Estados Unidos e Irán se hallan en rumbo de colisión. Los chispazos ya han saltado en el golfo de Omán, donde dos petroleros han sido atacados en perfecta sincronización con la misión del primer ministro japonés, Shinzo Abe, en Teherán, donde llevaba un mensaje conciliador de Donald Trump para el guía supremo de la revolución, el ayatolá Jamenei. Nadie podía engañarse sobre el escaso porvenir del diálogo propuesto por el presidente de EE UU después de romper el acuerdo nuclear con Irán, estrechar el cerco de las sanciones, bloquear la venta de petróleo o clasificar a los Guardianes de la Revolución como organización terrorista.
Según su acostumbrada fórmula de negociación, Trump pretendía poner de rodillas al Gobierno iraní para después conseguir un nuevo acuerdo nuclear mejor que el de Obama. Siendo ya escasas sus posibilidades de éxito, alguien, no se sabe quién, ha querido boicotear de plano el intento, y nada mejor que atacar un petrolero japonés a pocas millas de la costa iraní, justo en las mismas horas del encuentro entre Abe y Jamenei.
Ya se sabe qué puede suceder cuando son más los que trabajan para la guerra que los que intentan evitarla. De los primeros hay de sobra en la región, de uno y otro lado, en algunos casos promoviéndola con el ejemplo, como sucede en Siria y Yemen. Los hay también en la Casa Blanca, especialmente el consejero nacional de Seguridad, John Bolton, directo partidario del cambio de régimen en Teherán, que difícilmente puede producirse sin una intervención militar de envergadura, al menos, como la de Irak. No es el caso, en cambio, del viejo Donald, que solo quiere victorias con las que terminar las impopulares guerras ya empezadas.
Si es por él no habrá guerra. O la harán los otros: Arabia Saudí, Emiratos e Israel, los enemigos jurados de la República Islámica. A prepararla es a lo que se dedican los radicales de una y otra orilla del peligroso golfo Pérsico. Y a ellos es a los que da alas la presidencia de Trump con su incansable destrucción y militarización de la diplomacia.
Lo que se ahorra ahora en diplomacia se gasta mañana en pólvora, según sentencia ya famosa del general Jim Mattis, que fue hasta hace bien poco secretario de Defensa de Trump. Las cifras de comercio armamentístico en Oriente Próximo, especialmente las colosales y crecientes compras de los más dispendiosos, los saudíes y los emiratíes, señalan bien a las claras el rumbo de colisión hacia el que se dirige la región.
Puedes seguir EL PAÍS Opinión en Facebook, Twitter o suscribirte aquí a la Newsletter.
Source link