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Reto ‘Comer menos carne desde ya’. Día 5: si has renunciado al beicon, ¿por qué te sientes hinchado?


Abrazar el veganismo es mucho más que cambiar el solomillo y el pollo asado por arroz con tofu y ensalada de pasta. Quien opta por hacerlo ya puede olvidarse de la carne, el pescado, la leche, los huevos, la miel… cualquier cosa que proceda de un animal. Pocas personas se lanzan. Según el informe The Green Revolution, elaborado por la consultora The Lantern en 2019, el 9,9% de los mayores de 18 años se considera de alguna manera vegetariano en España, pero solo un 0,5% saca pecho como vegano de pura cepa. Eso sí, es una tendencia en alza; en solo dos años la cifra ha aumentado un 27%. Si estás pensando en unirte, esto te interesa: así se altera tu cuerpo cuando decides dar el paso. Hay muchos factores en juego, y no todos se eligen. Es más, si te has sumado al reto de comer menos carne, es probable que ya estés notando alguno: para constatarlo, súbete a la báscula.

¿Por qué estás leyendo esto?

Te encuentras en el quinto paso de un reto para lograr una alimentación más vegetal. Si lo completas (son siete aprendizajes: uno por día), comprobarás que se puede vivir con menos carne, y ser feliz. Tu salud y el planeta lo agradecerán. Pincha sobre la imagen para acceder al desafío completo.

Aunque hay quienes adelgazan al pasarse a una dieta basada en plantas (según un estudio en Nature de 2019 tendría que ver con que estos alimentos mejoran la microbiota del sistema digestivo, clave en muchos casos de obesidad), es común que otros acaben sintiéndose hinchados. Puede ser, directamente, por venirse arriba con carbohidratos como la pasta y el pan, que no son precisamente alimentos light. O, si se hacen bien las cosas y se sigue un patrón saludable, pese a que la tendencia sea perder peso, es probable que antes te sientas como un globo, por no estar habituado a comer tanta legumbre, la principal fuente de proteínas de quienes han expulsado de sus cocinas los derivados animales. Da fe de ello Cristina Rodrigo, directora de la organización por la conciencia alimentaria ProVeg, que no lo ha padecido pero sí escuchado muchos casos. “Si a alguien le ocurre, es aconsejable empezar con pequeñas cantidades e ir aumentando con el tiempo”, recomienda. “Hay trucos que lo alivian, como condimentar con comino, cúrcuma y laurel o masticarlo todo muy bien”. ¿Más cambios? Di hola a las visitas puntuales al baño. El protagonismo de las mismas legumbres, así como de fruta, verdura y cereales integrales, supone un extra nada desdeñable de fibra para tu dieta habitual. “Es una de las cosas que más rápido se perciben. El tránsito intestinal desde que como 100% vegetal se ha perfeccionado exponencialmente”, asegura Rodrigo. Además, atestigua que hay veganos que han visto mejoras en la piel, reducido sus niveles de colesterol y experimentado una recuperación más rápida de las lesiones. Un matiz: los especialistas no lo achacan al recorte en filetes y pescado, sino a que, a su vez, apartan de sus despensas bollería, fiambre y otras preparaciones de carnes grasas. “Cuando alguien introduce un cambio tan importante en su vida, suele acompañarlo de otros como hacer ejercicio, realizar técnicas de control de estrés para comer conscientemente, optar por platos más saludables o dejar de fumar”, sostiene la portavoz de ProVeg.

Pero el veganismo en sí no es más sano

Basta con darse una vuelta por cualquier supermercado para percatarse de que los pasillos dedicados a este movimiento rebosan de productos que se autoproclaman vegetales, pero vienen cargados de harinas refinadas, azúcares libres, demasiada sal… Ramón de Cangas, dietista-nutricionista y doctor en Biología Molecular y Funcional, advierte: “Ser vegano no implica ser más saludable, como tampoco es necesario limitarse a este estilo de vida para consumir abundantes alimentos vegetales”. Y si le preguntamos por los procesados…, “veganos o no, no son sanos”. Así, no hay que dejarse engatusar por todos los rótulos de 100% vegetal. Descifra uno de ellos Francisco Miguel Celdrán de Haro, profesor de la Universidad Católica de Murcia y académico de la Academia Española de Nutrición y Dietética: “Una masa de harina refinada con mucho azúcar, frita en abundante aceite de palma y cubierta, por ejemplo, de sirope de fresa, es algo muy vegetal, pero también muy poco sano”. Otro claro ejemplo de que hacerse vegano no convierte al valiente, ipso facto, en un modelo esbelto de analítica envidiable, es la posibilidad de picar en los reclamos de los establecimientos fast food: “¡Pizza veggie con espinacas!”. ¿O alguien se creía que esa irrisoria cantidad de lo verde guarda algún parecido con un plato de verduras?


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