27 de julio de 2012. Terrible mañana para una madre y una hija que se vieron enfrentadas. Tremenda historia de golpes, violencia y denuncia a sangre fría. Dolor enorme, encallado e inevitable para ambas. Sin nombres ni apellidos, podría ser la historia de cualquier persona anónima, de cualquier madre e hija desconocidas con problemas de relación y episodios de violencia maternofilial, de las que ocurren cada día más, desgraciadamente.
Es una historia de padres separados, hija adolescente, 5 suspensos y una custodia compartida que dividía su vida y emociones púberes que ni ella misma entendía, probablemente. Padres que no se hablan, que no se tratan desde la separación y posterior divorcio, y que viven en ciudades diferentes; la madre, en Madrid y el padre, en Málaga. El terrible conflicto azota la vulnerabilidad de la adolescente. Su conducta, aquella niña alegre, despierta y muy cariñosa, comienza a cambiar y, en este caso, va volviéndose en contra de la madre. Faltas de respeto, insultos, amenazas… cada día a peor. Quiere marcharse con el padre. El progenitor, unilateralmente, decide que es lo mejor. La hostilidad con su exmujer es tal que no contempla en ningún momento hablarlo, tratarlo o consensuarlo. Solicita modificación de medidas, pide la custodia y lleva a su hija a un psicólogo para que realice un informe que avale su deseo de irse a vivir con su padre. Llevan 12 separados y 9 de custodia compartida. La niña no ha cumplido aún los 16.
Cuando a la madre le notifican la petición de su exmarido, recuerda sus continuas amenazas: “Te quitaré a tus hijos. Voy a hacer que te odien”. La pesadilla que vivía esa mujer desde que tomó la decisión de separarse ya no era un mal sueño sino pura realidad. Siempre le dijo que le quitaría a sus hijos. Sus mensajes intimidatorios, su ira, su desprecio, sus humillaciones se habían instalado en su casa, en el hogar que compartía ya con otro hombre. Lo veía en su hija. La niña parecía otra persona. Pero el juez rechazó su petición. Los niños (tenían un hijo varón dos años menor que la primogénita) estaban bien con su madre, quien les otorgaba la estabilidad, el cuidado y las atenciones necesarias para su correcto desarrollo. Petición denegada. Era verano. Segunda semana de julio. En agosto, los niños se irían con él a pasar su correspondiente mes de vacaciones. La niña estaba a punto de terminar el cursillo de recuperación. Le habían quedado 5. Amaneció el día 27, levantarse, hora del desayuno y el consejo de su madre para que se tomara una fruta que le haría bien; para el tránsito intestinal es lo mejor. La discusión sube de tono. Comienzan los gritos, los nervios, los golpes. Ambas viven los minutos más trágicos de sus vidas hasta ese momento. El episodio acaba de la peor manera: la hija sale por la puerta de su casa dejando atrás, tirada en el suelo, a su madre. Sube al coche que conduce cada día el chofer de la casa para llevarla al colegio. Habla con su padre y pronuncia, entre otras, estas palabras: «Papá ya está hecho». Vulnerabilidad, tocada. Su madre, hundida. En cuanto su papá llegó a Madrid procedente de Málaga, fueron a presentar una denuncia por malos tratos. Denunciaron a la madre, esa mujer que quedó tirada en el suelo. La joven se fue vivir con su padre.
Podría ser la historia de una familia cualquiera, pero es la de Rocío Carrasco Mohedano, hija de Rocío Jurado y Pedro Carrasco. Famosa, sí, pero es su historia, la que ella narra con fechas, pruebas documentales y mucho dolor. ¿Menos creíble por ser ella?
La terrible historia siguió con la llamada a un fotógrafo por parte del papá, Antonio David Flores, para que inmortalizara el momento en el que la madre salía de declarar de la Guardia Civil como denunciada. Rociíto- mala-madre- que- maltrata- a-sus-hijos. Las fotografías se publicaron. Cuentan que el papá se lucró presuntamente. Unas perras por vender el drama que ya había atrapado a la madre. También a su hija, lamentablemente. Sin embargo, la investigación de la fiscalía dio un vuelco: la madre fue absuelta. Se descubrió la farsa. La menor fue condenada por los delitos de maltrato habitual, maltrato puntual, injurias y amenazas continuadas. El papá, ni un rasguño.
Antonio David Flores nunca ha hablado de lo que realmente ocurrió aquella conflictiva mañana, pero he visto como intervenía en diferentes programas de televisión años después de que denunciara a la madre de sus hijos. Nunca aflojó su discurso contra ella. Siempre avivando el fuego, quemando su imagen y destrozando su reputación como madre. El silencio de ella le dio ventaja. Rocío aguantó cada golpe, cada portada de ataque y se defendió en los juzgados con demandas de honor e intimidad. En diciembre de 2016 dijo basta. El papá había endurecido los ataques y, además, incumplió el régimen de visitas con el hijo menor. Decidió dar el paso tras dos décadas de sufrimiento, según ella misma ha contado, y lo denunció por lesiones psíquicas. Tras 4 años de instrucción, el caso ha sido sobreseído provisionalmente.
Este miércoles noche será duro oír el episodio de aquella mañana en la que madre e hija se vieron enfrentadas, tan duro como los años de Rocío Carrasco lo ha sufrido a solas, bloqueada, sin su hija cerca. Ambas, víctimas de esta terrible historia.
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