Bob Myers lleva 12 años liderando las oficinas de los Golden State Warriors, equipo donde actualmente ocupa el cargo de General Manager y presidente de operaciones de baloncesto, en el plano deportivo. El prestigioso ejecutivo de 47 años ha construido desde cero la plantilla que se ha proclamado cuatro veces campeona de la NBA en los últimos ocho años. Él apostó por Stephen Curry, Klay Thompson y Draymond Green, las tres piezas fundamentales de esta etapa dorada para la franquicia de San Francisco. Ahora, según un reportaje de The Athletic, su continuidad está en serio peligro.
El contrato del ejecutivo, uno de los más influyentes de la competición, termina el próximo mes de julio, y en las oficinas de la bahía no se ha hablado todavía de su renovación futura. Myers no es tan solo clave en su papel entre bambalinas, sino que además comparte una magnífica relación de trabajo con Steph Curry, el entrenador Steve Kerr y el resto de pesos pesados del equipo.
Según fuentes anónimas consultadas por el medio especializado, Myers es quizás el sexto, séptimo u octavo ejecutivo mejor pagado de la competición. Él cree que se ha ganado el derecho a ser uno de los mejores pagados, sino el mejor. Joe Lacob, en conversación con The Athletic, dijo que Myers estaba “dentro del Top 3” de retribución entre General Managers, pero algo no cuadra en ese relato.
Otra variable en la decisión de futuro reside en un posible agotamiento tras más de una década de intenso trabajo al frente de la franquicia más exitosa del período. Hay quienes creen que incluso podría abandonar la NBA por otro negociado. De no ser así, hay varias franquicias dispuestas a cortejarle: Washington, Phoenix, New York y Los Angeles Clippers son posibilidades.
Un último motivo para abandonar el barco sería la dirección que quiera tomar la propiedad de la franquicia. Myers y Curry, entre otros, son partidarios de maximizar la ventana de campeonato sacrificando quizás elecciones de Draft futuras, mientras que los Lacob quizás estén pensando ya en reconstruir al equipo aunque les pueda costar uno o dos años de transición por la irrelevancia.