Rusia apuntala el patriotismo con su desfile militar de la Victoria pese a la pandemia

Cadetes rusos ensayan para el desfile militar del 24 de junio en la plaza Dvortsovaya de San Petersburgo, este miércoles.
Cadetes rusos ensayan para el desfile militar del 24 de junio en la plaza Dvortsovaya de San Petersburgo, este miércoles.OLGA MALTSEVA / AFP

Pese a los intentos del Kremlin de visibilizar que Rusia está ganando limpia y rápidamente la batalla al coronavirus, las cifras lo rebaten. Con alrededor de 8.000 nuevos infectados detectados cada día, la situación epidemiológica ha llevado al menos a una quincena de regiones a saltarse los esperados desfiles militares anuales para conmemorar la victoria del Ejército rojo sobre la Alemania nazi. La covid-19 ya forzó a las autoridades a reprogramar los grandes fastos del tradicional desfile del 9 de mayo al 24 de junio.

El desfile, que este año iba a ser aún más suntuoso por ser el 75º aniversario de la victoria, se ve como un aperitivo patriótico a la consulta popular sobre la reforma constitucional que incluye una enmienda que permitiría a Vladímir Putin perpetuarse en el poder. Un momento de celebración en una época complicada que está teniendo un alto coste en los índices de popularidad y confianza del líder ruso.

Pero el coronavirus, que con más de medio millón de contagiados y casi 7.000 muertos en el país euroasiático —una cifra baja que ha desatado las dudas sobre el recuento de analistas y expertos— se ha tornado en el mayor adversario de Putin, está dificultando sus planes. En Moscú, la Plaza Roja ya se está engalanando para la gran conmemoración con grandes carteles históricos y gradas coloreadas con la bandera de Rusia, que acogerán a decenas de veteranos. Sin embargo, el alcalde de la capital y aliado cercano al presidente ruso, Serguéi Sobianin, ha recomendado a la ciudadanía que lo vea por televisión en vez de agolparse y esperar durante horas para observar el paso de los tanques y la marcha de más de 14.000 uniformados.

Todo pese a que desde el lunes, la ciudad de casi 13 millones de habitantes y que ha sido el epicentro de la epidemia de coronavirus en el país —con casi 209.000 infectados detectados y 3.434 muertos, según las cifras oficiales— se está abriendo paulatinamente de un autoaislamiento que ha tenido un gran impacto económico en las empresas y en los bolsillos de los rusos. Las voces más críticas han clamado contra la salida del confinamiento, que ven como una decisión política de cara a la votación sobre la reforma constitucional del 1 de julio.

Mientras, Tomsk, en Siberia; Perm, Cheliábinsk y Nizhni Tagil, en los Urales; Bélgorod, Oriol y Kursk, al suroeste de Moscú; Udmurtia, en el Volga; o Yakutsk y Petropávlovsk-Kamchatski, en el Lejano Oriente ruso, y así hasta una treintena de ciudades en una quincena de regiones han decidido no celebrar desfiles o actos multitudinarios de conmemoración; o aplazarlos todavía más. “Celebraremos el desfile en otro momento, cuando la situación sea más clara y la amenaza se minimice o desaparezca por completo”, comentó el gobernador de Tver, Igor Rudenya, el jueves. “Decidimos no arriesgar la salud de la ciudadanía, y lo más importante, de nuestros queridos veteranos”, escribió en Instagram el gobernador de Pskov, Mijaíl Vedérnikov, que remarcó que celebrar el desfile sin los veteranos —un grupo de mucho riesgo por edad— “contradice el espíritu” de la conmemoración.

El Kremlin ha salido al paso de las cancelaciones, que están dejando muy deslucida una celebración que Putin ha transformado en una fiesta nacional de enorme importancia; y que con la nueva fecha del 24 de junio, la misma en que se celebró el primer desfile hace 75 años, esperaba tomar más cuerpo. Su portavoz, Dmitri Peskov, ha declarado que es “absolutamente comprensible” que se pospongan o anulen las celebraciones en algunas regiones, ya que son sus gobernadores quienes “conocen mejor” la situación epidemiológica de sus territorios.

Pero es un pequeño varapalo para el presidente ruso, que esperaba también celebrar con el desfile que lo peor de la pandemia ha pasado. Y aunque los casos se van reduciendo en la mayoría de las regiones rusas, en otras los infectados y los fallecidos crecen a un ritmo preocupante. Y los gobernadores, en los que Putin ha delegado gran parte de la gestión de lo peor de la pandemia —al menos de cara al público y a la hora de repartir culpas—, no quieren arriesgarse.

“Sin entrar a debatir sobre el significado de las conmemoraciones y el componente político de este acto de poder. ¿Quién quiere arriesgarse a más muertes en tiempos de paz?, ¿quién sugiere poner a las personas en contacto con el virus?”, plantea el responsable para la región de Bashkiria del partido opositor Yábloko. Las formaciones en la fragmentada oposición rusa se preguntan irónicamente, además, cómo se pueden permitir los desfiles militares y los ensayos y en cambio otros actos multitudinarios, como las protestas, siguen vetados por la amenaza del virus.

El desfile militar, y las conmemoraciones en forma de ofrendas florales o inauguraciones de monumentos, se preveían como un buen momento festivo antes de la traca final de la consulta popular sobre la Constitución, para la que muchas regiones han preparado también barbacoas, pequeños premios y jugosos sorteos entre quienes voten; todo para fomentar la participación que se pronostica baja. Así que el equilibrio para los gobernadores regionales es complicado. Hay regiones que, pese a reconocer que la situación no es idónea, se resisten a cancelar lo planeado. Como el krai de Zabaikalie, en el Lejano Oriente ruso, que aún está en régimen de confinamiento pero que por ahora mantiene el desfile. En San Petersburgo —donde las altas cifras de fallecidos fuera de la contabilización oficial ha alertado a los expertos— las conmemoraciones también seguirán según lo previsto.

Putin había previsto que los desfiles militares de este 75º aniversario de la victoria del Ejército rojo sobre la Alemania nazi fueran los más vistosos y grandes de la historia rusa. Pero con los viajes todavía restringidos por la pandemia y con Moscú aún muy aislada por Occidente por anexionarse la península ucrania de Crimea en 2014 y sus injerencias en varios países, solo han confirmado su visita una decena de líderes extranjeros; principalmente sus tradicionales aliados de los países de la antigua URSS. Un plantel que al líder ruso, que tenía la esperanza de recibir al presidente francés Emmanuel Macron (esperanza que no ha abandonado del todo), puede saberle a poco.


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