Rosario Ibarra deja en manos de AMLO medalla Belisario Domínguez, hasta que esclarezca desapariciones

“Te pido que me la devuelvas junto con la verdad sobre el paradero de nuestros queridos y añorados hijos y familiares, y con la certeza de que la justicia anhelada por fin los ha cubierto con su velo protector”, manifestó la luchadora social, en el discurso leído por Claudia Piedra Ibarra.

La luchadora social, Rosario Ibarra de Piedra, le pidió al presidente Andrés Manuel López Obrador conservar la medalla Belisario Domínguez que este miércoles le otorgó el Senado de la República. A nombre de la fundadora del Comité Eureka, acudieron sus hijas Rosario Ibarra Piedra y Claudia Piedra Ibarra; esta última fue la encargada de leer el discurso.

“Señor Presidente Andrés Manuel López Obrador, querido y respetado amigo: No permitas que la violencia y la perversidad de los gobiernos anteriores siga acechando y actuando desde las tinieblas de la impunidad y la ignominia, no quiero que mi lucha quede inconclusa. Es por eso que dejo en tus manos la custodia, tan preciado reconocimiento, y te pido que me la devuelvas junto con la verdad sobre el paradero de nuestros queridos y añorados hijos y familiares, y con la certeza de que la justicia anhelada por fin los ha cubierto con su velo protector”, señala el texto.

En la antigua sede del Senado, en la Casona de Xicoténcatl, y ante el mandatario federal, Claudia Ibarra Piedra pronunció el reclamo y la exigencia de su madre al señalar que “por más de cuatro décadas, el Comité Eureka, una organización de madres y familiares de desaparecidos fundada durante los sexenios de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría, “ha transitado azorado de terror oficial”.

La exsenadora y excandidata presidencial acusó que el “mal gobierno mexicano” ha transgredido todas las leyes y ha privado de su libertad, de su dignidad y de justicia a familias completas, arrasando con poblados enteros.

Criticó la decisión de atestar los caminos de solados y retenes, “donde también se hicieron cientos de detenciones injustas de gente inocente” y que se haya llenado de presos políticos las cárceles de todo el país.

“Las cámaras de tortura de los campos militares, las bases navales y aéreas, y en todos los centros clandestinos de detención, se tiñeron de sangre y retumbaban con los alaridos de dolor de las víctimas”, agregó.

Recordó que su esposo, Jesús Piedra Rosales, “fue torturado viviendo en carne propia lo que le esperaba a todo aquel que era detenido”.

“Los poderosos del sistema, los empresarios cómplices, sostén de estos malos gobiernos, prestaban sus ranchos para que nuestros desaparecidos también ahí fueran llevados a martirizar”, refirió.

Juzgó que “la impunidad absoluta de este aparato represor y de sus creadores, ha permitido que hasta nuestros días se siga cometiendo la desaparición forzada y se continúa arrojando lodo y agravio a nuestros familiares desaparecidos”.

Y afirmó que los activistas que como ella buscan a sus familiares, nunca han estado en disyuntivas en esta tarea pues nunca han pensado en su muerte.

“Son seres de carne y hueso y no personajes de novelas, buenas o malas, ni figuras de otras manifestaciones literarias que habrán de escribirse, ni nombres en una lista, ni imágenes fotográficas, ni sustento para que falsas ONGS se hagan de fama o de recursos económicos, y sobre todo, no son parte de una historia pasada, que es falso que nos haya marcado a todos por igual”, acotó.

Señaló que “la herida abierta solo dejará de sangrar cuando sepamos dónde están los nuestros, y aún así quedará por siempre una cicatriz indeleble que nos recordará lo sufrido y que no permitirá que nuestra conciencia se aquiete mientras haya injusticia”.

“Ellos, nuestros amados, a los que buscamos afanosamente sin detener nunca el paso, no fueron bandoleros ni se lanzaron a la aventura, ni fueron terroristas; fueron hombres y mujeres que, nos guste o no, estemos de acuerdo o no con ellos o aprobemos o no la opción seguida en su camino, fueron privados de su libertad, sustraídos de la sociedad y de sus familias, con toda la violencia que un Gobierno puede ejercer, y recluidos en cárceles clandestinas, tanto en instalaciones gubernamentales como fuera de ellas; en donde, en una total indefensión, quedaron en manos de los más sanguinarios torturadores, despojándolos no sólo de su libertad sino también del amparo de la justicia o de las leyes que fueron violadas con toda flagrancia por quienes estaban obligados a cumplirlas”, indicó.

“Esta presea, que lleva el nombre de un gran revolucionario, Don Belisario Domínguez, y con la cual hoy me honran, trae consigo un gran parto moral ineludible para mi conciencia, y que me alienta aún más a continuar luchando para liberar a esa justicia que fue amordazada y llevada a una cárcel clandestina hace ya tantos años. Mientras la vida me lo permita, seguiré en mi empeño hasta encontrarlo”, concluyó.

Al concluir la ceremonia, López Obrador fue abordado por periodistas quienes le preguntaron su sentir por lo que había hecho la activista y afirmó que era una gran responsabilidad que cumplirá y que haría lo humanamente posible para conocer la verdad de los desaparecidos.

“Sabré cumplir con su encomienda, estaré a la altura de las circunstancias”, dijo.

La actividad política de Rosario Ibarra comenzó en 1973, cuando su hijo Jesús Piedra Ibarra fue vinculado con la “Liga Comunista 23 de Septiembre”, y desapareció en 1974 cuando fue detenido por las autoridades tras el asesinato del policía Guillermo Villarreal Valdez.




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