Los entrenadores acostumbran a decir que serán los detalles los que decidan un partido de alta exigencia. Nunca ese tópico fue más cierto que en el duelo entre Barça y Unicaja, que cayó del lado malagueño después de que una bomba altísima de Kendrick Perry acabara dentro tras tocar el aro, el tablero y otra vez el aro y que la bandeja final de Nico Laprovittola se paseara largamente por el hierro antes de caer fuera. Si esa jugada final se hubiera concretado en un ‘dos más uno’, o si el tiro liberado de Higgins al final del tiempo regular hubiera encontrado, como casi siempre, la red, sería el Barça y no el Unicaja el que estaría hoy en semifinales.
Pero también es cierto que esos árboles no deben impedirnos ver el bosque. Y es que el Barça, como tantas otras veces esta temporada, dejó escapar entre los dedos un partido que tenía prácticamente ganado, en el que llegó a disponer de ventajas superiores a los diez puntos en varios momentos, incluido el último cuarto. La ya crónica fragilidad azulgrana a la hora de cerrar los partidos fue, en realidad, la causa de su derrota, agarrarse a los detalles sería hacerse trampas al solitario.
Sarunas Jasikevicius repitió al final la cantinela que tanto le hemos oído esta temporada, asumiendo la responsabilidad de la derrota de una manera poco sincera, pues el gran error que reconoce es el de no haber sabido “hacer entender a los jugadores que esto era una final”. El técnico apuntaba de nuevo de esta forma hacia sus hombres, a su falta de carácter y su pobre capacidad para cerrar los partidos.
Aunque eso fuera cierto, de nuevo los árboles no deben impedir que no veamos el bosque. Y la realidad incontestable de esta temporada es que Saras sigue sin conseguir que el Barça esté –con regularidad- a la altura de su potencial. Por lo que sea.
Ante la actual situación se abren tres escenarios. El primero pasa porque Saras dé finalmente con el click y consiga que su equipo rinda como él quiere. Lo bueno para el equipo azulgrana es
que puede competir todavía por los dos títulos más importantes de la temporada, Euroliga y Liga Endesa, y que si en ellos llega el éxito la decepción de la Copa quedara solo en un triste recuerdo. Lo malo es que con las declaraciones que el lituano está haciendo esta temporada es cada vez más difícil que los soldados sigan de manera incondicional a su general.
El segundo y el tercer escenario son los más preocupantes. Si esa sintonía, si ese ‘todos a una’ ganador no llega, solo queda cambiar a los jugadores o cambiar al entrenador. Y todo el mundo sabe cuál es la salida más sencilla en estos casos.
A este Barça le quedan todavía dos balas en la recámara y Jasikevicius ya ha demostrado sobradamente su capacidad para conducir al equipo a los títulos. Para conseguirlo, sin embargo, necesita hacer una autocrítica sincera, corregir errores y recuperar el respeto y el ascendente sobre el grupo. De lo contrario solo cabe esperar más tiros en el pie.