles herramientas, apoyo y libertad: “La respuesta no es darles un manual de lo que tienen que hacer, es que los Gobiernos les den la libertad y espacios para aprender de lo que ellos y otros hacen, para que cooperen y tengan feedback”. El experto reconoce que esto puede parecer “contranatura”, pues el sistema tiende a homogeneizar la enseñanza en pro de una supuesta igualdad. Sin embargo, recuerda que la equidad no consiste en proporcionar los mismos recursos a todos, sino en dividirlos de tal manera que los que más necesitan reciben mayor atención. “Los ecosistemas que mejor funcionan son aquellos que atienden las carencias. Finlandia es el ejemplo perfecto, lo último que haría ese sistema es adelantar a los más listos. Cuando las clases son cohesivas funcionan mejor, en los últimos 50 años hemos aprendido que el conocimiento es ante todo colaborativo”, defiende.Capacitar a los docentes que ya están en el sistema, atraer talento y fijar estándares de máxima calidad en la formación de los enseñantes son algunas de las pautas que recomienda Prats. Esto ayudaría a tener profesores “motivados” que pueden identificar la desigualdad en las aulas desde muy temprano. “Con 15 años ya es tarde”, advierte. “No se puede dejar a nadie atrás y hay que dar medios para que los colegios puedan dedicar tiempo a las personas antes de que desconecten. Esto no se puede dejar en manos de un profesor individual”.Prats sostiene que no son grandes planes, ni inversiones, pero sí un esfuerzo de organización y cambio cultural en los Gobiernos para aprovechar los recursos existentes con creatividad. “Si hay que mantener la distancia social, usemos espacios públicos infrautilizados, ¿cuántos grandes conciertos se dan en las ciudades, usemos esos espacios”, propone.Ricardo Mairal, rector de la UNED, Universidad Nacional de Educación a DistanciaLo que han vivido muchos profesores durante esta pandemia no se corresponde con lo que es la educación a distancia. “Cuando se habla de digitalización en la educación no se refiere a subir un PDF a una plataforma, hay una pedagogía y nosotros llevamos 48 años trabajando en un modelo telemático”, recuerda el rector de la UNED. Educar en el entorno digital supone una preparación específica que esta universidad imparte e investiga a través de su Instituto Universitario de Educación a Distancia. Mairal identifica como el gran desafío de la educación la formación de docentes en esta metodología. Frente a posibles reticencias, el rector recuerda que los procesos de renovación son intrínsecos a la educación con lo que los formadores “deben estar sujetos a un proceso de modernización y reflexión continuo”.Para esa tarea la UNED se muestra abierta a colaboraciones. “Como universidad pública estamos al servicio de la sociedad y atentos a los que nos pide”, enfatiza. Así, ya han realizado alianzas con algunas administraciones. Aunque su sistema es semipresencial, con tutorías y exámenes en persona, durante la crisis sanitaria han desarrollado su propia tecnología para evaluar a los alumnos, de la que también se han beneficiado otras entidades públicas para sus exámenes. La plataforma requirió de pruebas y ajustes, un proceso de experimentación y mejora por el que toda la comunidad educativa debe transitar.La actual situación sanitaria apunta a que el próximo curso el modelo será híbrido, combinando educación a distancia y presencial, como la UNED. El rector invita a verlo como una oportunidad de expandir la democratización de la educación, permitiendo que las zonas rurales o las personas con discapacidad accedan a más conocimiento y recursos. “Nosotros tenemos alumnos en pueblos de 5.000 habitantes en la España vacía, llegar a esos puntos también es nuestra función”, enfatiza.Uno de los problemas a los que se enfrentan desde hace algunos años las universidades es el de identificar los perfiles que demandará el ámbito laboral en unos años. Esta cuestión es cada vez más compleja por el desarrollo tecnológico y, por ahora, la respuesta es apostar por la innovación y ser flexibles. Con este escenario, Mairal defiende que los contenidos, aun siendo importantes, “no pueden ser un corsé” para la creatividad del profesor, sino una guía para explorar y explotar los recursos existentes para transmitir esos conocimientos.Alicia López, profesora de Lengua y literatura española de Secundaria y embajadora eTwinning, red europea de centros educativosLa