Segundas oportunidades

Los miembros de la Mesa del Parlament tras la constitución de la XIII legislatura.
Los miembros de la Mesa del Parlament tras la constitución de la XIII legislatura.Albert Garcia

Hace unos pocos días, en una entrevista para un medio de clara línea editorial independentista, el jurista Jaume Alonso-Cuevillas, uno de los abogados defensores de Puigdemont, diputado de Junts y recién elegido secretario segundo de la Mesa del Parlament de Cataluña, declaraba que no era partidario de tramitar resoluciones controvertidas sobre el Rey o la autodeterminación, ya que podían acarrear inhabilitaciones para los miembros de la Mesa. A las pocas horas —aunque este publicara un escrito en que matizaba sus palabras— y después de un intenso fogueo en las redes en que se le acusaba de tibieza y en el cual ha participado con especial saña el exvicepresidente Josep Costa, la dirección del partido lo arrinconaba del cargo y la propia presidenta sugería el nombre de Aurora Madaula —al centro también de polémicas por un tuit en que expresaba “rabia” porque Salvador Illa utilizó el castellano en sus intervenciones en la Cámara catalana— para sustituirlo, obviando que la elección de los miembros de la Mesa la hace el pleno del Parlament.

El episodio, lejos de estar cerrado aún, de momento ha evidenciado unas cuantas cosas.

La primera es que los elementos de pragmatismo y apego a la realidad parecen actuar como kryptonita para el partido de Puigdemont. El jurista dice algo obvio, incluso desde la perspectiva del independentismo más convencido: es todo menos inteligente hacerse inhabilitar y, por lo tanto, perder efectivos para hacer política para algo que es únicamente simbólico. A no ser que el único plan que tengas sea producir simbolismo, no acción política. Quizás, sin darse cuenta del alcance de sus palabras, lo que está pasando con las declaraciones de Cuevillas ha explicado más y mejor las intenciones de Junts que muchos análisis sesudos.

La tormenta desatada por Jaume Alonso-Cuevillas ha destapado el sectarismo del funcionamiento de Junts

En segundo lugar, ha vuelto a evidenciar —después de la polémica destitución del letrado Muro hace unos días— el débil sentido de las instituciones que tiene la presidencia del Parlament actual. Cuesta pensar que Laura Borràs no tenga conocimiento del reglamento, así que la decisión de proponer sin consensuar con nadie la figura de Madaula solo se puede atribuir a una concepción muy partidista de las instituciones. La decisión en torno a una función clave como es la membresía en la Mesa del Parlament es —y tendría que serlo aún más en una situación de polarización como la que está viviendo el sistema político e institucional catalán— el resultado de un pacto y de un consenso lo más inclusivo posible.

En tercer lugar, el afer Cuevillas ha destapado a la vez la inseguridad y el sectarismo del funcionamiento de Junts. El cese fulminante del jurista de sus funciones pocos días después de su nombramiento es una señal de debilidad, no de fuerza. O, como mínimo, de desorientación.

La cuestión enseña las tripas de las armas con las que los de Puigdemont quieren chantajear a Esquerra

Finalmente, toda la cuestión ha enseñado todas las tripas de las armas con las que los de Puigdemont quieren (y hasta ahora lo han conseguido) chantajear a Esquerra Republicana para que esta acepte un papel subordinado en el acuerdo que —al menos teóricamente— están empeñados en firmar. La amenaza de tibieza patriótica, de traición al “espíritu del 1 de octubre” (sin saber exactamente qué quiere decir), ha animado el vodevil sobre el papel del Consejo por la República de los días pasados y ahora motiva el gesto inconsulto del arrinconamiento de Cuevillas. ¿Funcionará otra vez?

Porque, en definitiva, lo positivo de la tormenta desatada por las declaraciones de Cuevillas es que proporciona una segunda oportunidad a los representantes de la ciudadanía catalana de contribuir a frenar la degradación de las instituciones, que es cada vez más intensa. Se perdió el tren hace unas semanas, al pactarse la presidencia de Laura Borràs y de una Mesa que no refleja adecuadamente la diversidad de posiciones en la Cámara. Los Comunes han anunciado que presentarán una candidatura, y el pleno será quién tenga que decidir. La pelota está en el campo del PSC y, sobre todo, de ERC, que puede revalidar la mayoría de la Mesa actual o mover ficha, explorando fórmulas con las que, hasta ahora, simplemente no se ha atrevido. La elección de un miembro de la Mesa no independentista, en este caso con una mayoría de izquierdas transversal a los bloques que han congelado y congelan la política catalana, y la condenan a la decadencia más absoluta, sería una señal poderosa, liberadora y de esperanza, incluso más allá de la mayoría de Gobierno que finalmente se acabe configurando. El tren, de manera inesperada, vuelve a pasar. Esta vez sería cuestión de no perderlo.


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