Rusia apuesta por domesticar a los talibanes

Rusia ha reaccionado con ostentosa calma ante la caída de Afganistán en manos de los talibanes y, formalmente, parece abrazar la idea de que esta organización puede ser domesticable, aunque de momento siga catalogada como terrorista también en Moscú. “Rusia no teme que Afganistán se convierta en un estado islámico terrorista, pero no se apresurará en reconocer a los talibanes”, dijo el lunes a la emisora el Eco de Moscú el representante especial del presidente Vladímir Putin para Afganistán, Zamir Kabúlov, según el cual, a su país tampoco le preocupa la cercanía de Afganistán a Pakistán, donde hay armas atómicas. Por si fuera poco, los talibanes han comenzado a custodiar el perímetro de la Embajada de Rusia en Kabul y garantizan que “de la cabeza de los diplomáticos rusos no caerá ni un pelo”.

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Las precauciones, sin embargo, no están de más; Rusia ha evacuado una parte del personal de su embajada en Kabul (integrada por un centenar de personas) y por ahora no tiene intención de quitarles a los talibanes la etiqueta de terroristas algo que, según Kabúlov, debe iniciar el Consejo de Seguridad de la ONU cuando sus miembros permanentes se convenzan de que los afectados “actúan civilizadamente”. El veterano diplomático ruso subrayó que los talibanes habían luchado “sin piedad” contra el ISIS (Estado Islámico), “a diferencia de los norteamericanos y de toda la OTAN junta, incluido el Gobierno afgano huido, que no lucharon e incluso llegaron a perdonarlos en algunas partes”. Kabúlov, que se entrevistó con una delegación oficial de los talibanes en julio en Moscú, afirmó que uno de sus dirigentes le había reiterado que ellos “no toman prisioneros” del ISIS. “Hasta el momento Rusia está satisfecha del comportamiento de los talibanes y de que la transferencia de poder se haya realizado sin violencia”, agregó Kabúlov. Según este, en Moscú, los talibanes aceptaron las exigencias rusas de no formar un emirato afgano y no utilizar el territorio de Afganistán contra terceros países.

La caída de Kabul ha sido “hasta cierto punto inesperada” para Moscú, según el representante de Putin. “Suponíamos que el ejército afgano, fuera el que fuera, opondría resistencia durante algún tiempo”, pero “por lo visto fuimos demasiado optimistas al valorar la calidad de la preparación de las fuerzas armadas preparadas por los americanos y los países de la OTAN”, sentenció.

Más allá del aplomo con el que Rusia encara a los talibanes, la victoria de estos causa preocupación en los países del Asia Central exsoviética, tres de los cuales (Tayikistán, Uzbekistán y Turkmenistán) tienen una frontera conjunta de 2.387 kilómetros con Afganistán, a la cual ya llegaron los talibanes.

“En las filas de los talibanes hay grupos étnicos y en Afganistán hay muchas otras organizaciones terroristas, entre ellas las que están formadas por miembros de etnias residentes en Asia Central, como los uzbekos, los kirguizos, los turcomanos y los tadzhikos”, señala a este diario un analista independiente desde una capital centroasiática. “Aparte de la amenaza exterior desde Afganistán, Asia Central se enfrenta a la amenaza interior, consistente en que, animados por el éxito de los talibanes, se activen los radicales locales con apoyo activo o pasivo en la sociedad en los diversos Estados de la zona”, señala el analista. Un efecto desestabilizador puede tener también el flujo de refugiados que ha comenzado ya. Desde Tayikistán y Uzbekistán informan sobre la llegada de centenares de militares de afganos en busca de refugio. Para el analista, Rusia es el garante de la seguridad centroasiática y la situación en Afganistán le exigirá grandes recursos, al igual que a Irán, China y la misma Asia Central.

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El 22 de julio en entrevista con el Eco de Moscú, Kabúlov se mostró satisfecho por la marcha de EE UU y sus aliados de Afganistán por considerar que su presencia en aquel país estaba más dedicada a vigilar el entorno (China, Irán, Rusia) que a Afganistán. Para neutralizar amenazas en Asia Central. Moscú cuenta con unas importantes instalaciones militares (la “base 201”) en territorio de Tayikistán, y con el apoyo de los socios locales (Kazajistán, Tayikistán, Kirguizistán), miembros de la Organización del Acuerdo de Seguridad Colectiva (ODKV por sus siglas en ruso), además de un acuerdo de asociación estratégica con Uzbekistán. Turkmenistán, por su parte, es un Estado neutral.

Kabúlov ha exhortado a concentrarse en la “profilaxis” de la amenaza. A las maniobras militares realizadas recientemente por Rusia, Tayikistán y Uzbekistán se le sumarán otras del ODKV en la frontera tayiko-afgana, según anunció el lunes esta organización. En Rusia, junto a los que se regocijan por el fracaso norteamericano, hay también voces más sobrias, como la del politólogo Alexéi Chesnakov, que en su canal en las redes sociales, ha advertido de que la “alegría por el mal ajeno”, asociada a la pregunta “quién es el culpable”, no debe desviar del análisis serio sobre el “qué hacer”. La “exageración en lo primero solo subraya la falta de comprensión de lo segundo”, sentencia Chesnakov.


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