Shakespeare cambia de género para explicar el mundo actual

“No he muerto, ninguna de nosotras ha muerto. Estamos todas bien. Aun desde mi alcoba, pude escuchar a mi padre hablando con los otros hombres. El perro viejo ladrando a los chuchos de la calle. No he muerto, como tampoco murieron Ofelia, Julieta o la niña salvaje. Tan solo aguantaba la respiración el tiempo suficiente, como para pasar inadvertida”. La que habla es Desdémona, esposa de Otelo, estrangulada por los celos de su marido en la tragedia Otelo, que Shakespeare imaginó hace más de cuatro siglos. Pero el parlamento no pertenece a la obra original del dramaturgo inglés. Es el arranque de una particular e irreverente adaptación del texto escrita por Fernando Epelde (Ourense, 40 años) y dirigida por Marta Pazos (Pontevedra, 45 años) que pone patas arriba la historia contándola desde el punto de vista de los personajes femeninos.

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El espectáculo, que adopta el título original en inglés, Othello, se estrena este sábado en el Teatro de la Abadía de Madrid y su propósito principal es evidente: “Detener el tiempo y volver sobre los pasos de la historia para entender cómo ha llegado hasta ahí. Detenerlo y proponer al público un debate alrededor de la construcción del género, la percepción de uno/a mismo/a y las relaciones y la estructura misma del sistema patriarcal”, explica Pazos en el programa de mano de la función.

Pero hay más temas en el texto original que resuenan con fuerza en este momento y que también subraya el montaje: el racismo, la xenofobia, la posverdad. Otelo es un musulmán que guerrea al servicio de Venecia y al que todos llaman “el moro”. Su asistente Yago, que lo odia y constantemente hace alusión a su condición de “extranjero” y “negro”, lo envenena para que mate a su mujer haciéndole creer que ella lo engaña con otro hombre. #MeToo, #BlackLivesMatter, #NiUnaMenos, #Posverdad, #FakeNews: todo estaba ya en Shakespeare.

Todo ello se refleja de varias maneras en el montaje. Por un lado, el texto entero se escucha por boca de Desdémona: es decir, ella pronuncia los parlamentos de todos los personajes mientras estos hacen mímica labial. “Lo que pretendo con esto es darle a Desdémona todo el protagonismo. En la obra de Shakespeare se la ningunea, incluso se la mata con una acotación. Quiero desmantelar lo que se dice sobre ella haciendo que sea ella misma quien lo diga”, cuenta la directora tras un ensayo el pasado miércoles.

Ángel Burgos, en su papel de Emilia en 'Othello'.
Ángel Burgos, en su papel de Emilia en ‘Othello’. Jaime Villanueva

Por otra parte, los géneros se diluyen: Yago está interpretado por una mujer (la actriz y performer Ana Esmith, conocida por su personaje de Miss Beige) y su esposa, Emilia, por un hombre (el actor Ángel Burgos). “Esto me lleva a poner también encima de la mesa el tema de la identidad. ¿Qué es una mujer? Para mí, está claro que esa condición no depende en absoluto de los genitales. He querido relacionarme con los personajes como si estuvieran despojados de piel y de género. Hay en este texto cuestiones fortísimas sobre la masculinidad que nos llevan a tirar del hilo hasta llegar a un problema sistémico”, continúa Pazos. “Esto me permite subrayar además el asunto de la posverdad. En algunos momentos de la función la mímica de los personajes no se corresponde con lo que oímos por boca de Desdémona”.

Un monstruo de ojos verdes

Estos planteamientos se manifiestan también visualmente. La acción transcurre enmarcada en grandes cortinas de tul del color de la carne de la actriz que interpreta a Desdémona, Mari Paz Sayago, extraído con el sistema Pantone. De esta manera el personaje impregna toda la función y a la vez funciona como contraste frente al color de la piel de Otelo, encarnado por el actor de origen guineano Chumo Mata. “Es también una conceptualización estética de la alcoba, que es el único espacio donde pueden actuar las mujeres en la obra. Sentí que para reconstruir la historia desde su punto de vista tenía que contarla en su terreno, en ese espacio íntimo y periférico donde habitan quienes viven sin privilegios”, explica Pazos. Otro color importante en la función y que aparece de manera progresiva es el verde, pues “los celos son un monstruo de ojos verdes”, como escribió Shakespeare.

La propuesta de Pazos trasciende además el género de la tragedia para adoptar un tono de comedia. La función transcurre con aire vodevilesco y música de fondo casi todo el tiempo, lo que permite a la directora llevar hasta el límite de la caricatura a los personajes masculinos, frente a una Desdémona más sobria y equilibrada. “Percibo esta obra como una pulsión entre binomios: la mentira y la verdad, la delicadeza y la fuerza bruta, la luz y la oscuridad, lo público y lo íntimo, el amor y el odio. Me parecía natural seguir esta relación de contrarios a la hora de formular la puesta en escena y me surgió intuitivamente la herramienta de la comedia para digerirla y poder atacarla con crudeza. La comedia es implacable. Es el espacio para decir la verdad más rotunda”, señala.

Pazos se ha convertido en los últimos años en una figura omnipresente en la escena española, tanto al frente de su compañía Voadora, con la que lleva a escena este Othello en coproducción con la Abadía, la Muestra Internacional de Teatro de Ribadavia y el Teatro Nacional São João de Oporto, como también invitada por instituciones como el Centro Dramático Nacional, el Lliure de Barcelona o el Teatro Real (en esta última dirigió la ópera Je suis narcissiste, de Raquel García-Tomás, que quedó finalista en la categoría de mejor estreno absoluto en los recientes International Opera Awards). Licenciada en Bellas Artes, sus propuestas se identifican por su poderosa fuerza visual y una irreverencia lisérgica que hace estallar los estereotipos clásicos. Lo hizo con otros dos textos de Shakespeare, La tempestad (2014) y El sueño de una noche de verano (2018), antes de redoblar ahora la apuesta con la historia del crimen machista más famoso de la literatura dramática.




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