escuela secundaria no tenía un plan para una enseñanza exclusivamente virtual, pero más que hablar de carencias, Alicia López destaca que “la pandemia ha puesto de manifiesto que el futuro tiene que contemplar varios escenarios” y que los entornos virtuales, “en un grado altísimo”, han ayudado a que se hayan podido continuar los aprendizajes.Durante la crisis sanitaria el mayor cambio que han experimentado docentes y alumnos es la falta de contacto físico. Esto ha provocado que para algunos profesores adaptarse a la enseñanza online haya sido casi imposible; en cambio, otros no lo han sentido así. López trabaja desde hace años en los entornos colaborativos y virtuales que ofrece eTwinning, la red europea de centros escolares para desarrollar proyectos grupales. Sus alumnos estudiaban desde septiembre con compañeros de otros puntos de España e Italia. “Y en español, que a veces se cree que el inglés es elemento sine qua non para estos proyectos y no es así”, aclara. La profesora ha intentado que las actividades fueran motivadoras para paliar la ausencia de contacto directo. “A nosotros nos funciona y los alumnos lo valoran muchísimo”.Esta situación les ha permitido experimentar un aprendizaje “más reflexivo” y que los chicos con menor capacidad de conexión desarrollen habilidades que estaban “en barbecho”. El aspecto que más inversión de esfuerzo y tiempo le requirió a López fue la evaluación. Diarios de aprendizaje, podcast o rúbricas son algunas de las propuestas de la docente para que los chicos puedan mostrar sus progresos sin necesidad de un examen presencial. “Es el momento de rediseñar”, pide la profesora que teme que todo este impulso pueda desvanecerse rápidamente si no se inician los procesos de cambio de inmediato.Antonio Moreira, profesor Universidad Aberta de Portugal y expresidente de EDEN, red europea de aprendizaje a distancia La Universidad Aberta de Portugal comenzó a funcionar hace 30 años y desde 2007 ofrece docencia totalmente online. El profesor Antonio Moreira reconoce que aun así la pandemia ha impactado en el centro, no tanto en la forma de enseñar, donde la pedagogía a distancia ya era su identidad, pero sí de manera psicológica: “Las presiones de las familias, con todos los usuarios usando el mismo computador a un tiempo, por ejemplo, nos ha exigido flexibilizar los aprendizajes y administrar la enseñanza de otra manera”.Existe la idea de que la educación online requiere menos esfuerzo a profesores y alumnos, pero Moreira rechaza por completo esta consideración, que considera que ha podido perjudicar a la enseñanza durante la cuarentena. “En un entorno virtual hay que entender que el manejo del tiempo es distinto, es más intenso, la importancia de la comunicación es más fuerte, todo queda registrado y tiene un impacto mayor, hay que manejar la participación y activarla”. Impartir clases online también implica dar una mayor autonomía a los alumnos en el proceso de aprendizaje, de tal manera que no precisen estar conectados durante horas al ordenador. Moreira explica que gran parte del tiempo de trabajo de un profesor a distancia no es la clase, sino el planteamiento de las actividades y su gestión.Para ello no es solo preciso conocer el uso de las herramientas digitales, sino “tener conocimientos pedagógicos que permitan exprimir sus posibilidades de manera creativa y entender su impacto”, lo que implica una formación específica. “Una de las conclusiones que podemos sacar de la pandemia es que la formación de los docentes no ha sido efectiva porque no ha sido inmersiva, han estado en una clase físicamente aprendiendo sobre herramientas a distancia”, lamenta. Así, también considera un error pensar que, porque los jóvenes empleen la tecnología de manera habitual en su día a día, están preparados para la docencia a distancia. Los alumnos de la Aberta reciben un módulo de formación sobre la pedagogía virtual al inicio de curso.La cooperación entre administraciones, familias y entidades educativas es relevante también para evitar las malas prácticas que se dan en algunas ocasiones. “Este es un fenómeno que nos ha tomado por sorpresa y se ha debatido y dado muchas opiniones a veces malas y sin garantías, es importante la comunicación de calidad”, defiende el profesor.Siga EL PAÍS EDUCACIÓN en Twitter o FacebookApúntese a la Newsletter de Educación de EL PAÍS


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