El Barça ha atado a uno de los mejores entrenadores de Europa y un ídolo local para las próximas tres temporadas, una operación que hay que destacar sabiendo que Sarunas Jasikevicius tenía varias novias de calado, incluso al otro lado del charco. El lituano, a sus 44 años, acumula el interés de franquicias NBA como los Toronto Raptors, los Cleveland Cavaliers y los Memphis Grizzlies.
“Mantuve una docena de llamadas con él”, reconocía Nick Nurse el verano pasado, durante el Mundial de China 2019. Por entonces, Saras aspiraba a convertirse en el segundo entrenador de los vigentes campeones de la NBA. “Observé a sus equipos jugar y me gustó lo que vi. Es un entrenador obviamente prometedor, o que ya ha llegado”. El exjugador lituano llevaba ya tres años recibiendo elogios por su labor con el Zalgiris Kaunas, con un presupuesto menor y unos resultados superlativos tanto en las competiciones nacionales como en la Euroliga.
“He tenido una experiencia muy bonita con Toronto, vinieron a Lituania a entrevistarme. La verdad es que me abrieron los ojos. Era mi primera entrevista con una franquicia de la NBA y me quedé fascinado”, decía Saras a MD en 2018. La franquicia canadiense dudaba entre él y Nurse para liderar un proyecto que el segundo transformó en un anillo histórico dirigiendo a los españoles Serge Ibaka y Marc Gasol.
“Me entrevisté con cuatro personas de altísimo nivel e inteligencia. ,
Hacía mucho que no hablaba con gente con una visión tan fuera de lo común
, fue increíble, creo que he mejorado como persona y entrenador solo hablando con ellos. Me dejaron impresionado”, decía Jasikevicius sobre sus contactos con los Raptors y su presidente, Masai Ujiri, reconocido y premiado como uno de los mejores ejecutivos de la liga.
Un año más tarde, esos contactos se repitieron para completar el cuerpo técnico de Nurse. Además, también llamaron a la puerta los Grizzlies y los Cavaliers. Según Saras, a él le interesaban solo los puestos de primer entrenador, y el Barça le ha convencido, por fin, ahora.
Los años formativos de Maryland
El idilio de Sarunas con Estados Unidos viene de lejos. Cuando tenía 17 años se marchó a Estados Unidos después de formar parte de un acuerdo de intercambio para varias promesas lituanas –con Zydrunas Ilgauskas y Andrius Jurkunias, entre otros, de compañeros de viaje– de una agencia de cazatalentos. El joven Saras recaló en Quarryville, una población de unos 2.000 habitantes. “¿Sabéis lo que es sentir miedo?”, recuerda en sus memorias. El hombre que le recogió en el aeropuerto no era el padre de su familia adoptiva , ya que este había sufrido un derrame cerebral.
Gary Harold le habló de su nueva familia. Bajo el techo de los Harolds, ese chaval de Kaunas disputó una temporada en el la Solanco High School mientras descubría América a base de patatas fritas del McDonald’s y pizzas del Pizza Hut. Jasikevicius pasó las pruebas de acceso la universidad, según él de manera algo sorprendente dada su escasa afición por los estudios, y se sumó a la plantilla de los Maryland Terrapins los siguientes cuatro años.
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Allí recibió los consejos de Gary Williams, entrenador incluido en el Salón de la Fama del Baloncesto. Con los Terrapins, Jasikevicius logró una progresión constante y terminó su primera estancia al otro lado del charco con promedios de 12,4 puntos y 3,6 asistencias por encuentro. Esa temporada, Maryland cayó en la primera ronda del Sweet Sixteen ante Arizona, y el lituano se despidió con declaraciones que apuntaban maneras sobre su nivel de exigencia sobre una cancha de baloncesto.
“Hemos hecho una buena temporada, pero podría haber sido mejor”, decía el jugador en palabras recogidas por The Washington Post. “Fuimos poco consistentes en ciertos momentos. Hemos tenido buenas victorias y creo que el programa ha avanzado a nivel nacional”. No se equivocaba Saras: en 2002, los Terrapins consiguieron su único título NCAA a día de hoy.
