Si lo mereces, callarte puede ser la peor opción: así se pide un aumento de sueldo en plena pandemia


Hay ocurrencias que acaban en épicas meteduras de pata, y auténticos especialistas en pifiarla. Que se lo digan al exministro Federico Trillo, quien, en pleno desastre del Prestige, aseguró que las playas gallegas estaban esplendorosas; y en un viaje a El Salvador pidió a las tropas de este país que gritasen con él “¡Viva Honduras!”. En los tiempos que corren, es lógico pensar que pedir un aumento de salario es un fallo de calibre similar, pero no tiene por qué; por mucho que este año las cuentas salgan peor, si crees que tu nómina debería ser revisada, armarte de valor y plantear la petición no es una mala idea.

Está claro que el contexto no es el ideal, y antes de tirarte a la piscina debes asegurarte de que tiene agua… O sea, que hay que conocer previamente la situación en la que se encuentra la empresa y tener unas expectativas realistas. Pero también “es necesario que nuestro trabajo sea debidamente compensado”, dice Nilton Navarro, social media manager and content de InfoJobs. De hecho, “demorar esa conversación únicamente puede llevarnos a una desmotivación con nuestro puesto laboral”, asegura Ángeles de la Flor, socia fundadora de la consultora de recursos humanos Aflora Consulting y codirectora del curso de Experto en ‘Coaching’ Ejecutivo de la Universidad Alcalá de Henares.

Y aunque lo de que nuestra nómina aumente pueda parecer ciencia ficción, lo cierto es que ocurre. Según los datos de InfoJobs, el año pasado, un 49% de los españoles logró una subida salarial dentro de la empresa en la que trabajaban por la valoración de sus logros, mientras que solamente el 19% lo consiguió por un ascenso de posición laboral. Los aumentos de sueldo no acostumbran a venir caídos del cielo, hay que pedirlos y ganárselos. La cuestión es cómo saber cuándo es el momento, y para dilucidarlo De la Flor propone un ejercicio de cambio de roles: ponerse en la piel del jefe y plantearse si el empleado se merece el aumento, si ha pasado suficiente tiempo desde la última subida… Si las respuestas son afirmativas, toca calcular de cuánto debería ser el incremento.

La tarea no es fácil. Como en casi todo, no conviene quedarse corto, pero tampoco pasarse. Según Jaime Asnai, director general de la consultora de recursos humanos y selección de personal PageGroup, lo ideal es tener “unas expectativas coherentes con el mercado y las funciones que cada uno realiza”, para lo que debemos averiguar cuánto se está cobrando en una posición similar en otras empresas. Con flexibilidad, eso sí, pues “se consiguen más cosas cuando se pide por favor que se revise el rango salarial que cuando se demanda un aumento concreto de, por ejemplo, un 5%”, asegura la psicóloga Mónica Mendoza, consultora y experta en mentoring comercial. Después toca planear la estrategia cuidadosamente. Porque aunque merecerlo es motivo suficiente, los jefes suelen tener la costumbre de velar por su interés, y eso incluye no incrementar los gastos, tampoco en salarios.

Hay que jugar bien las cartas, y el primer secreto para hacerse con la partida es que el empleado decida las condiciones de encuentro con el jefe (cómo, cuándo, dónde…). “No permitas que sea una reunión informal mientras estás sacando un café de la máquina. Debes elegir el mejor momento. ¿Hay poca carga de trabajo y menos interrupciones cuando llega el final de la jornada, en la hora previa a la comida o justo en la de después de comer? ¿Te sentirás más seguro en su despacho o en una sala reservada? Todo son elementos a tener en cuenta”, explica De la Flor, quien añade que también es importante tener esa reunión en persona o, en caso de que estés teletrabajando, por videoconferencia, “nunca hacer la petición a través de un mail o poniendo un wasap”.

El siguiente paso es preparar a conciencia qué piensas exponer. O sea, cómo hablar de tus logros. Según los expertos, resulta de gran ayuda realizar una lista con los objetivos alcanzados y lo que uno aporta a su empresa. Y no solo en términos económicos, las relaciones con los compañeros y capacidades como trabajar en equipo o liderar el conjunto también cuentan. Todo esto se paga. Otro punto importante es ser claro y no irse por las ramas alargando la reunión más de la cuenta. Si el jefe empieza a mirar el reloj, mala señal. Hay que ir al grano, dice Nilton Navarro: “Concreción, humildad y confianza son tres aspectos clave a la hora de exponer esta petición a un superior”. Que no te dé vergüenza ensayar tu discurso frente al espejo.

Una vez puestas las cartas sobre la mesa, es el turno de esperar. Para Mónica Mendoza, lo recomendable es hacerlo sin abrir la boca. “Las personas no suelen aguantar bien los silencios, por eso lo habitual es que los jefes respondan rápidamente”, afirma. Sin embargo, puede que esa respuesta no sea la que esperamos. En este tipo de encuentros es frecuente escuchar frases como “lo vamos viendo” o “bueno, ya seguimos hablando”. Según la fundadora de Aflora Consulting, hay que estar prevenido y saber que eso puede ocurrir. Si pasa, toca proponer una nueva reunión. “Lo importante es salir de la reunión con una cita para ese segundo encuentro donde posiblemente se cerrará el tema, ya que el aumento de sueldo no se suele conseguir en la primera entrevista”.

Lo que no hay que hacer nunca es amenazar. Aunque haya funcionado con la telefónica de turno para mejorar la tarifa de la fibra, lanzar el órdago de irse a la competencia suele ser una jugada perdedora. Es importante que la actitud no sea reivindicativa, sino más bien constructiva, “destacar el compromiso con la compañía y la satisfacción por lograr los objetivos alcanzados, no solo el interés en el incremento salarial”, explica Asnai. La agresividad nunca lleva a buen puerto. Tampoco compararse con los compañeros, un recurso que, según Navarro, proyecta mala imagen. Justificar la petición con que se necesita para pagar una hipoteca o cualquier otro gasto, aunque sea cierto, también es desaconsejable: si pides un aumento es porque lo mereces.

¿Y qué pasa si dicen que no? En opinión del director de PageGroup, siempre conviene tener preparadas distintas alternativas que mejoren las condiciones en caso de no conseguir el objetivo inicial, ya sean remuneraciones en especies, bonus en función del rendimiento o aspectos relacionados con esa retribución que no se mide en euros y mejoran la calidad de vida. Es lo que los empresarios llaman “salario emocional”. Si tampoco se consigue nada de esto, toca plantearse si es bueno seguir o no en esa empresa. La respuesta dependerá de muchos factores a sopesar. “Si nos quedamos tenemos que seguir siendo eficientes y aportando nuestro talento hasta el último de los días en la empresa. Al fin y al cabo, quedarse significa aceptar las condiciones, y mientras nos paguen el salario es nuestra responsabilidad realizar bien el trabajo”, concluye Mendoza.


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