Compañeros, rivales y neutrales. En la pista, en televisión y en las redes, donde hasta corría una imagen suya vestido de Jesús, tal y como le llama su ‘discípulo’ Donovan Mitchell. Con una bienvenida con tintes ‘mesiánicos’, aclamado por todos y en todas partes, pocas veces una alegría tan unánime y al unísono, los Cavaliers, la NBA y todo el baloncesto recibieron con todos los honores a Ricky Rubio, de vuelta en Portland con victoria para los Cavs (113-119) 380 días después de aquel infausto 28 de diciembre de 2021 en el que la rodilla izquierda se la jugó. Para volver a disfrutar y hacer disfrutar. Le quieren cuidar en los Cavs pero al mismo tiempo no podían contener su deseo de verle de nuevo: el entrenador de Cleveland, J.B. Bickerstaff, le hizo debutar ya en el primer cuarto.
Y, Ricky, como si el tiempo nunca se hubiera detenido, con toda naturalidad, pues el baloncesto le sale de manera natural, fue el de toda la vida. Ejecutó con eficiencia con 9 puntos (3/5 en tiros de campo y 2/4 en triples), repartió felicidad como siempre con su singular manera de ver el basket con 1 asistencia y otras 3 potenciales -pases de canasta que de haber sido anotados habrían sido considerado asistencias-, y peleó cogiendo 3 rebotes para sumar un más-menos de +6, el que más desde el banquillo.
Lució tranquilo, atrevido cuando hizo falta con sus veloces penetraciones -una de ellas , partiendo el bacalao con su mirada y sus señas, sin miedo al contacto ni a la disputa por el rebote. Todo ello, números y lección incluida, en sólo 10 minutos. Los placeres, aunque saludables, hay que dosificarlos y lo tiene muy claro un Bickerstaff que va a medir todos y cada uno de los minutos que esté en la cancha el base de 32 años.
“Ha trabajado muy duro para volver, ha jugado muy bien y ha metido dos grandes triples. Es quien es, los compañeros simplemente le aman. Es único”, dijo el técnico de unos Cavs que remontaron una desventaja que llegó a ser de 10 puntos con Donovan Mitchell al frente (26 tantos) pese a los brutales 50 de Damian Lillard (16/28 en lanzamientos y 5/13 en triples), tan admirado por el de El Masnou. “Es asombroso tenerle en la pista, intenta que juguemos de la mejor manera, finalmente le vimos volver, hizo pases, tiró triples…Es una alegría para todos nosotros”, resaltó su compañero Jarrett Allen.
“Ricky es quien es, sus compañeros simplemente le aman”
El regreso de Ricky Rubio, 12 temporadas ya en la NBA, evocó en cierto modo al de su llegada aquel octubre de 2011 con Minnesota, esperado como el que lo iba a salvar todo. Porque también ha irrumpido con esa cierta aureola de salvador, aunque sin dejar de ser Ricky, nada tiene que ver con ese Ricky novato, tanto en su manera de jugar como de ser percibido. Entonces, era el que tenía que alborotarlo todo, cargar con todo para resucitar a una franquicia mustia.
Ahora, apreciado por cómo hacer sentir mejor a los demás dentro y fuera de la pista, es el que tiene que inspirar paz y experiencia a los jóvenes, susurrar calma con su lectura templada del juego y su baloncesto altruista, sobre todo en esos momentos de tormenta. Porque Darius Garland y Donovan Mitchell aceleran el baloncesto como poco pero necesitan de alguien que domine todos los tiempos como el ex de Barça y Joventut.
Como haciendo un guiño al pasado, a la ilusión de ese niño que empezó, Ricky lució pelo corto, no igual pero similar al ‘look’ con el que compareció ese chaval ‘tirillas’ en Minneápolis. Pero también su frondosa barba de los últimos años, distintivo de su madurez, entre el niño que sigue haciendo travesuras con sus pases de fantasía y el hombre que adquirió un tiro fiable. Pero para superar otro trance más en la NBA ha necesitado ir aún más atrás, volver a recordar el entusiasmo de ese chiquillo que se enamoró del baloncesto en una paradisíaca cuna como la de la Penya y Badalona.
Viajar a la nostalgia para retomar la motivación a la reconocida ilusión de adulto que alimenta de la de niño y que comparte con los Cavaliers: las Finales de la NBA. La pérdida de Ricky el año pasado significó perderse los play-offs. Le piden al de El Masnou que les lleve de la mano a ellas para que la nostalgia de los tiempos de LeBron James se queden en agradable recuerdo y no en un persistente aliciente del presente.
Tanto sufrimiento después -de disgustos, de ser tratado como una mera moneda de cambio en los traspasos, de graves lesiones-, de entregarse también a los demás como mentor y como servil asistente, Ricky se dispone a recibir después de tanto dar y luchar. Como bien rezaba la frase que acuñó nada más lesionarse -y que lució todo el equipo con camisetas especiales para la ocasión-, “los caminos difíciles llevan a destinos maravillosos”.