Promesas truncadas en la NBA
Jasikevicius volvió a Europa y debutó en el baloncesto profesional del viejo continente con el Lietuvos Rytas en 1998. El resto de la historia es bien conocida. En 2003 levantó la primera Euroliga de la historia del Barça, alcanzando el estatus de leyenda del club por su carácter y su liderazgo junto a tipos como Dejan Bodiroga y Juan Carlos Navarro. Después de alcanzar la gloria europea, Saras volvió a hacer caso a los cantos de sirena desde Estados Unidos.
“Estoy contento con lo que he logrado hasta ahora, pero mi sueño siempre ha sido la NBA”, apuntaba en entrevistas a los medios de Estados Unidos. Al final le engatusó Rick Carlisle, que le prometió protagonismo con sus Indiana Pacers, un conjunto tremendamente defensivo que, a priori, no encajaba demasiado con el talento ofensivo innato del base lituano. Había otras franquicias que le perseguían: Jerry Sloan le quería para hacer pareja con Deron Williams, también Nate McMillan pujó por él con los Blazers.
Saras quería ganar también en la NBA, así que escuchó más las ofertas de los Cavaliers y los Pacers. En Cleveland hubiera compartido vestuario con dos amigos, Zydrunas Ilgauskas y Anderson Varejao, a quien conoció en can Barça con 18 años cuando este no era más que un adolescente tímido. “Me había acostumbrado a la idea de ganar. Quería ganar en Estados Unidos, o al menos tener la oportunidad de hacerlo. Las mejores opciones era los Pacers y los Cavs, que tenían a LeBron”, recuerda el base en sus memorias.
En una cena en Tel Aviv con Larry Bird, en un restaurante de poca monta que eligió para intentar despistar a los apasionados aficionados israelíes, Saras optó por Indiana. En ese momento le pareció una buena idea, pero tras una primera temporada regular, con promedios de 7,3 puntos y 3 asistencias, el lituano entendió que le sería complicado hacerse un hueco en la NBA y sus dinámicas contrarias al estilo europeo. La enemistad con Carlisle, actual entrenador de Luka Doncic en los Mavs, fue creciendo y llegó a provocar algunos titulares subidos de tono.
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Al final, lo que ocurrió es que Saras fue traspasado durante su segunda y última temporada en la NBA. “Has sido reemplazado”, le espetó un día Carlisle antes de viajar a Miami para jugar contra los Heat. “Después me lanzó un discurso lleno de basura y retórica vacía, dándome las gracias por lo que había hecho por ellos… pensé que estaba alucinando”, recuerda el lituano.
Saras aterrizó a unos Golden State Warriors con los que tuvo todavía menos minutos de juego: pasó de 20 en su primer curso a 11 en el segundo. Lo primero que le preguntó Don Nelson al llegar a la bahía fue: “¿Qué tipo de jugador eres?”. Jasikevicius se quedó pasmado, ya que el hijo del mítico entrenador había sido ayudante de su selección nacional durante más de 14 años…
Lo último que hizo Saras fue agitar la toalla desde el banco durante unos playoffs en que los Warriors lograron una machada histórica en la primera ronda contra los Dallas Mavericks de Dirk Nowitzki. Golden State cayó en la siguiente ronda contra los Utah Jazz. Fue suficiente para hacer las maletas y volver a Europa, donde ganaría otra Euroliga antes de retirarse e iniciar su actual camino en los banquillos.
Al menos, como rememora, pudo hacer buenos colegas durante sus estancias en Indiana y Oakland, donde compartió buena amistad con un compañero de equipo que ha estado las últimas semanas en los titulares de medio mundo: Stephen Jackson, uno de los iconos de las protestas por la muerte de George Floyd en Estados Unidos.
Antes de aterrizar al Barça, Saras tuvo que resistir la tentación tras volver a escuchar los cantos de sirena al otro lado del charco. No eran poca cosa, considerando que le intentaban pescar los vigentes campeones de la NBA.
Por ahora ha vuelto a un sitio que él considera su casa.
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