Decimos bohemia y lo primero que pensamos es en un estilo de vida desenfadado, alérgico a las normas, rebelde. Se creía que tal era el comportamiento de los zíngaros que, supuestamente, habitaban en el antiguo reino de Bohemia, dentro de la actual República Checa. Eso debió de pensar Puccini al escribir La bohème, la ópera más representada de la historia, o incluso nuestro Pablo Sarasate, con sus célebres y agitanados Aires bohemios. Gitanos hay, sí, pero más en unas Bohemias que en otras. Porque existen hoy cinco Bohemias “oficiales”: del Norte, del Sur, del Este y del Oeste, más otra Central cuya capital, Praga, lo es también del conjunto del país. De todas ellas, la menos conocida tal vez sea la Bohemia oriental, a tan solo una hora de tren desde Praga. Desierta casi de turistas, allí lo que uno encuentra son más bien exploradores. Buscadores de paisajes dulces y pegadizos, ciudades y pueblos que están a lo suyo, gente muy deportista (se ven más ciclistas que ovejas), románticos castillos, cervezas artesanales de inspiración musical, caballos libres y hermosos: como la yeguada de Kladruby nad Labem, incluida hace unos meses por la Unesco en su lista de patrimonio mundial. Todos ellos motivos que bien merecen un viaje cuando la situación lo permita.
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Los caballos del emperador
La yeguada de Kladruby nad Labem, patrimonio inmaterial de la Unesco, tal vez sea la más antigua del mundo en activo. Sus orígenes se remontan a la dinastía de los Habsburgo, hacia 1550. Pero fue más tarde, en tiempos del emperador Francisco José I de Austria, cuando se levantaron los establos y edificios que hoy se pueden visitar. El propio emperador y su esposa Sissi venían a visitar a sus corceles favoritos, de raza Kaldruber, especialmente apreciada por sus ejempla- res grises y negros.
Las visitas (guiadas) pueden admirar el boato imperial relacionado con caballos y carruajes de ceremonia en un museo dentro de las instalaciones. También es posible realizar un paseo en coche de caballos por una de las campiñas más bucólicas que cabe imaginar. Y hay un restaurante de aspecto y comida tradicionales. Una opción es llegar a este lugar en bicicleta desde Pardubice (se pueden alquilar en la estación de tren), haciendo un circuito de unos 50 kilómetros.
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