Cuando el antiguo juez Sergio Moro (Maringa, 47 años) aceptó acompañar al ultraderechista Jair Bolsonaro en el Gobierno de Brasil, hizo una apuesta arriesgada. Entregaba su capital político como símbolo anticorrupción en la Operación Lava Jato a un diputado veterano e incendiario, un nostálgico de la dictadura. La luna de miel acabó en abril, en plena pandemia, como un mal divorcio, con una acusación bomba contra el mandatario: Moro denunció que le presionó para cambiar al jefe de la Policía Federal y proteger así a sus hijos. El Tribunal Supremo investiga el asunto. En una entrevista por videoconferencia desde Curitiba (al sur del país, 1,9 millones de habitantes), donde está confinado, Moro critica los arranques autoritarios de Bolsonaro, pero dice no ver riesgo de ruptura constitucional.Pregunta. Salió del Gobierno tras 16 meses y se despidió con un ataque. ¿Él le engañó a usted o fue usted quien no calibró bien?Respuesta. Entrar al Gobierno, dejar la magistratura, fue una decisión difícil. Lo que dije al irme es la verdad. Fui al Ministerio de Justicia para consolidar los logros [contra la corrupción] de los últimos años, combatir el crimen organizado y los delitos violentos. Fui percibiendo que esa agenda no tenía la prioridad necesaria y al final esa interferencia en la Policía Federal… Para un exjuez, el Estado de derecho es fundamental. Entendí que no tenía sentido permanecer en el Gobierno y que tenía el deber de revelar los hechos relacionados con mi salida incluso para proteger a la Policía Federal.P. ¿Se siente decepcionado con Bolsonaro respecto a su compromiso anticorrupción?R. Yo me mantuve fiel a los compromisos que me llevaron al Gobierno. Si él se mantuvo o no, hay que preguntarle a él.“No veo riesgo de ruptura constitucional”P. ¿Se arrepiente de haber aceptado ser ministro?R. No. Cuando acepté el cargo, la Bolsa subió, a la gente le gustó. Claro que también hubo críticas. Acepté con buena intención y conseguí algunos logros. La criminalidad se redujo significativamente en 2019, incluidos los asesinatos, que cayeron un 19%.P. Partidarios de Bolsonaro han sido detenidos por actos antidemocráticos. Los conflictos con el Poder Judicial se agravan.R. En Brasil y otros países hay una polarización excesiva que dificulta mucho el buen funcionamiento de la democracia. Estos radicales representan el extremo de esa polarización. Debemos preservar la libertad de opinión, pero eso no ampara delitos, incluyendo las amenazas contra instituciones o personas.P. ¿Ha sido objetivo de esos extremistas?R. Internet se usa también para diseminar fake news, odio, lo que no contribuye al debate público. Tras mi salida del Gobierno he sufrido ataques en redes sociales; no sé hasta qué punto espontáneos o no.P. Usted encarnó un anhelo de ética en las relaciones políticas. Pero en un año ha perdido 20 puntos de popularidad. ¿Está siendo mal comprendido o cree que en algún punto de su trayectoria debió ser diferente?R. Yo actué desde la perspectiva de hacer lo correcto. Y eso a veces implica consecuencias. Fue necesario hacerlo, [si no] no estaría con la conciencia tranquila. La popularidad nunca fue un objetivo. Si hay cierta incomprensión sobre los motivos de mi salida, principalmente por parte de los partidarios del presidente, lo siento. Existe esa red de desinformación que muchas veces perjudica la percepción adecuada de los hechos. Con el tiempo, la verdad acaba prevaleciendo.P. Dos de los tres manifiestos en defensa de la democracia ponen pegas a su presencia, ¿cómo lo vive?R. Es parte de la incomprensión de lo que fue Lava Jato, una gran investigación que reveló extendidos sobornos en el Gobierno federal durante la gestión del Partido de los Trabajadores. Algunos sostienen que hubo un sesgo político, pero fueron condenados políticos de izquierdas y derechas. En este momento difícil, de pandemia y dificultades económicas, no deberíamos estar discutiendo la defensa de la democracia.P. Pero lo ve necesario, ¿no?R. Sí, considero absolutamente necesario pero lamentable que tengamos que estar discutiendo eso.P. ¿Aceptaría estar con [el expresidente] Lula, si él quisiera, en un frente por la democracia?R. Es innecesario. Tenemos un Gobierno populista con arranques autoritarios y tenemos una democracia e instituciones sólidas. No creo que [la democracia] esté amenazada, pero ese tipo de arranques autoritarios evidentemente es indeseable.