Y Rodrygo se disfrazó de Karim Benzema cuando el Real Madrid estaba en la lona, con un hilo de vida, sometido por un Manchester City que se vio finalista hasta que llegó el descuento y con él un nuevo milagro de una Champions que ya forma parte de la historia. El brasileño, quirúrgico en este tramo final de temporada, emergió de entre un bosque de jugadores para embocar una gran dejada de Benzema, que después no faltó a su cita con el gol desde el punto de penalti.
El 1-1 devolvió a la vida al Madrid en el primer remate entre palos de todo el encuentro. Y se encendió la mecha y con ella la magia del Bernabéu, que olió sangre para ir a por un City al que se le aparecieron todos los fantasmas. En el asedio final en busca de la prórroga, de nuevo Rodrygo, el invisible, se coló entre los gigantes del City para conectar un testarazo inapelable para Ederson.
Pero antes de todo eso, segundos antes, Thibaut Courtois y Ferland Mendy mantuvieron el hilo de vida necesario para la resurrección con dos intervenciones salvadoras que evitaron la sentencia de Grealish.
A todo eso ya no estaban sobre el terreno de juego los grandes jerarcas del centro del campo. Ancelotti dio salida a Kroos, Modric y Casemiro y el Madrid quedó desnudo, deshilachado, con Valverde y Camavinga sosteniendo lo que quedaba de equipo y Asensio echando una mano en lo que podía. Camavinga, 19 años, fue el antídoto idóneo para frenar a Bernardo Silva, el mejor futbolista del encuentro hasta que la locura se apoderó del Bernabéu.
“Es el Real Madrid”, decía Courtois para tratar de explicar lo inexplicable en una noche, otra más, de un Madrid que volvió a dejar a todo el mundo del fútbol con la boca abierta.