Siete escapadas celestiales para desconectar este otoño


Si hay algo que hemos descubierto en el último año -casi, casi, a la fuerza- es que tenemos rincones encantadores a pocos kilómetros a los que se llega en unas pocas horas. Son destinos perfectos para sacudirnos la rutina del otoño y recargar pilas para aguantar el tipo a la espera de Navidad. Pero no solo de visitar monumentos, recorrer paseos al lado del mar o hacer rutas de montaña vive el turista. Aquí van algunas recomendaciones para disfrutar de buena gastronomía brindando con una copa de Celeste Crianza, el vino de altura de Ribera del Duero que nace a casi 900 metros de altura, casi tocando las estrellas.

Aventura y hedonismo en la sierra de Madrid. El Puerto de Navacerrada, el Valle de Valsaín, La Pedriza… El Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama encierra atractivos tanto para el que busca esquiar, hacer una ruta en compañía de amigos o practicar la escalada. Casi podemos decir que los madrileños han redescubierto la sierra como objeto de deseo tras la pandemia a la búsqueda de naturaleza y aire limpio. La zona cuenta con fantásticos restaurantes como Sala, situado en Guadarrama, y famoso por sus gambas traídas directamente de Huelva o sus famosas minicroquetas de boletus y trufa blanca. Su menú suma otros grandes atractivos, como el lomo de choto a la plancha fileteado de la propia Sierra de Guadarrama. Su salón acristalado permite que nos sintamos rodeados por el cielo estrellado. Otra alternativa cercana es La Carreta de Lula, en Galapagar, donde brillan el rodaballo salvaje al horno y la chuleta de buey, disfrutables aún más en su terraza climatizada, que también invita a otear estrellas en el cielo despejado de la Sierra de Madrid con una copa de Celeste Crianza en la mano.

El restaurante Sala, en Guadarrama, es un enclave idóneo para organizar una escapada y cenar contemplando los despejados cielos de la sierra de Madrid.

Barcelona, ahora más que nunca. Es el momento de regresar a Barcelona para redescubrir, con ojos nuevos, iconos atemporales como la Sagrada Familia o el Park Güell o dejarse llevar por exposiciones tan interesantes como las dedicadas a Banksy, artista al que dedican retrospectivas tres espacios a la vez, Espacio Trafalgar, Moco Museum y el Disseny Hub. Y si el arte abre el apetito, Barcelona cuenta con una extensa lista de restaurantes para disfrutar de una cena al aire libre. Es el caso de El Patio de Solomillo, en el que poder degustar la mejor carne en un espacio exterior oculto en un patio de manzana del Eixample. Otro buen plan al fresco es el que ofrece Mirabé, un restaurante situado al final de la Avenida del Tibidabo que ofrece unas fabulosas vistas de la ciudad: para saborear buena cocina mediterránea maridada con un tinto fresco y vivo como Celeste con una Barcelona de postal al fondo.

Sevilla siempre apetece. Que Sevilla es un destino cien por cien apetecible durante todo el año no es ninguna novedad. La Giralda, la Plaza de España o el Metropol Parasol constituyen un poderoso combo que, como la una, ejerce una innegable atracción sobre cualquier viajero. Pero parte del embrujo sevillano reside también en sus restaurantes, como en el caso de Cambados y su coqueta terraza cubierta, parada obligatoria para los que adoran el buen marisco y el steak tartar, con el que el vino Celeste armoniza de perlas, formando un dúo imbatible. Y para los que buscan lugares únicos, una gran opción es adentrarse en Alfarería 21, que cuenta con una espectacular terraza ubicada en la antigua fábrica de cerámica Montalván en la que probar uno de los mejores magret de pato de la ciudad.

Con mucha fruta, cuerpo y color, Celeste Crianza es un vino opulento idóneo para cualquier ocasión.

Valencia, la buena vida mediterránea. Si hay una ciudad que es sinónimo de calidad de vida, ésa es Valencia. Recorrerla es un placer, desde La Lonja de la Seda hasta la Ciudad de las Artes y las Ciencias, pasando por su delicioso (en todos los sentidos) Mercado Central modernista. Al caer la tarde, esperan apuestas infalibles como Tastem, un japonés de calidad o terrazas seductoras, como la del restaurante Kabanyal, en la que disfrutar de buen tapeo con una botella de Celeste en su terraza en la Plaza de la Semana Santa Marinera, con vistas al puerto. Y si levantamos la vista, sobre nuestras cabezas, las estrellas. ¿Se puede pedir más?

Cádiz, magia, naturaleza y gastronomía. Algo especial tiene Cádiz, una de esas ciudades que se agarra a la memoria y la piel con fuerza. Puede ser por su seductor centro histórico, plagado de edificios singulares como la Torre Tavira o la Plaza de Las Flores. Su paseo marítimo invita a ser recorrido para detenerse a cenar en locales como Musalima, en el que saborear cocina nikkei en una cocina acristalada con vistas al mar. Y siempre hay nuevas (y buenas) razones para acudir, como Marambay, un proyecto que recupera una salina olvidada de la ciudad. En pleno Parque Natural de la Bahía de Cádiz, es posible disfrutar de buenos pescados y mariscos en un entorno natural privilegiado. Y con una copa de Celeste, dejando pasar las horas mientras disfrutamos de sus aromas frutales y sus notas especiadas.

Desde un tartar hasta una carne a la brasa, Celeste Crianza marida con casi todo.

Tocando el cielo en el Valle de Arán. La altura y la poca contaminación lumínica hacen del Valle de Arán un enclave privilegiado para disfrutar de ese cielo estrellado que tan caro resulta de ver en la ciudad. Este plan estelar se puede completar con la práctica, cómo no, del esquí y con estupendas opciones gastronómicas para disfrutar una vez que se abandonan las pistas y mientras esperamos a que las constelaciones hagan su aparición sobre nuestra cabeza. Existen diferentes (y magníficas) opciones como el restaurante La Raclette ubicado en el hotel cinco estrellas La Pleta, que tiende un puente entre el Pirineo y los Alpes de la manera más sabrosa: una raclette con quesos suizos. Un fantástico plan que va de cine tanto con una copa de Celeste Crianza como con Celeste Reserva. Igual de estupendo que el que podemos vivir en el restaurante La Fondue del hotel Val de Neu donde disfrutar a lo grande del otro gran plato suizo. Si buscamos algo más nuestro lo podemos encontrar en la carta de pintxos del Hotel Tuc Blanc: delicias en miniatura.

Todo al verde en Asturias. Sería imposible resumir todos los atractivos con los que cuenta Asturias. Arquitectura románica, pueblos con encanto como Lastres o Ribadesella, infinidad de playas… Y un atractivo gastronómico tremendo del que disfrutar en clásicos como el Restaurante Taberna Del Arco de Oviedo, en el que disfrutar de pixín del Cantábrico o de una buena fabada. De la capital asturiana al campo, en el pueblo de Linares espera Cielo Astur, un complejo de enoturismo en el que disfrutar bajo un cielo estrellado, jugando a adivinar constelaciones. La cocina del restaurante La cuadrina de Tanislao raya a la altura, con propuestas creativas como la ensalada de panceta de gochu asturcelta o el arroz con pitu de caleya, perfectos con un Ribera del Duero goloso y frutal como Celeste. Gastronomía, vistas al cielo y relax: una escapada de 10.




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