Hace cuatro años, mientras estaba realizando un trabajo en la biblioteca de la universidad en Ibiza, un hombre se acercó al estudiante del grado de Derecho Sergio Lleó. Le dijo que era catequista en una iglesia de la isla, que sabía lo que le había ocurrido de pequeño y que el sacerdote de la parroquia seguía haciendo lo mismo con otros niños. Lleó no se lo pensó dos veces y se plantó una mañana en la iglesia de Santa Cruz para enfrentarse al hombre al que acusa de haber abusado de él cuando era un niño de diez años. “Me vio, se paró, se puso rojo y se fue corriendo al confesionario. Allí estuvo media hora y después se marchó de la iglesia”. Lleó rememora aquel momento como el detonante de la cruzada que ha emprendido en los últimos meses para apartar de la Iglesia y sacar a la luz los presuntos abusos del sacerdote Juan Manuel de Souza, el hombre al que acusa de abusar sexualmente de él en 1996 cuando era monaguillo en la parroquia del Rosario de Ibiza. Después han surgido otras dos víctimas que denuncian abusos en fechas anteriores, en 1990 y 1994. Este nuevo caso de posibles abusos en la Iglesia eleva el total de los conocidos en España a 244, con cerca de 550 víctimas, según la contabilidad que lleva EL PAÍS, ante la ausencia de datos oficiales o de la Conferencia Episcopal.
Lleó reveló los abusos en redes sociales a principios de este mes. Luego han salido a flote otra de una víctima que relata abusos en 1994 cuando Souza era párroco de la iglesia de San Pablo de la isla, perteneciente a la comunidad de los Kikos, el Camino Neocatecumenal, y la de un tercer hombre, que relata otro abuso sexual de este sacerdote durante su etapa como tutor y profesor de religión en el Instituto ibicenco Blanca Dona en 1990. Las tres acusaciones y la campaña emprendida en las redes sociales por Lleó, que ahora tiene 34 años, y que también ha acudido al Obispado de Ibiza, han empujado al Vaticano a ordenar la apertura de una investigación. Declaró la semana pasada ante dos sacerdotes investigadores enviados por el Arzobispado de Valencia, del que depende la diócesis ibicenca. El sacerdote ha sido relevado de todos sus cargos eclesiásticos y el pasado domingo dejó de oficiar misa. Las tres víctimas afirman que planean denunciar al sacerdote por la vía penal, aunque temen que los abusos hayan prescrito. Lleó sostiene que han contactado con él una decena de personas que cuentan relatos muy similares de abusos padecidos a manos de este sacerdote, aunque todavía no quieren dar el paso de denunciarlo públicamente.
“Yo llegaba y preparaba todo para la misa. Siempre llegaba a las siete y estaba el sacristán, pero un día llegué y no estaba el sacristán ni las cosas para preparar la misa. Subí a casa del cura y le dije que no tenía las cosas preparadas. Me dijo que no me preocupara y que me sentara en el sofá. Me puso la mano encima de su pene, luego la quitó y la volvió a poner otras dos veces. Me fui corriendo y no volví más”, cuenta Sergio. En ese momento se lo contó a sus padres pero no le creyeron porque, dice, Souza es una de las personas “con más poder en la diócesis de Ibiza, nadie quería dar el paso”. Era el año 1996 y el cura oficiaba misa en varias parroquias del entorno de los Kikos.
Es en esa comunidad donde la segunda víctima, que ahora tiene 37 años, conoció a Souza en el año 1994. Procedente de una familia inmersa en esta congregación, un día su madre le pidió que fuera a confesarse a casa del cura y fue allí donde, estando los dos solos, cuenta que el sacerdote aprovechó para cometer los abusos. “Me puso la mano en las piernas, luego en la entrepierna y después puso su mano por debajo de la ropa interior y continuó con los tocamientos. Yo tenía 11 años y me quedé bloqueado en el momento, que duró un rato y no fue algo accidental, él sabía perfectamente lo que estaba haciendo”. Se lo contó a su madre al cabo de unos días pero no le hizo “demasiado caso”.
