San Telmo, Sol y Raxoi vigilan con lupa el resultado de Castilla y León


Primera conclusión: Que el PP continúe en el poder tras 35 años al frente de Castilla y León “no será gratis” y el precio lo pondrá Vox. En concreto, su líder, Santiago Abascal, que hace días estableció que allí no se repetirá el regalo que se dio en Madrid. Quiere a su candidato de vicepresidente.

Segunda: Ni Pablo Casado —que rompió muy dramáticamente con Vox y con Abascal en la moción de censura de 2020 (“Hasta aquí hemos llegado. No somos como usted porque no queremos ser como usted”)— ni el tenido por barón moderado Alfonso Fernández Mañueco —que gobernaba con el político más socialdemócrata de Ciudadanos y ahora lo tendría que hacer con la ultraderecha— fijarán líneas rojas ni cinturones democráticos ante la irrupción institucional del partido ultra.

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Tercera: Vox, que rechaza la España autonómica y sus logros, gobernará en una autonomía con el permiso del PP, y abre así una puerta para futuros pactos en otras regiones y si fuera preciso a nivel nacional.

Cuarta: Los argumentarios preconcebidos y apresurados los carga el diablo. Uno de los portavoces de la cúpula del PP, Javier Maroto, interpretó el resultado como “una muy buena noticia” y “tranquilizadora” porque Mañueco había evitado una moción de censura (que nunca se logró demostrar) y “liberado” a los castellanoleoneses de la “pesadilla” de un Gobierno de izquierdas que atribuyó a Pedro Sánchez.

Quinta: Mañueco no es Ayuso, no tiene su carisma, ni sus votos, ni trabaja en el mismo territorio. Y copiarle sus eslóganes y su campaña de enfrentamiento contra Sánchez fue un error. No salió bien, y si dura un poco más podría haber sido mucho peor.

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Sexta: El ansiado peldaño para catapultar a Casado a La Moncloa con un triunfo arrollador de Mañueco y del PP que mitigara el fenómeno Ayuso no se registró.

Séptima: El PP se mantiene en torno al 31% del voto de las anteriores autonómicas de 2019, pero no se acerca a sus mejores datos ni a sus expectativas. La casi extinción de Ciudadanos no se traspasa por las bases y los votantes al PP, como prometían Casado y su álter ego, Teodoro García Egea. Tampoco al PSOE. ¿Van a Vox? España Suma tendrá que esperar, por ahora.

Y octava: En San Telmo (sede de la Junta de Andalucía, donde vigila el presidente popular, Juan Manuel Moreno Bonilla), en la Casa de Correos de la Puerta del Sol de Madrid (donde campa Ayuso) y en el Pazo de Raxoi (desde donde vigila las esencias el gallego Alberto Núñez Feijóo) escudriñaron las urnas y tomaron nota: hay que desmarcarse. Moreno, que viajaba esta madrugada aún desde Dubái, no quiere precipitarse ni verse influido para adelantar sus elecciones y pretende estirar la legislatura todo lo que pueda. Feijóo recordó que él vive en otra galaxia (donde no existe Vox), y anticipó deberes: “Mañueco ya habló con todo el mundo menos Podemos cuando fue candidato sin mayoría absoluta a la alcaldía de Salamanca”. Ayuso no fue a Génova. Se quedó en su casa. En su entorno ironizaron: “Casado no se moverá, seguirá hasta las generales. Hace un año, tras el fiasco en Cataluña, cesó a la sede [del partido]. Ahora cesará al mobiliario”.

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