Sánchez y Macron legalizan en Montauban la doble nacionalidad hispano-francesa


Los lazos históricos, sentimentales y cotidianos entre España y Francia se escenificaron el lunes en Montauban, la pequeña ciudad francesa donde el 3 de noviembre de 1940 murió Manuel Azaña, último presidente de la Segunda República española.

Pedro Sánchez y Emmanuel Macron se recogieron ante la tumba de Azaña y depositaron un ramo de flores. Fue el punto final de una cumbre que tuvo, como resultado más concreto, la firma por los presidentes español y francés de un convenio que legaliza la doble nacionalidad.

La reunión estuvo marcada, entre otros asuntos, por el malestar causado por la decisión de París de cortar carreteras que conectan a ambos países en los Pirineos con motivo de la lucha contra la inmigración irregular y el terrorismo. En la Declaración conjunta adoptada en Montauban, Francia y España se comprometen a garantizar la “coordinación y la proporcionalidad” de cualquier cierre fronterizo entre ambos países.

Macron, en una rueda de prensa junto a Sánchez, celebró el simbolismo de Montauban como un lugar común en la historia y la memoria de España y Francia. “Aquí consagramos un vínculo histórico, político, humano muy fuerte entre nuestros dos países”, dijo.

El vínculo humano del que habló Macron tiene una traducción en el convenio que permitirá la doble nacionalidad franco-española sin tener que renunciar a una de las dos. La binacionalidad era aceptada, aunque no estaba amparada por la ley española. Ahora será plenamente legal.

“En el tiempo de la globalización, querido Emmanuel, hay dos modos de concebir las identidades”, explicó Sánchez. “Los populismos identitarios conciben la identidad como algo cerrado. El pensamiento que nos representa concibe la identidad no como una disyuntiva, una cosa o la otra, sino un y también”.

El vínculo histórico lo simboliza Azaña, cuyos restos, según el presidente español, no deben repatriarse a España, sino quedarse donde están enterrados, puesto que el último presidente de la República “forma parte ya de la historia compartida entre España y Francia”. Tras la derrota en la Guerra Civil, cruzó los Pirineos y, perseguido por los agentes de Franco y de la Alemania nazi, acabó en Montauban desmoralizado y gravemente enfermo.

“A lo único a lo que aspiro es a que queden unos cientos de personas en el mundo que den fe de que yo no fui un bandido”, le dijo, poco antes de morir, a un visitante, según contó el historiador Santos Juliá en su biografía Vida y tiempo de Manuel Azaña. El homenaje de Sánchez y Macron consagra la memoria del político y del medio millón de refugiados que abandonaron España en 1939 en el centro de la amistad franco-española, y eleva Montauban al rango de capital oficiosa de esta historia común.


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