‘Seis días corrientes’, las extraordinarias aventuras de tres fontaneros


Desde los 12 años, Neus Ballús (Mollet del Vallès, Barcelona, 41 años) convivió con el compañero de su madre, que trabajaba como fontanero. Esa ocupación, aparentemente anodina, le permitía internarse en la cotidianidad de una manera extraordinaria. Cada jornada, se le abría el cerrojo de una casa diferente. De ricos y pobres, viejos y jóvenes, médicos, camareros, obreros, inmigrantes, abogados. “De ese modo, podía ver la diversidad humana de nuestra sociedad, también sus prejuicios”, explica al teléfono la cineasta. Esa idea efervescente de la intimidad polifónica que se oculta al correrse las cortinas marcó el punto de partida de una película que empezó a gestarse hace seis años. La historia de un trabajo normal, hecha con personas normales.

Seis días corrientes (Sis dies corrents) sigue las andanzas de unos lampistas por la periferia de Barcelona. Son Mohamed, Valero y Pep, tres actores que en la vida real se llaman Mohamed, Valero y Pep y también son lampistas. Ballús los seleccionó entre un millar de candidatos y después los preparó durante dos años “en reuniones semanales o quincenales”. El objetivo era “liberarlos del miedo” —sentimiento lógico en cualquier amateur que se planta delante de una cámara— “para que fueran más libres y pudieran arriesgar. Para que fueran más lejos”. Con ellos rodó hasta 70 horas de metraje que acabaron reducidas a 90 minutos, que condensan una de entre las muchas historias posibles. “Yo me considero montadora”, dice la autora. “Las películas las construyo en la sala de montaje”.

A partir de la improvisación de los protagonistas, Ballús fue trenzando una narración donde prima el humor que nace de las no pocas veces absurdas situaciones del día a día. Sin referentes claros a la hora de abordar un filme con aspiraciones realistas y a la vez cómicas, Ballús no estaba segura de haber dado con los ingredientes de la pócima. Las carcajadas que estallaron en la sala del Festival de Locarno, donde en agosto se celebró la primera proyección pública, la convencieron de que no andaba desencaminada. El premio ex aequo al mejor actor que se llevaron Mohamed Mellali y Valero Escolar en el certamen suizo acabó por confirmar sus corazonadas, que de remate tuvieron galardón en la Seminci de Valladolid, donde la película recibió en octubre la Espiga de Plata y el Premio del Público. “Tengo la teoría no demostrada de que el 95% de la población podríamos ser buenos protagonistas de una historia”, asegura. “Pero solo una: la que contara algo parecido a lo que somos”.

El filme se plantea como una obra híbrida, un experimento a medio camino entre la ficción y el documental. En ese género se formó la directora, que también había probado esta mixtura en su aclamada La plaga (2013). “Es un cine arriesgado y distinto a nivel formal”, reflexiona Ballús, que reconoce que, al principio de un proyecto de estas características, resulta imposible imaginar cómo se verá el resultado final. “Una mirada tan abierta a la realidad te obliga a ser flexible”, abunda, “aunque también hay una motivación interna que no tienes que perder de vista”. Su objetivo se concentraba en “visibilizar” la profesión de fontanero y con ella unas vidas que suelen pasar inadvertidas. “Quería dar voz, explicar otras realidades”, cuenta. “Compartir el poder que te da la narración”.

La directora barcelonesa Neus Ballús, el pasado octubre en la Seminci de Valladolid. Juan Naharro Gimenez (Getty Images)

A lo largo de seis jornadas, la película se mete en unas cuantas moradas ajenas de la mano del recién llegado Moha, inmigrante marroquí; el trabajador a punto de jubilarse, Pep; y el que se queda en la empresa con el nuevo compañero, Valero. No se trata de un simple (pero satisfactorio) ejercicio de voyerismo, sino que de esas incursiones se van desprendiendo temas que dotan de calado a la narración. Están los prejuicios de Valero, el ansia de integración de Moha, los inesperados sobresaltos que guardaba el carácter sosegado de Pep. Ellos mismos, así como el crisol de personajes que se van encontrando en sus salidas, recrean un muestrario de la multiculturalidad de Barcelona, donde se habla a la vez catalán, castellano y hasta bereber. “Quería representar bien la sociedad que somos”, señala la directora. “En Cataluña se habla mucho de la convivencia, y nuestra convivencia lingüística enriquece mucho quienes somos”.

Un fotograma de ‘Seis días corrientes’.

Los silencios elocuentes y las elipsis reveladoras bien podrían considerarse otro de los idiomas del filme. “Me gusta que el espectador no lo sepa todo, que tenga que completar la historia, que sea activo”, afirma la autora. “Eso se parece más a la vida, donde no sabes cómo van a terminar las cosas”. En la suya, efectivamente, aún están por definirse los proyectos que vendrán. “Estoy escribiendo, pero no hay nada con entidad de película”, reconoce. “Lo que sé es que me gusta arriesgar, que no me gusta repetir fórmulas, que quiero aprender”.

La propia práctica cinematográfica le ha servido de escuela, una a la que ni siquiera sabía que asistiría. “De adolescente me interesaban muchas cosas, pero no el cine. Nunca soñé con ser cineasta. Estudié audiovisuales para aprender otro lenguaje, porque me gustaba escribir”, confiesa. “De repente, me convertí en cineasta haciendo cine, documentales con lo que tenía alrededor. Y ahí encontré mi voz”.

‘Seis días corrientes (Sis dies corrents)’. Neus Ballús. Estreno en cines el 3 de diciembre.

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