UVALDE, Texas — Javier Cazares salió a toda prisa hacia la escuela de su hija cuando escuchó que había un tiroteo, dejando su camioneta en marcha y con la puerta abierta para correr hacia el patio de la escuela. En su prisa, se olvidó de llevar su arma.
Cazares, un veterano del ejército, pasó los siguientes agónicos 35 a 45 minutos escudriñando entre los niños que escapaban de la escuela primaria Robb en busca de su hija de 9 años, Jacklyn. Al mismo tiempo, anhelaba entrar él mismo a buscarla, y se sentía cada vez más irritado, junto con otros padres, por el hecho de que la policía no estuviera haciendo más para detener al adolescente que se refugió en un aula y que estaba asesinando a los niños.
“Muchos de nosotros discutíamos con la policía: ‘Todos ustedes tienen que entrar ahí. Tienen que hacer su trabajo’”, recordó Cazares. “Estábamos dispuestos a poner manos a la obra y entrar nosotros”.
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Al final, 19 niños y dos maestras fueron asesinados a tiros en los aproximadamente 80 minutos que el atacante pasó dentro de la escuela en Uvalde, Texas, una pequeña comunidad predominantemente latina que se encuentra entre sembradíos de verduras a medio camino entre San Antonio y la frontera con México.
Este relato del tiroteo escolar más mortífero desde la escuela Sandy Hook se basa en una línea de tiempo de las fuerzas del orden, las grabaciones y numerosas entrevistas con residentes de Uvalde en las horas y días posteriores a la masacre.
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