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‘Sharenting’ o la práctica de subir fotos de los hijos a las redes sociales: cuando el niño es un trofeo



Un teléfono muestra la imagen de una madre con su hija.Getty Images

Cada vez estamos más acostumbrados a retransmitir nuestras vidas por completo en las redes sociales. Conocemos al bebé de un amigo de la universidad gracias a Instagram. Sabemos cuándo se le cayó el primer diente o cómo celebró su quinto cumpleaños, cual protagonista de El show de Truman (1998). Esta realidad tiene nombre: sharenting. La Fundación ANAR, defensora de los derechos de los niños y adolescentes, explica que proviene de las palabras en inglés share (compartir) y parenting (paternidad) y consiste en documentar y compartir en las redes todo lo que hacen los hijos desde que son pequeños.

En España, el 89% de las familias comparte alrededor de una vez al mes contenidos de sus hijos en Facebook, Instagram o TikTok, según el informe EU Kids Online elaborado en 2019. Sin embargo, los expertos inciden en la importancia de no olvidar que los menores de edad que protagonizan esos contenidos son titulares de derechos fundamentales como a la propia imagen, al honor y a la intimidad, recogidos en el artículo 18 de la Constitución Española.

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‘‘Ellos ya nacen con esos derechos. A veces no somos muy conscientes y pensamos que, al ser nuestros hijos, somos nosotros los que tenemos los derechos. Lo primero es conocer que están en ellos y que tenemos que proteger su privacidad, su intimidad y su seguridad’’, explica Diana Díaz, directora de las líneas de ayuda de ANAR. Esta fundación firmó en 2019 junto con la Agencia Española de Protección de Datos la Carta de Derechos Digitales de los Niños, Niñas y Adolescentes, en la que se recogen las garantías que deben amparar a este grupo social.

Según la abogada Raquel Pérez, de CivilFour la idea clave en la publicación de fotos en las redes sociales se puede reducir a una palabra: consentimiento. ‘‘A la hora de publicar fotos de ellos en las redes sociales, ambos progenitores tienen que estar de acuerdo en esa publicación y, por supuesto, la fotografía debe respetar su honra y su reputación’’, resume.

Pero no solo es importante el consentimiento de ambos padres, sino el de los propios hijos cuando cuentan con suficiente madurez. ‘‘El menor puede decidir que no quiere que se publique ninguna imagen si tiene la edad suficiente para comprender qué implica el hecho de que esa imagen esté circulando’’, insiste la abogada. Según el estudio ya mencionado, solo el 24% de los padres asegura haber pedido permiso a sus hijos antes de subir material digital sobre ellos. Luis de la Herrán, psicólogo clínico, pone el foco en la cuestión que lleva a compartir el crecimiento de los niños a través de las redes sociales: “¿Para qué lo comparto? ¿Para presumir? ¿Porque necesito demostrar algo al sentirme en una situación inferior? En cualquiera de los casos se está poniendo al hijo o a la hija en una posición de objeto o de trofeo y es evidente que tiene bastantes posibilidades de que pueda llegar a afectarle y de que se sienta como un objeto”.

A pesar de no encontrar estudios que lo respalden, el sentido común le lleva a pensar que esta puede ser una variable de riesgo que podría llegar a influir en la autoestima del menor por la imagen que se crea de él y porque interprete que la tiene que seguir manteniendo. La directora del teléfono de ANAR relaciona la autoestima con la construcción de valores y con la propia identidad. ‘‘Si la familia se centra mucho en difundir fotografías y que estas devuelvan una imagen perfecta de cómo tenemos que ser, de cómo tenemos que posar, de qué es lo bello, etc., eso genera una mentalidad’’, explica. Aparte de eso, considera que el propio hecho de difundir imágenes de carácter privado, íntimo y familiar ‘‘también transmite el mensaje de que es importante publicar todo lo que pasa en nuestra vida sin reflexión’’. Víctor Renobell, sociólogo e investigador en temas como educación y comunicación online entre otros, coincide en que, cuando se suben imágenes de un niño, la publicación en las redes es especialmente sensible porque se están formando como ser social, por lo que tiene que aprender las pautas y normas de la sociedad en la que vive, e insiste: “Hay que saber cómo involucrarlos”.

Según Renobell, esta práctica comenzó hace una década con el auge de las redes sociales. Hasta ese momento, la sociedad estaba acostumbrada a relacionarse en un ámbito más cerrado y privado, como un bar. “Eso es lo que hemos vivido generación tras generación y ahora lo trasladamos a las redes sociales. Entablamos conversaciones como si estuviéramos en la barra del bar’’, explica. El problema es que en el contexto digital todo se registra y, por tanto, es muy diferente: ‘‘Es como si cada vez que voy al bar tuviera un gran hermano, como si hubiera cámaras grabando todas las situaciones’’. A pesar de las consecuencias que pueda tener, defiende que no se trata de criminalizar a las redes sociales, sino de darse cuenta de lo que se va a utilizar. “No somos conscientes de lo que implica el uso. Aunque cada vez hay más pedagogía, todavía no hemos llegado a un conocimiento”, concluye.

El director de investigación y concienciación de la compañía de seguridad informática ESET en España, Josep Albors, coincide en la importancia de la educación tecnológica: ‘’Conforme los padres se han ido habituando más al uso de la tecnología, este tipo de imágenes se han compartido de manera más frecuente. El problema es que no se educa a los padres en los problemas y peligros que puede traer no solo ahora, sino también cuando ese niño ya sea una persona adolescente e incluso adulta’’.

Los riesgos del sharenting

Posiblemente, el riesgo más preocupante que implica esta costumbre es el de que las imágenes terminen en la internet profunda, en manos de pedófilos o entre materiales compartidos en redes de pornografía infantil, según explica Albors. El experto insiste en que, aunque ‘’cualquier imagen que subamos a internet puede terminar en cualquier sitio’’, si se publica una fotografía de menores de edad en la playa, por ejemplo, ‘’para un pedófilo o para alguien que trafica con ese tipo de fotografías, les será mucho más útil que una imagen estando en familia y vestidos (del todo)’’. Aunque los progenitores ‘’las hayan publicado con toda la buena intención del mundo para mostrar a los familiares, pueden llegar a caer en manos de desaprensivos’’, explica.

Además de eso, la representante de ANAR explica que en los últimos años han detectado que ‘‘las propias niñas en ocasiones tienen actitudes de mujeres más mayores, hiperenfocada a la imagen, a gustar. Esto puede ser también perjudicial para su propio desarrollo evolutivo’’. Por otra parte, Díaz incide en que incluso puede afectar en el futuro, a nivel laboral, en procesos de selección, causándole algún perjuicio.

Consejos para evitar el peligro

Aunque lo más recomendable sería no compartir ninguna imagen de los niños y niñas, si los padres deciden subirlas a alguna red social, los expertos recomiendan que limiten el acceso a esa información. Josep Albors es partidario de configurar perfiles privados y permitir que solo las personas de total confianza puedan ver las fotografías: ‘’Lo mejor es que no salgan del núcleo familiar más cercano e intentar evitar ponerlas en plataformas a las que se puede acceder de forma pública fácilmente, como Instagram, Facebook o Twitter, y, en su lugar, intentar compartirlas en servicios de mensajería y en grupos con personas de mucha confianza’’. El sociólogo Renobell destaca el auge de redes sociales de carácter más íntimo, como los grupos de WhatsApp, en los que ”seguramente tiene más sentido publicar cierto tipo de información e imágenes”. 

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