Algunos lugares coleccionan museos; otros, ríos, iglesias o jardines. La Universidad de Harvard colecciona voces. Voces de poetas, de escritoras y escritores que han descansado en sus ajetreados dormitorios, que han creado en sus bibliotecas. Voces que atesora con cuidada atención y que dan cuenta de los lugares literarios, muchos de ellos secretos, del campus más antiguo de Estados Unidos (fue fundado en 1636).
“No intentes comprender el poema moderno; escúchalo”. Así aludía el poeta modernista William Carlos Williams al impacto de su voz poética. Para seguirla, nada mejor que entrar en la Woodberry Poetry Room, de acceso libre y situada dentro de la biblioteca Lamont. Es una pequeña habitación preciosa, diseñada por el arquitecto finés Alvar Aalto en estilo escandinavo. En ella encontramos una cabina de escucha para disfrutar de su colección de grabaciones de vídeo y audio, desde 1933 hasta la actualidad. El recorrido del conocido Harvard Vocarium incluye a Dylan Thomas, Elizabeth Bishop, Tennessee Williams y Edna St. Vincent Millay, entre muchos. “Cuando escuches a Ezra Pound gritando y golpeando en una tetera-tambor, ya nunca serás el mismo”, indica Don Share, el editor de Poetry Magazine y antiguo conservador de la habitación. Hoy, la comisaria Christina Davis lanza un programa exquisito de lecturas literarias, charlas y audiciones.
La Woodberry Poetry Room, en la biblioteca Lamont, diseñada por el arquitecto finés Alvar Aalto. Shelley Zatsky / Harvard Library
Al salir de la biblioteca Lamont, a la derecha, encontramos una casa de madera gris claro y contraventanas negras. Es la casa de la familia James, indica Daniel Aguirre Oteiza, el poeta y profesor de Harvard que nos acompaña. Hablamos de Henry James, autor de Otra vuelta de tuerca (1898), y de su hermano William, filósofo y psicólogo, y profesor de la universidad, que pasó años investigando a la médium Leonora Piper y sus habilidades para canalizar a los espíritus. Para quien quiera seguir la estela de estos autores, conviene leer los epitafios de sus tumbas, en el cercano y poblado cementerio de Cambridge.
Fue William James quien mantuvo una relación cordial con la escritora Gertrude Stein cuando esta siguió sus clases en Radcliffe College, entonces parte de la Universidad de Harvard, en los años noventa del siglo XIX. “Querido profesor James”, escribió Stein, “lo siento, pero no tengo ganas de hacer un examen de filosofía”. “Entiendo muy bien cómo se siente”, le respondió, y le puso la nota máxima. Anécdotas similares pueden rastrearse en la esquina de poesía (Poets’ Corner) de la biblioteca Schlesinger del Instituto Radcliffe. Alberga una colección sobresaliente de libros de poesía y manuscritos de mujeres poetas estadounidenses. Destaca, además, la sección de poesía feminista y las fotos de reuniones y activismo de muchas de sus representantes.
Para comprar y comer
Si seguimos por Massachusetts Avenue y atravesamos la plaza central, Harvard Square, encontramos dos espacios muy literarios. En el número 1316, la tienda Leavitt & Peirce. Merece la pena visitar este clásico y bellísimo establecimiento de tabaco, juegos y perfumería. Además de ser el favorito del director de cine y teatro David Mamet, es el sitio ideal para buscar inspiración o un regalo original. Giramos la esquina hasta el 6 de Plympton Street y podemos entrar en Grolier Poetry Book Shop. Abierta en 1927, se anuncia como la librería de poesía más antigua de América. Para el poeta Robert Creeley: “Es donde la poesía aún vive, aún habla, aún tiene el único sentido que importa”.
Más poesía nos acoge en el 1572 de Massachusetts Avenue. Allí, la poeta Sylvia Plath subalquiló un apartamento en julio y agosto de 1954, cuando estudió alemán en la escuela de verano de Harvard. Es un edificio de apartamentos de ladrillo visto frente al interesante restaurante The Abbey. Para hambrientos, este gastropub tiene elaborada comida americana y ambiente universitario. Otras opciones son el Grendel’s Den, donde, según el actor, guionista y director Ben Affleck, están las mejores hamburguesas dobles de Cambridge; o los food trucks frente al Science Center, junto a la Tanner Fountain, una etérea y minimalista fuente de piedras de Peter Walker y el SWA Group, que recuerda el paisaje rural de Nueva Inglaterra.
Para los seguidores de Sylvia Plath se recomienda coger el transporte público para llegar en una hora hasta el área de Jamaica Plain, donde además de su casa natal se encuentra el Arnold Arboretum de Harvard. En este jardín botánico trabajó durante años el padre de la escritora. Hay espacio para sorprenderse entre sus especies de coníferas, rododendros y su peculiar caminito chino.
Volvemos al centro de Harvard y cruzamos de nuevo el campus para buscar mariposas. El novelista ruso Vladímir Nabokov trabajó seis años con ellas en el Harvard Museum of Comparative Zoology (MCZ). Su pasión, las mariposas azules, le condujo a elaborar una teoría de la clasificación basada en los genitales de los lepidópteros macho. “Si no hubiera habido revolución en Rusia, me habría dedicado por completo a la lepidopterología y jamás hubiera escrito ninguna novela”, dijo en 1967. Ahora, el MCZ incluye especímenes de cada una de las mariposas citadas en su inquietante Lolita, así como ejemplares muy exóticos de todas las que menciona en sus escritos.
Cae la tarde y conviene buscar un plan para abrir la noche. Una gran opción es asistir a una obra de teatro en el Loeb Drama Center (American Repertory Theater) de la universidad. Nadie se sentirá decepcionado con una experiencia dramática en la que el público tiene un papel esencial. Otra buena idea es ir al maravilloso Club Passim, en el 47 de Palmer Street, para una sesión de música folk en vivo. Organiza conciertos diarios y apoya a los artistas a través de sus becas. Mejor saberse las letras, por lo que conviene seguir sus listas de Spotify, como si de las últimas voces harvardianas se tratara.
Julia Piera es autora de ‘B de Boston’ (Olifante ediciones).
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