“363 noches soñando con este día” era la leyenda de una bandera colgada en una tribuna del estadio Monumental. La transmisión televisiva la registró segundos después de hacer foco en las lágrimas de Matías Almeyda, el por entonces técnico de River. Los millonarios acababan de ponerle punto final a la peor pesadilla de su historia y lo reflejaban de las más diversas maneras. Se acababa la traumática aventura en Segunda División. El gigante regresaba a Primera e iniciaba una etapa fabulosa, tal vez la más brillante de su historia inmensa. Sucedió hace justo hoy 10 años.
No se trató de un camino sencillo. El desahogo recién llegó en la última fecha del campeonato de la Primera B Nacional. Aquel 23 de junio de 2012, River vencía 2-0 a Almirante Brown con un doblete de David Trezeguet y atrapaba el título. Estacionaba en 73 puntos (20 triunfos, 13 empates y 5 derrotas), por encima de los 72 de Quilmes, los 70 de Instituto y los 69 de Rosario Central.
La bandera y el llanto de Almeyda valen como símbolos. El Pelado había sido uno de los futbolistas que un año antes se había ido al descenso. Dos días después de aquel puñal brutal, atravesado por el dolor, Almeyda se reunió con el presidente Daniel Passarella y le dijo que quería ser el técnico de River en el ascenso. Lo fue. Y armó un equipo con futbolistas identificados con la banda roja en diagonal.
Con el descenso apenas consumado, también los amigos Fernando Cavenaghi y Alejandro Domínguez se pusieron a disposición enseguida para regresar a River. Atrás, Jonatan Maidana se hizo fuerte y Ramiro Funes Mori no tembló jamás. Fue clave el uruguayo Carlos Sánchez. Emergió Lucas Ocampos como bandera de frescura. El otro Funes Mori, Rodrigo, el delantero, aportó goles decisivos.
A finales de 2011, para la segunda mitad del campeonato, se produjeron dos incorporaciones estelares. Desembarcó una estrella: el campeón del mundo Trezeguet, otro confeso hincha millonario que había presenciado el partido del descenso desde la platea Belgrano. Y retornó Leonardo Ponzio.
A pesar de la gran diferencia en jerarquía individual que River a todos les sacaba, le costó ascender. En cada sitio del país que visitaba se montaba una fiesta roja y blanca. Sin embargo, ultra presionado, en campos que nunca había imaginado visitar y contra algunos rivales contra los que jamás había jugado, el equipo muchas veces era atrapado por las irregularidades y resignaba puntos. Por eso fue campeón con lo justo.
“Si ganábamos 1-0 era porque habíamos jugado mal, si ganábamos 7-1 era porque habíamos jugado contra nadie”, explicó tiempo después Almeyda, quien les pedía a sus futbolistas que en ese clima tan sensible ni siquiera salieran a comer afuera con sus familias.
Esa coronación que genera discusiones en los hinchas de River, ese regreso a Primera División que algunos fanáticos millonarios juran no haber festejado, marcó un antes y un después en la historia del club. Ese 23 de junio de 2012 significó un quiebre. River cerró la etapa más oscura de su vida futbolera y abrió la más brillante.
Varios jugadores de aquel equipo del ascenso se transformaron en íconos de un River que volvió del dolor máximo con una fuerza bestial. Maidana y Ponzio se convirtieron en símbolos de la Era Dorada liderada por Marcelo Gallardo. Con menos vueltas olímpicas, también siguieron dejando una huella Cavenaghi, Ramiro Funes Mori y Sánchez.
De vuelta en Primera, River se transformó en un especialista en ganarle a Boca. Además, se potenció a nivel internacional tocando su pico máximo con la final de la Libertadores 2018 ganada a Boca en Madrid. La reconstrucción empezó hace justo diez años, ese día del llanto de Almeyda, ese día que River había soñado durante 363 noches.