Saeb Erekat, un negociador infatigable

Saeb Erekat, durante una rueda de prensa en enero de 2019.
Saeb Erekat, durante una rueda de prensa en enero de 2019.MOHAMAD TOROKMAN / Reuters

Saeb Erekat ya no verá la paz en Palestina, ni se sentará en la mesa de diálogo con Israel que previsiblemente reabrirá la presidencia del demócrata Joe Biden en Estados Unidos. El más destacado negociador palestino desde la Conferencia de Paz de Madrid de 1991 ha muerto este martes en un hospital de Jerusalén a los 65 años, después de haberse contagiado de la covid-19 en octubre.

Exministro, diputado, secretario general de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) a partir de 2015, Erekat fue ante todo el brazo derecho del líder histórico Yasir Arafat, fallecido en 2004, y del actual presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, en los contactos internacionales. Formado en universidades estadounidenses y británicas, era una de las imágenes más visibles de los palestinos ante Israel y el resto del mundo.

Su presencia en las conversaciones secretas que condujeron a los Acuerdos de Oslo de 1993 fue clave para la construcción del autogobierno palestino durante el último cuarto de siglo. Intervino en casi todas las conferencias de paz apadrinadas por Washington, desde la de Camp David (2000), durante la presidencia de Bill Clinton; pasando por la de Annapolis (2007), bajo el mandato de George W. Bush, hasta las negociaciones impulsadas por Barack Obama que se estancaron por última vez en 2014. También lo intentó con Jared Kushner, enviado especial y yerno de Donald Trump, hasta que los puentes diplomáticos con EE UU quedaron rotos por el republicano en 2017, cuando el arbitraje de la Casa Blanca se escoró sin ambages en favor del Estado Judío con el reconocimiento de Jerusalén como capital exclusiva de Israel.

Nacido en 1955 en la Ciudad Santa en el seno de un tradicional clan palestino, el bíblico oasis de Jericó en el valle del Jordán fue, sin embargo, el centro de su existencia y donde vivió casi hasta el final de sus días. Desde el exilio, Arafat pronto se fijó en el joven profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Nablús (norte de Cisjordania) que invitaba a intelectuales israelíes a sus clases, y columnista del diario Al Quds, que se enfrentaba a la ocupación con argumentos políticos y legales.

Enviado como jefe adjunto de la delegación palestina a la Conferencia de Paz de Madrid, su imagen con la kufiya (pañuelo tradicional palestino) sobre los hombros no pasó inadvertida en el Palacio de Oriente, sede de las negociaciones en la capital española. Desde entonces —y a partir de 1994 encabezando los equipos diplomáticos— convirtió en eje central de su carrera el título de unos de sus ocho libros: La vida es una negociación.

Tras sufrir un ataque al corazón en 2012 y, sobre todo, someterse cinco años después a un trasplante de pulmón en EE UU, su salud se fue deteriorando. Las dolencias no le impidieron seguir manteniendo estrechas relaciones con diplomáticos y periodistas extranjeros. En 2015, poco después de que Benjamín Netanyahu ganara las elecciones en Israel para un tercer mandato consecutivo, el negociador jefe palestino le desafío abiertamente ofreciendo una conferencia de prensa clandestina en un hotel de Jerusalén Este.

Erekat nunca dejó de esgrimir el derecho internacional y la solución de los dos Estados como arma para lograr una Palestina libre de la ocupación e independiente. “Los israelíes no quieren que recurramos a la lucha armada, ni que acudamos al Consejo de Seguridad de la ONU, ni ante la Corte Penal Internacional (CPI)”, argumentaba con característica vehemencia en su despacho de Ramala, en una entrevista concedida a EL PAÍS en febrero. “Netanyahu está anunciando cada día miles de nuevas viviendas en los asentamientos de colonos y Europa sigue relacionándose con él como si nada hubiese ocurrido”, advertía. “Por eso hemos llamado a la puerta de la CPI para que los crímenes de Israel no queden impunes”.

Evacuado a un hospital israelí

En los últimos meses, no cejó en sus críticas a los países árabes —Emiratos, Baréin, Sudán— que han establecido relaciones con Israel, rompiendo el consenso de unidad de acción suscrito en la iniciativa de paz saudí de 2002. Pero a comienzos de octubre, Erekat empezó a sentirse mal y sus colaboradores anunciaron que padecía la covid-19, agravada por un sistema inmunitario muy debilitado a consecuencia del trasplante. Estuvo al principio aislado en su casa de Jericó, asistido por su esposa y sus cuatro hijos, pero cuando su estado se tornó crítico fue evacuado de urgencia al hospital israelí Hadasah de Ein Karem, en el distrito de Jerusalén, donde ha permanecido casi tres semanas en coma inducido y conectado a un respirador.

La Liga Árabe, la Unión Europa, numerosos países se han sumado al homenaje póstumo a su esfuerzo por la construcción de un Estado para los palestinos mediante la vía de la negociación y la ley internacional. El rais Abbas ha declarado tres días de duelo oficial en memoria de un “hermano y amigo (…) en medio de los difíciles tiempos que atraviesa la causa palestina”. Hanan Ashrawi, veterana dirigente que también participó en la Conferencia de Madrid, ha rememorado que, “además de perseguir una paz justa, mantuvo un firme compromiso con la libertad y los derechos humanos de los palestinos”.

Con el adiós suele llegar el reconocimiento del antagonista. Tzipi Livni, la negociadora de Israel que durante más tiempo compartió la mesa de diálogo con Erekat, le ha despedido con un emocionado recuerdo. “Le vamos a echar de menos. Él siempre decía que su destino era alcanzar la paz”, ha tuiteado la exministra israelí. “Cuando ya estaba enfermo, me envió este mensaje: ‘No he acabado la misión para la que he nacido”.




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