“Me voy a reinventar, probablemente, en el sector privado”P. Bolsonaro fue diputado 28 años. Ya flirteó con el autoritarismo. ¿Creyó que sería diferente?R. La gran mayoría no pensó que [esto] ocurriría. Mi entrada en el Gobierno fue vista por muchos como un elemento moderador. Con mi pasado de juez, me vi como una especie de garante de que no habría esos arranques autoritarios. Lo más relevante es que hay una reacción fuerte de la sociedad y de las instituciones. Tenemos un Supremo que actúa con independencia, un Congreso que funciona normalmente. La democracia brasileña está consolidada, esas turbulencias van a pasar.P. Entonces, ¿no ve riesgo de ruptura constitucional?R. No veo ese riesgo, pero eso no justifica los arranques autoritarios. Estaríamos mejor sin ellos.P. The Intercept y otros medios, incluido EL PAÍS, revelaron que en el caso Lava Jato usted mantuvo una comunicación estrecha con los fiscales. ¿Cree que fue un error?R. Con la legislación brasileña, hablar en una investigación como Lava Jato con la Fiscalía, los abogados, la policía… es algo habitual. Sinceramente, creo que este tema ya está superado.P. El exjuez español Baltasar Garzón criticó su sentencia sobre Lula y su entrada en el Gobierno de Bolsonaro. ¿Qué le diría?“La pandemia no se enfrenta negando su gravedad. Eso hace que hoy tengamos 43.000 muertes”R. No quiero entrar en debate con Garzón, hay una cierta incomprensión. Yo le condené [a Lula] en un proceso, la sentencia fue confirmada en dos instancias y luego fue condenado en otro caso.P. Juristas brasileños dicen que la Lava Jato debilitó lo que usted defiende: el Estado de derecho.R. Al contrario, la lucha contra la corrupción fortalece el Estado de derecho.P. Usted dijo que no abandonaría el Poder Judicial para entrar en política, pero lo hizo. ¿Eso daña su credibilidad?R. En el Gobierno siempre me vi más como técnico que como político. Claro que el trabajo del ministro también tiene un sesgo político.P. ¿Está de acuerdo con tener tantos militares en el Gobierno? Y este Gobierno parece que usa el miedo para gobernar. ¿No ve esto como un elemento que pone en peligro la democracia en Brasil?R. La presencia de los militares en el Gobierno no es necesariamente negativa. Ocurre en otros países sin que se piense que supone un riesgo para la democracia. Ahora, estas invocaciones constantes de las Fuerzas Armadas y la necesidad de reafirmar nuestros compromisos democráticos es algo realmente malo. Conlleva inestabilidad, ahuyenta las inversiones…“Estas invocaciones constantes de las Fuerzas Armadas y la necesidad de reafirmar nuestros compromisos democráticos ahuyenta las inversiones”P. ¿Qué opina de la gestión de Bolsonaro de la pandemia?R. Fue uno de los motivos subyacentes de mi dimisión. Que el presidente tuviera esta postura negacionista me hacía sentir incómodo. La pandemia no se enfrenta negando su gravedad. Eso hace que hoy tengamos 43.000 muertes por el coronavirus, lo cual es muy grave.P. Se le ve como aspirante a la presidencia en 2022.R. Estamos en un momento muy difícil. Tenemos una pandemia, un problema económico muy serio, con personas que pierden sus empleos, sus ingresos, empresas que cierran, y creo que cualquier debate sobre eso es absolutamente inoportuno.P. ¿Busca empleo?R. Tras dejar el Gobierno, tengo una cuarentena de seis meses para evitar conflictos de intereses. Tendré que reinventarme, probablemente en el sector privado. Deseo seguir contribuyendo al debate público.
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