Cuenta esta víctima, que ahora vive en Mallorca, que el episodio de abusos se repitió de la misma manera meses después y tuvo que pasar por el amargo trago de seguir coincidiendo durante años con el sacerdote, al que sus padres invitaban a casa a comer. “Intenté borrarlo como mecanismo de defensa, intentas enterrarlo. Pero hace años volvió porque ya escuché rumores sobre el cura a través de mis hermanos y yo dije que lo que se decía era verdad. Entonces se lo conté a mis padres, con más seriedad, ya como adulto y no como niño, y se lo tomaron en serio”, relata.
La iglesia de San Pablo y las actividades en torno a la comunidad parece que sirvieron a Souza como excusa para atraer a la tercera víctima que ha decidido hacer público su relato. Corría el año 1990 y estudiaba primero de BUP en el instituto Blanca Dona de Ibiza donde el sacerdote era su tutor y profesor de religión. “Yo era catequista y Souza me propuso ir a la comunidad de San Pablo. Fui porque iba un compañero, pero a la hora de dar la paz durante la misa también se daban abrazos y besos y el sacerdote lo tomaba como normal. A mí no me gustaba y cuando me veía por los pasillos del instituto, quería darme dos besos allí, pero eso a mí me cortaba. Me decía que era muy normal, pero ya giraba la cabeza buscando dar el pico inocente”, relata esta tercera víctima.
Uno de los días, al regresar de la comunidad, su moto estaba averiada y el sacerdote se ofreció a llevarle a casa. “Cuando íbamos por el camino, dejó la palanca de cambios y puso su mano en mi muslo sobando y buscando hacia la parte de los genitales. Esto fue hace 30 años, no sé si me llegó a tocar en los genitales o no porque yo mismo quise pensar que no había pasado. Cogí el volante, le miré con rabia y le hice parar. Salí corriendo del coche y me fui a casa andando”. En los meses posteriores el hombre asegura que se fue alejando de la comunidad y el sacerdote se vengó bajándole las notas. “Puso tierra de por medio porque no me aguantaba la mirada”, concluye.
Mantuvo el silencio durante 12 años hasta que a los 28 sufrió una crisis personal y le contó lo que le había pasado a un sacerdote, que al contrario de lo que esperaba le insinuó que quizás lo había malinterpretado todo. “Mi familia le restó importancia, todo el mundo me dijo que los curas eran así, que me callara, que no pasaba nada”, lamenta esta víctima. “Mi reacción cuando salió todo esto fue ponerme a llorar porque si me hubieran hecho caso hace años a otros no les habría pasado, a lo mejor lo habrían parado entonces. Siempre lo han estado tapando, tapando y tapando, ha habido hasta pintadas en la iglesia”.
El pasado 11 de marzo por la tarde Lleó narró el episodio de abusos ante un sacerdote investigador y otro sacerdote notario enviados por el arzobispado de Valencia y que se encargan de las pesquisas sobre el párroco, que por el momento no ha vuelto a oficiar misa y ha sido apartado por la diócesis de todas sus funciones. Souza es actualmente arcipreste de Ibiza y tiene a su cargo cinco parroquias y siete sacerdotes. Se ordenó en 1981 y desde entonces ha pasado por la iglesia del Rosario, la parroquia de San Pablo y de la iglesia de Santa Cruz, además de desempeñar las labores de docente de religión en el Instituto Blanca Dona de Ibiza. EL PAÍS ha tratado de ponerse en contacto con el departamento de comunicación del Obispado de Ibiza para comprobar el currículum del sacerdote, pero no ha obtenido respuesta.
“Tienen que cesarlo de su actividad, no debería ser sacerdote desde hace años y tendría que estar apartado para siempre de niños y adolescentes. Debe ir a la cárcel por muchos años para pagar todo lo que ha hecho”, dice el segundo denunciante. Los tres han intentado autogestionar los hechos, enterrándolos o buscando alivio al hacerlo público ahora y alejándose de la comunidad religiosa. “Llevo años trabajándome a mí mismo. Ahora soy una herramienta para dar esa luz al mundo de la que hablan los católicos, que lo dicen en misa y no saben hacerlo. Yo lo he aprendido en otros lados”, concluye uno de ellos.
Si conoce algún caso de abusos sexuales que no haya visto la luz, escríbanos con su denuncia a abusos@elpais.es
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