Todo estaba preparado para estrechar todavía más el cerco. Con cuatro años más de Trump en la Casa Blanca, las ambiciones de los colonos judíos iban a quedar colmadas. Será difícil que los fundamentalistas judíos, que utilizan la Biblia en vez de la legalidad internacional como escrituras de propiedad sobre los territorios palestinos, encuentren en la nueva Administración de Biden la sintonía de estos últimos cuatro años. Del plan de paz concebido por Jared Kushner, el yerno de Trump, solo quedará lo que Israel ya ha conseguido: el reconocimiento diplomático de Emiratos Árabes Unidos, Baréin y Sudán. No es poco, especialmente si se le añade el traslado de la Embajada de Estados Unidos a Jerusalén y el reconocimiento de la soberanía israelí sobre los territorios del Golán conquistados a Siria.
La mayor parte de estas victorias israelíes son irreversibles, pero no lo es, en cambio, el apoyo incondicional a las reivindicaciones de los colonos y la pérdida de toda interlocución con la Autoridad Palestina. Aunque el primer ministro, Benjamín Netanyahu, confiaba en la victoria de Trump, ha preferido aprovechar el tiempo en los últimos meses presidenciales, al igual que ha hecho el Partido Republicano con el nombramiento de jueces. Las últimas e inocentes víctimas son más de 70 palestinos beduinos, asentados en Humsa al Baqaia, un poblado en territorio de Cisjordania. Es incomprensible la indiferencia de la opinión pública internacional ante el destino amargo de estas familias, atacadas en sus cultivos y ganado y amenazadas en sus precarias propiedades, con la excusa de la construcción de un campo de maniobras militares para que a la postre sean entregadas a los colonos.
Los beduinos de Humsa al Baqaia son una dolorosa realidad, pero también un símbolo. El último año de Trump en la Casa Blanca ha batido todos los récords de la última década en la ocupación israelí de Cisjordania, con la autorización de más de 12.000 nuevas viviendas para los colonos. A pesar de todo, para conseguir el reconocimiento diplomático de tres países árabes, Netanyahu ha tenido que renunciar al plan de anexión soberana del 30% de Cisjordania contemplado en el plan de Trump. Era el final definitivo del proceso de Oslo, al quedar ya sin territorio útil para el futuro Estado palestino prometido por todos los anteriores presidentes estadounidenses. Con Joe Biden, EE UU intentará regresar a la casilla de salida, de nuevo con el proyecto de los dos Estados sobre la mesa y el propósito de recuperar la autoridad de Washington como árbitro del conflicto perdida con Trump. Es un severo revés para Netanyahu, que esta vez tendrá algunas dificultades adicionales para ganar la mano a Biden con la construcción de más asentamientos como se la ganó a Clinton y a Obama.
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