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Silencio intolerable con la Supercopa


El dinero lo puede todo, aunque esté manchado de sangre y de un nulo respeto por los derechos humanos y las libertades. ¿Igualdad? A mí qué me importa, mientras haya parné a repartir. Es la postura de la Federación de Fútbol, que vuelve al oscurantismo de sus peores tiempos.




Rubiales
, su presidente, tiene la caja vacía, a las chicas y a los equipos del fútbol de bronce en pie de guerra y a LaLiga, enfrente, esperando cualquier error. Y llega la Supercopa, una paparrucha de torneo que a nadie parecía importar, y se presenta como el maná bíblico. Resulta que Arabia
Saudí, una superpotencia deportiva y futbolera de reconocida chequera, se ha encelado con los equipos patrios y quiere tenerlos como huéspedes, aunque sea por unas horas.

El precio del capricho: 120 millones de euros por tres años de farsa
deportiva, a pagar en cómodos pagarés manchados de sangre inocente. Petrodólares rebosantes de inquina con los derechos humanos más elementales. Un país de sátrapas en el que reina la falta absoluta de libertad para las mujeres y en el que abundan las decapitaciones públicas o el asesinato de periodistas.

Un desierto sí, pero de los DDHH. Y algunos mirarán para otro lado, y me dirán, entre otras cosas, que varias empresas del Ibex35 mejoran sus resultados con los negocios firmados en Riyadh. ¿Y a mí qué me cuentan?, peor para ellos y sus conciencias.

Yo no seré cómplice del desaguisado. No guardaré silencio. No en mi nombre, aunque el dinero, maldita ironía, vaya a destinarse a la consolidación del fútbol femenino, o a dotar de botas a los necesitados de Orcasitas. Ni tampoco deberían guardarlo los cuatro clubes implicados. LaLiga
debería negarse a participar en esta cruel pantomima. Y sus jugadores y jugadoras, también


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