Si notas este detalle, tira el queso de inmediato

Hay algunas precauciones con respecto a los quesos que pueden evitar sorpresas desagradables. Señales indiscutibles que nos hacen saber que no queda más que tirar nuestro trozo de queso favorito por mucho que nos apeteciera comerlo. Atento porque te explicamos ahora el detalle que hace que debas tirar el queso de inmediato.

Tira el queso si notas este detalle

Comencemos diciendo que ver una simple mota de moho en la superficie de una rueda de queso no significa necesariamente que esté arruinada. De hecho, como bien sabemos, algunos quesos como el Gorgonzola y por ejemplo el de Valdeón, que es un queso azul que se elabora en León,  hacen que el moho sea una de sus características fundamentales gracias al proceso de marmoleado.

Pero, entonces, ¿Cómo sabemos que un queso ha llegado a un punto de no retorno y hay que tirarlo ?

Todo proviene principalmente de lo que tenemos frente a nosotros. Por ejemplo, los quesos blandos tienden a echarse a perder más rápido que los quesos maduros. Y en este caso el detalle de que se haya formado moho sobre su superficie es muy importante. Por ejemplo, si encontramos una mancha de moho en la superficie de un queso curado , solo tenemos que cortar esa zona y comer el resto tranquilamente. Esto no es posible si la mancha de moho está presente en los llamados ‘quesos blandos’ como el queso Brie, o por ejemplo el queso italiano  Stracchino. En ese caso, el riesgo de contaminación es mucho mayor . Y por seguridad debemos tirar todo a la basura.

El detalle definitivo

Sin embargo, al margen del moho, existe otro detalle u otra señal que nos puede ayudar: el olor . Aparte de algunos quesos que tienen sus propias y características, el olor a amoníaco, a fruta podrida o a leche estropeada siempre es síntoma de que nuestro queso está irremediablemente arruinado.

Nuevamente, esta es una característica mucho más común en los quesos blandos que en los quesos maduros o duros. Pero es algo con lo que hay que tener mucho cuidado para evitar sorpresas desagradables, como una intoxicación alimentaria o un simple dolor de estómago.

En concreto, si comes un trozo de queso y de repente notas que sabe a leche pasada o agria, no sigas comiendo. Lo mismo sucede en el caso de que vayas a comerte un queso y notes que huele a amoniaco y que además la corteza se ha podrido. Es mejor que lo descartes y compres otro queso.


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