El congreso que durante dos días reúne en México a líderes de la ultraderecha de todo el mundo empezó el viernes con una contramanifestación de un puñado de anticapitalistas cantando —“porque la lucha es alegría”— y proclamando sus consignas frente a las puertas del hotel Westin en México, y acabó en la misma glorieta con un desfile de grandes trocas de las que bajaba gente engalanada para la cena de donantes, a razón de 5.000 pesos (unos 250 euros) por cabeza. Entre medias, 10 horas de conferencias sin descanso de líderes y activistas convocados por la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC). Altos, bajas, gordos y delgadas, rubios y morenos, no había un patrón, salvo que los más eran de raza blanca y con una fecundidad por encima de la media: la familia tradicional y cuantos más hijos mejor fueron consignas repetidas.
Por la mañana, el premio nobel polaco Lech Walesa mencionaba a Fidel Castro para tranquilizar a la audiencia, porque su discurso sería mucho más corto. Por la noche, Eduardo Bolsonaro —hijo del todavía presidente de Brasil, Jair Bolsonaro— cerró la jornada diciendo lo mismo. Bolsonaro se dio un baño de aplausos, pero no superó a los protagonistas, Dios y la Virgen de Guadalupe, muy citados y más aplaudidos. El congreso tenía un marcado tono católico, había editoriales y abogados cristianos, puestos que llamaban a la santificación de sacerdotes, asociaciones para ayudar a las embarazadas y evitarles un aborto, vírgenes como pantalla de los celulares, un stand para las obras de Anacleto González Flores… La misión de la mujer, se titula uno de los libros que dejó escritos. ¿Y cuál es esa misión? El señor que atiende el stand lo explica: “La educación, porque la mujer tiene los dotes de la ternura, la belleza y el amor”. ¿Y el hombre no? “Sí, claro, pero el hombre destaca más en fuerza e inteligencia”.
Se trataba en esta reunión de exponer la malicia de la izquierda y qué puede hacer la extrema derecha por superar a sus compañeros solo de derechas y alzarse con el poder en los distintos gobiernos. Y contribuyeron a este fin, entre otros ultraconservadores del mundo, el exasesor de Trump Steve Bannon, el político ultraconservador chileno José Antonio Kast, el exembajador de EE UU en México Christopher Landau y aún se espera en la jornada sabatina al senador republicano estadounidense Ted Cruz y al político ultraderechista argentino Javier Milei. Una ventaja citó para esa empresa el español Juan Ángel Soto: “Tenemos valores tan superiores, defendemos el bien y la belleza, no hay nada mejor, debemos casarnos y tener hijos. No hay nada mejor”. Recibió vítores en una cumbre que varios calificaron como “momento histórico”.
Otra de las cosas en que coincidieron algunos de los oradores es en la ilegitimidad de los gobiernos. De los gobiernos de izquierda: la victoria de Lula en Brasil es ilegítima; el gobierno español es ilegítimo, los comicios estadounidenses son ilegítimos. La culpa de eso es, en buena medida, el voto electrónico. Ya lo dijo Eduardo Bolsonaro, la gran estrella del día: “Yo puedo decirlo, sí, porque a mí me eligieron con voto electrónico”.
Eduardo Bolsonaro con Eduardo Verástegui, durante la conferencia.Mónica González Islas
Estrella, estrella fue también Eduardo Verastegui, antes actor y ahora presidente de la CPAC México, dedicado en cuerpo y alma a combatir la trata de niños y niñas para explotación sexual y después venta de órganos. A Verastegui lo aclamaron con un grito clásico: “Presidente, presidente”. También Bolsonaro hijo lo mencionó: “Aquí está el futuro presidente de México, que además de inteligente, es guapo”. O sea, dones de hombre y de mujer. Pero Verastegui no tiene aún un partido político, aunque afirmó que es hora de ir pensado en ello, para salir de la “orfandad” en que se encuentra la derecha verdadera en México. Eso dijo.
El propio Verastegui, presidente también de Viva México, fue quien invitó a las Servidoras de la Palabra, hermanas misioneras, y se apuntaron 13 de ellas. Comparten credo: evangelio y libertad, “porque en México se está atentando contra la libertad religiosa”, dijo Yesslia Hernández Pérez. ¿Y eso en qué se traduce? “Pues hay, por ejemplo, iniciativas que prohíben los nacimientos”. ¿Pero eso cómo va a ser, si el presidente López Obrador es muy religioso e invoca a Cristo y a la Virgen de Guadalupe de continuo? “No le veo nada de religioso, es solo una forma de utilizar la religión, una estrategia política. Mezcla los sentimientos de los mexicanos, que son sensibles a la fe”, apoyaba la hermana Mónica Ortiz Cid, bajo su cubrebocas oscuro. También se sienten huérfanas de líderes las monjas de la Palabra: “Bueno, Margarita Zavala, la esposa de Calderón, ella sí promueve valores de libertad religiosa”, al parecer de sor Hernández Pérez.
Líderes, eso es lo que dicen estar formando los ultraconservadores en este congreso. Pero el stand donde figuraba ese rótulo “Líderes Mexicanos” estuvo vacío medio día. Después pusieron una mesa y dos sillas. Dos hombres se sentaron allá y dejaron sus enseres de trabajo, una cámara de televisión y otros pertrechos. ¿Son ustedes los líderes mexicanos? “No, no, pero querríamos serlo”, bromearon.
Los asistentes a la gran conferencia se sienten perseguidos por las leyes y las medidas que toman los gobiernos de izquierdas, y desamparados por el poco cobijo que encuentran en las derechas cuando alcanzan el poder. No ven que sus valores cristianos se tomen en cuenta. También se quejan de que les acusan de racistas, xenófobos, homófobos, clasistas y fascistas. Bolsonaro hizo chanza de ello: “Bueno, bueno, ¿pero la gente no quiere pagar impuestos, verdad?”. Pues ahí está la cosa, vino a decir. ¿Demócratas?, se preguntó también. ¿Quiénes son los demócratas, cuando a él le han vetado en las redes sociales? “¿A cuántos de ustedes les han bloqueado las redes sociales?”, preguntó en la tribuna uno de los ponentes. Y varias manos saludaron en el aire.
Tema recurrente fue el desmadre que encuentra la ultraderecha en el cuerpo humano: hombres que dicen ser mujeres o al revés, que salen al colegio con un sexo establecido y vuelven a casa fluidos, que “forman familias con dos perrijos y cuatro gatijos”, que “se casan con una planta”. De todo en la nueva viña del Señor. Miklos Lukacs, experto en filosofía y bioética, ofreció todo un catálogo de estos nuevos experimentos con los que el “hombre juega a ser Dios”. Y con fotografías incluidas. “Eso ya no es un pene, es una vagina que ha perdido su humedad, ese pene ya no sirve para nada”, decía retorciéndose las manos de forma inquietante. “Otros se mutilan las orejas, la nariz, ya no hay respeto a la integridad física”, en esta deriva de la humanidad hacia el “utilitarismo hedonista”.
Los anticapitalistas de la mañana se lo tomaron con otra filosofía: “La lucha es alegría”.
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