Retro poetas insuflan vida a las máquinas de escribir

Jóvenes poetas angelinos rebuscan en tiendas de antigüedades y mercados de pulgas para dar con viejas máquinas de escribir con las que, inspirados en el romanticismo del pasado, crear versos “desenchufados” y además no “vigilados”.

“El pasado es una cosa romántica”, dice a Efe Phillip T. Nails, fundador de la Asociación Poética de Los Ángeles, que, además de poetas, reúne a escritores, actores teatrales y músicos.

Nails coordina un grupo de poetas y poetisas denominado Mecanógrafos anónimos que con las clásicas máquinas de escribir crean poemas “al vuelo” en festividades angelinas.

“Disfrutamos de los beneficios de vivir en el presente y a la vez en un tiempo futurístico, pero es bueno a veces desconectarse e ir al pasado (…) de ahí surge este romance con las máquinas antiguas”, indicó.

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Nails, de 39 años, es uno de los que buscan las viejas máquinas en mercados de pulgas, ventas de garaje o en tiendas de empeño para repararlas y escribir.

Pero no todo es nostalgia por el pasado en esa búsqueda.

“La gente está enojada porque hay una vigilancia masiva. Básicamente gobiernos y corporaciones pueden acceder a todo lo que se escribe en una computadora”, dice el poeta.

Cuando uno teclea en esas viejas máquinas, como hicieron el novelista estadounidense Ernest Hemingway (1899-1961) y el colombiano Gabriel García Márquez (1927-2014), ambos ganadores del Nobel, entre otros muchos grandes de la literatura, “sólo lee quien escribe”.

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Con las máquinas tipográficas, “hay algo que se añora del pasado, cuando lo que se escribía, los pensamientos y sentimientos, eran privados”, dice el escritor, quien en el año 2000 publicó el poemario “Sexological Asylum” (Asilo sexológico).

Nails posee en su hogar tres máquinas “Smith Corona” y una de ellas es la “Corona modelo 3 de 1917”, la preferida de Hemingway, por ello una similar se encuentra en la finca Vigía que poseía en Cuba el escritor de “Por quién doblan las campanas” (1940).

El retro poeta ríe ante la reacción de los chicos que ven por primera vez una máquina de escribir.

“Un día un niñito se acerca y dice: ¿Qué es esto? Y el otro niño responde: ¡Es como una tableta de teclas (de computadora) e impresora, en uno, es dos cosas a la vez!”, recuerda Nails.

Elizabeth Nails, esposa de Phillip, también escribe poesía en máquinas de escribir.

Hace siete años, recuerda en unas declaraciones a Efe, en un festival cultural celebrado en calles adyacentes a la sede de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) coincidieron 20 escritores con sus máquinas.

“Me encanta escribir en una máquina de escribir”, dice a Efe Elizabeth, de 41 años. “Y creo que cuando la gente ve estas máquinas se sienten también atraídos”.

“Hemos hecho eventos en que la gente llega, especialmente gente de generaciones mayores, ven las máquinas y comienzan a revivir el pasado, nos cuentan anécdotas”, señala Elizabeth.

“Y nos dan palabras -agrega- con las que comenzamos a escribir un poema con base a sus recuerdos”.

El matrimonio Nails cuenta que en la ciudad de Los Ángeles conocen cuatro talleres de reparación de máquinas de escribir.

En uno de ellos, US Office Machines, dan mantenimiento a las de “algunos artistas de Hollywood”, quienes, para evitar dejar huella digital, escriben sus misivas personales en antiguas máquinas de escribir, dicen los poetas.

Un reparador de máquinas de International Office Machines en el valle de San Gabriel, California, es el mexicano Martín Quezada, de 61 años, quien contó a Efe que desde que emigró a Estados Unidos en 1986, proveniente del pueblo de Saucillo, en el estado de Chihuahua, resucita estos aparatos para escribir.

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El trabajo de mantenimiento de las máquinas declinó con el auge de las computadoras desde la década de los 90, pero hace cuatro años comenzaron a llegar a su taller “jovencitos a reparar las máquinas de sus abuelos” o las compran hasta en casas de empeño, “para hacer tareas estudiantiles o escribir poesía”, reveló.

“De estas máquinas han salido grandes obras y creo que eso es lo que llama la atención”, declaró Quezada.

Admirador de García Márquez, quien en máquinas similares escribió “El otoño del patriarca” (1975) y “El amor en los tiempos del cólera” (1985), Quezada afirma que “estas grandes obras de literatura se escriben en una máquina, en algo sencillo, no se necesita lo nuevo, lo electrónico, lo moderno”.


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